El sector agrí­cola español en crisis abierta

Las naranjas de la ira

Sin embargo, el fallido intento de las organizaciones agrarias de llevar adelante una huelga general en el sector citrí­cola valenciano por los bajos precios que cobran los agricultores en origen ha puesto de nuevo de manifiesto la principal debilidad para conseguirlo. La confusión y la atomización de un sector que constituye nada menos que el 18% del PIB de la Comunidad Valenciana.

Los datos En la camaña 2006-2007 y según el Ministerio de Agricultura, el descenso del precio de los cítricos para el agricultor fue casi 30 veces mayor que la media de los otros productos alimentarios, que también descendieron. Este año los productores han hecho un conato de huelga general. Dos datos de sendos informes de asociaciones agrarias, la Federación de Cooperativas Agrarias (FECOAv) y la Unió, han puesto sobre la mesa de forma sintética a qué contradicciones se enfrentan los cítricos españoles. Y lo hacen de forma contundente, por no decir escandalosa. El primero concentra la evolución de los últimos doce años en: un citricultor cobra hoy un 72% menos y paga un 66% más sólo por los abonos. El segundo en: hay una diferencia de más de un 900% entre lo que se le paga en origen y lo que se cobra al consumidor. Los beneficiados la citricultura valenciana supone anualmente la entrada en los pueblos valencianos de más de 3.000 millones de euros anuales, a lo que hay que sumar la industria auxiliar agroalimentaria, que supera el 2,5% de población activa agraria y aporta el 18% del Producto Interior Bruto de la Comunidad Valenciana. Pero, sin duda, el dato más llamativo es la venta por resultas. Un sistema, archidenunciado por los sindicatos, que consiste en que el productor le vende al operador sin contrato ni precio establecido, de forma que meses después el comprador paga una cantidad aleatoria al productor que puede no llegar a cubrir los costes de la producción. Según afirma el presidente de las Cooperativas citrícolas de Cirilo Aranndis, lo que se está viviendo es una hegemonía creciente de las grandes superficies frente a unos productores que son incapaces de unificar su oferta e imponer mejores precios. Las operadoras y grandes multinacionales agroexportadoras trabajan con grandes volúmenes de fruta, con lo que sus beneficios están garantizados aunque vendan barato. Por eso son los más interesados en que se mantenga la venta de naranja por resultas. La naranja se vende sin precio Mientras a usted le pueden cobrar la naranja a 2 euros el kilo, al productor se la compran sin precio. ¿Cómo es posible vender sin precio pre establecido? La base está en la gran cantidad de naranja, muy superior a la demanda. España aporta el 25% de las exportaciones mundiales de naranja y el 50% de mandarina (sobre todo a Europa y una parte irrelevante a Estados Unidos y Oriente Medio). Pero lo principal para que este sistema continue, visto lo visto, es la falta de voluntad política para convertir este sector productivo, como otros tantos, en un eje de la economía Española. El proyecto de convertir a España en “la Florida europea” se refería sólo al turismo, no a la producción de cítricos (Florida es una de las citriculturas más prósperas del mundo). Sin resolver la atomización de la oferta, y de las organizaciones dedicadas a su defensa, el sector está vendido de pies y manos a estas grandes compañías que imponen los precios y las características de las naranjas y demás cítricos. Para no olvidar En un estudio de la Unió de Llauradors i Ramaders del año 2005, se estipulaba el precio medio que percibía el agricultor en 0,19 euros/kg. Con referencias de la Universidad Politécnica de Valencia mencionadas por la Unió, se indicaba que la clementina salía de los operadores a un precio promedio de 0,47 euros/kilo. El precio final de venta en supermercados era de 1,99 euros/kilo. Es decir, el agricultor obtenía el 10% del precio final, el comerciante y la cooperativa el 15% y los intermediarios y supermercados se llevaban el 75% del valor final. Según las organizaciones agrarias, en algunos lugares de Europa se llegaron a vender a 3 euros/kilo, lo que muestra una posición de abuso mayor hacia el productor y el consumidor.

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