Respectivamente, son la tercera y la quinta mujer que reciben el premio en esas categorías. Se trata de un hito en sí mismo, que completa Nadia Murad al recibir el Nobel de la Paz, la tercera mujer premiada en 2018.
Las investigadoras Donna Strickland (física) y Frances Arnold (química) hicieron historia al recibir el galardón en el mismo año, en sus respectivos campos científicos. Con ellas, solo siete mujeres lo han conseguido en los más de 100 años de historia de los premios Nobel.
Donna Strickland y Gérard Mourou compartieron el premio en la categoría de física con Arthur Ashkin, los tres por sus contribuciones en el campo de la fotónica y la física láser; Strickland y Mourou, en particular, por su método para generar pulsos ópticos ultracortos de alta intensidad. Ellos han desarrollado una técnica que permite comprimir un pulso de láser en un espacio muy pequeño, ganando una gran intensidad. Lograron el récord en la producción de pulsos láser ultracortos de gran intensidad en 1985, resultado de la tesis doctoral de ella. Hoy en día, esta técnica (ampliación de pulso gorjeado o CPA) se aplica en multitud de intervenciones, como la cirugía correctora ocular, y también en procesos industriales.
Frances Arnold ha recibido el premio por sus investigaciones sobre la evolución dirigida de las enzimas, un método que imita la evolución natural; compartió el premio con George P. Smith y Gregory Winter por la “presentación en fagos de péptidos y anticuerpos”. Según la Real Academia Sueca de Ciencias, “los investigadores han aprovechado el poder de la evolución para contribuir al mayor beneficio de la humanidad”. Frances Arnold realizó la primera evolución dirigida de enzimas en 1993, para catalizar reacciones químicas; actualmente se emplea este método desde en la industria farmacéutica hasta en la generación de biocombustibles. Arnold ha dedicado gran parte de su carrera a promover una industria respetuosa con el medio ambiente, basada en la biotecnología y en el uso de materias primas renovables, que ofrezcan una alternativa viable a los métodos y compuestos tradicionales.
Nadia Murad, activista de la minoría yazidí en Irak, y el médico congoleño Denis Mukwege, por su lucha contra la violencia sexual como arma de guerra, recibieron el Nobel de la Paz. Murad es una de las más de 3.000 niñas y mujeres que han sufrido abusos sexuales como parte de la estrategia militar del Estado Islámico, que usaba ese tipo de violencia como un arma contra los yazidíes y otras minorías religiosas.
Una anomalía histórica
En pleno siglo XXI, la noticia de que dos mujeres coincidan el mismo año en los premios Nobel de ciencia llenó titulares por su excepcionalidad: representan el 3% de los premiados. Frances Arnold es la quinta mujer que recibe el premio en física en los casi 120 años de historia de los premios Nobel. Y Strickland, en química, es ¡¡la tercera!! Una verdadera anomalía.
En 1903, Marie Curie fue la primera científica que recibió un premio Nobel, en física, por sus descubrimientos sobre la radiactividad. En 1911 recibió de nuevo el galardón, esta vez en la categoría de química, por el descubrimiento de dos elementos químicos, el polonio y el radio. Fue la única persona en recibir dos veces el premio, hace más de 100 años. Ese impresionante currículum y su enorme trabajo no impidieron que la Academia de Ciencias de Francia vetara su entrada por dos votos. En aquel momento, la ciencia estaba dominada por los hombres.
Más de 100 años después, las científicas galardonadas con premios Nobel representan apenas el 3% de los premiados. Existe un enorme avance en la presencia de mujeres en todos los campos científicos y de investigación, que contrasta con la falta de reconocimiento en comparación con sus compañeros masculinos. El esfuerzo, el trabajo y el mérito son iguales, pero no lo es la representatividad en la gestión y dirección de los grandes centros académicos, hasta la fecha.
Según el informe titulado Women for Science: Inclusion and Participation in Academies of Science (Mujeres para la Ciencia: Inclusión y Participación en las Academias de Ciencia) de la Red Mundial de Academias de Ciencias (IAP), publicado a finales de 2015, la media de mujeres académicas en todo el mundo es del 12%, lo que contrasta con la casi paridad (entre el 45% y el 55%) de mujeres estudiantes e investigadoras que hay actualmente en occidente. Según ese mismo informe, pese al bajo número de académicas mujeres, en los puestos organizativos su presencia alcanza el 40%. Las mujeres participan activamente, pero el número de votos a la hora de tomar decisiones es notablemente inferior.
En España, de los 49 miembros de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales solo 4 son mujeres. La brecha de clase que truca la balanza empieza a moverse. El porcentaje de mujeres científicas en puestos decisorios es aún menor en África, América Latina o Asia. Romper con el sesgo de género y acceder a los puestos de decisión y gestión es vital para la mujer y la sociedad, y para nuestro futuro. No es una cuestión de roles y porcentajes, sino de las contribuciones que ha de hacer la mitad de la humanidad. Lo que de verdad nos jugamos no es el premio de una quiniela. Strickland, Arnold y Nadia Murad son hoy protagonistas. Mañana serán muchas más.
Luisa dice:
No sé si es buena idea que en los Nobel se instaure lo de la paridad. Como mujer me alegro enormemente de que una mujer gane el Nobel, pero sobre todo, como humana lo que me alegra más es que la ciencia avance ara hacer nuestras vidas mejores y más largas. No quiero que si un hombre ha hecho un mejor trabajo le den el premio a una mujer solo por ser mujer.
La realidad es que hay más mujeres universitarias que hombres, pero una carrera lleva décadas hasta que da sus mejores frutos. Seguro que dentro de 20 o 30 años empezamos a ver a esas chicas que están ahora terminando biología o física o haciendo sus doctorados, mucho más representadas en este tipo de cosas, pero quizá todavía es pronto para esperar los frutos de la igualdad educativa y laboral, que todavía es por desgracia muy joven y en el caso de la laboral todavía está por lograrse en la empresa privada.
En cualquier caso la meritocracia y no la discriminación positiva debe ser la que impere el mundo intelectual y académico, si no, estaremos haciendo ciencia «Pop», al gusto de la sociedad no en busca de la verdad y el conocimeinto.