Nuevas pruebas de las relaciones de las élites del procés con Rusia

Las oscuras conexiones de Puigdemont con Putin

Desde el principio, la internacionalización del procés”, es decir la necesidad de contar con el apoyo de grandes potencias que apadrinaran la secesión, fue una obsesión de la burguesía burocrática del 3% encabezada por Puigdemont. Sus pasos se dirigieron principalmente a EEUU... pero también a la Rusia de Putin. Un incómodo rastro que, como en el caso de la ultraderecha, ahora intentan ocultar

A las élites del procés se les ha recriminado la corrupción del 3% o la imposición de una independencia unilateral, la DUI, contra la voluntad de la mayoría de la población. Pero pocas veces se ha denunciado una parte esencial de su programa: la “internacionalización del procés”, es decir la necesidad de contar con el apoyo de grandes centros de poder globales para ejecutar sus planes de fragmentación.

Ahora conocemos algunos de esos “padrinos internacionales”. Las élites del procés cultivaron el apoyo norteamericano… y también se acercaron a la Rusia de Putin.

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En medio de la criminal invasión rusa de Ucrania, el Parlamento Europeo ha aprobado un informe que advierte de la persistente intervención de Moscú en Europa.

El informe confirma los contactos entre el Kremlin y la campaña a favor del Brexit.

Certifica la más que fluida relación entre Moscú y la flor y nata de la ultraderecha europea, afirmando que el Partido de la Libertad de Austria, el Reagrupamiento Nacional de Francia, liderado por Marine Le Pen o la Liga Norte italiana de Matteo Salvini han “firmado acuerdos de cooperación con el partido Rusia Unida del presidente Vladímir Putin”.

Y remarca la necesidad de investigación en profundidad de “los contactos estrechos y regulares entre funcionarios rusos y representantes de un grupo de secesionistas catalanes en España”.

Como afirma el informe, el respaldo de Moscú a todos estos movimientos “forman parte de la estrategia más amplia de Rusia para aprovechar todas y cada una de las oportunidades para manipular el discurso con el fin de promover la desestabilización”.

La cercanía a Putin, que hoy es una relación algo más que tóxica, golpea de lleno a Puigdemont. hermanándolo en estas oscuras conexiones con lo peor de la ultraderecha europea.

De Waterloo a Moscú

Las relaciones entre el entorno de Puigdemont y el Kremlin fueron ya documentadas el pasado año por The New York Times y medios españoles como El Periódico, en reportajes donde se seguían los esfuerzos del círculo de Waterloo para “tejer alianzas en Rusia”.

Ahora, Josep Lluís Alay, jefe de la oficina de Puigdemont, ha confirmado en un artículo en The New York Times las oscuras conexiones con Moscú.

Alay viajó al menos tres veces a Moscú, la última de ellas en febrero de 2020, para entrevistarse con personas cercanas al Kremlin, desde el objetivo de lograr su apoyo al procés.

El jefe de la oficina de Puigdemont ha admitido que en octubre de 2019 se reunió con dos representantes de los círculos del poder ruso: Sergei Sumin -coronel del servicio de seguridad personal del Kremlin- y Artyom Lukoyanov, hijo de un influyente asesor de Putin, apodado “el cardenal gris”.

A Puigdemont le va a costar limpiar la mancha de sus documentadas y fluidas relaciones con Putin

Alay también ha confirmado una reunión con Evgeny Primakov, exmiembro del Comité de Asuntos Internacionales de la Duma Estatal, diputado del partido de Vladímir Putin y nieto del exprimer ministro ruso Yevgueni Primakov. Fue facilitada por Dmitrenko, empresario residente en Barcelona al que el Ministerio de Justicia denegó en 2020 la nacionalidad española por posibles vínculos con los servicios secretos rusos.

Gonzalo Boye, abogado de Puigdemont, también ha admitido que realizó gestiones en Moscú, alguna de ellas tan turbia como entrevistarse con Vasily Khristoforov, un destacado miembro del crimen organizado ruso.

Las relaciones de las élites del procés con los más oscuros centros del Kremlin no terminan aquí. El País ya desveló en 2019 que en los momentos álgidos del procés, entre 2016 y 2017, por lo menos tres miembros del servicio secreto ruso visitaron Barcelona en varias ocasiones.

Está documentado que Terradellas -miembro del círculo más estrecho en torno a Puigdemont y responsable de relaciones internacionales de la ex Convergencia- se reunió tres veces en Moscú, en otoño de 2017, en torno al 1-O y la proclamación de la DUI, con Serguéi Markov, ex diputado del partido de Putin -Rusia Unida-, y que ha desempeñado importantes cargos institucionales de Rusia. Las élites del procés ofrecieron el reconocimiento como parte de Rusia de Crimea -territorio ucraniano anexionado tras ser invadido militarmente-, a cambio de que Moscú diera cobertura a la fragmentación de Cataluña y avalara la deuda pública de la “república catalana”.

Hasta con Putin

Las élites del procés han buscado, como única tabla de salvación, una gran potencia que avalara sus planes de fragmentación. Se han dirigido principalmente a EEUU.

Artur Mas fue a EEUU para declarar ante el emperador que “una Cataluña independiente sería un aliado clave de la OTAN”. Y los estrategas del procés diseñaron un ejército para la “república catalana” en manos privadas, en concreto de Dyncorp, uno de los gigantes militares norteamericanos.

Pero la “caverna de Waterloo”, los círculos más agresivos de las élites del procés, nucleados en torno a Puigdemont, no le han hecho ascos al apoyo de la ultrareaccionaria Rusia de Putin.

La “caverna de Waterloo” cultivó las relaciones con Rusia en su búsqueda de apoyos internacionales al procés

El director de la oficina de Puigdemont, Josep Lluís Alay, ilustraba hasta hace pocos días su cuenta personal en Twitter con una fotografía junto al retrato de Putin. Y Víctor Terradellas planteaba que a EEUU le gustan los procesos de emancipación porque ven más fácil tratar con pequeños Estados nación que no con viejos imperios multinacionales”. Mientras con la otra mano buscaba el apoyo de la Rusia de Putin, utilizando como uno de sus contactos al líder ultra Vladimir Zhirinovski.

Como ex superpotencia, Rusia tiene experiencia en usar la fragmentación. Impulsó la segregación de Abjasia y Osetia del Sur de Georgia, potencia las tendencias independentistas en la región moldava de Trandsniester o en Nagorno-Karabaj, en Azerbaiján. Y ahora pretende amputar a fuerza de bombas una parte del territorio ucraniano, la región del Donbass. Moscú no iba a intervenir militarmente a favor del procés, pero sí le interesaba alentarlo para azuzar un foco de desestabilización.

Esta es la naturaleza de las élites del procés, especialmente de lo que ya se conoce como “la caverna de Waterloo”. No son patriotas que se guíen por “liberar Cataluña”. Buscan convertirse en virreyes a costa de entregar Cataluña a una gran potencia, aunque esta sea la Rusia de Putin.

A Puigdemont le va a costar limpiar la mancha de sus documentadas y fluidas relaciones con Putin.

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