Las próximas maniobras de la OTAN en el territorio de Georgia es la primera de las «minas trampa» que abundan en las relaciones entre Rusia y EEUU a pesar de que ambos países anunciaron la intención de relanzarlas, escribe el diario Kommersant. El tema georgiano, igual que algunos otros, es un legado de la época anterior y resulta imposible abstraerlo por mucho que se hable de un borrón y cuenta nueva.
Rusia y los Estados Unidos ha iniciado en Roma una serie de negociaciones ara sustituir el Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (START) durante una breve reunión celebrada durante la mañana. La reunión, que ha asido el primer contacto oficial sobre el tema entre las delegaciones de los dos países, en la embajada de los EEUU de la capital italiana.Esta reunión tenía por objeto «preparar el lanzamiento de las negociaciones conforme a las instrucciones dadas por el presidente ruso, Dmitri Medvedev, y el estadounidense, Barack Obama», según había anunciado hace unos días un funcionario del Ministerio ruso de Asuntos Exteriores.La lógica de la OTAN es comprensible. Los ejercicios Cooperative Longbow 09/Cooperative Lancer 09 estaban planeados desde hace tiempo y su cancelación, ahora que la admisión de Georgia en el Plan de Acción para el Ingreso ha dejado de ser una prioridad, sería interpretada una como traición definitiva con respecto a Tbilisi y un gran éxito de Moscú. Obviamente, es una variante inaceptable para la OTAN.La postura del Kremlin también tiene una explicación. Las actividades militares a gran escala en una región que ha sido escenario reciente de operaciones bélicas y afronta una serie de problemas pendientes en lo político difícilmente contribuyen a distender la situación. Aún están frescos en la memoria los ejercicios Inmediate Response (Respuesta Inmediata) que Georgia y EEUU celebraron en julio pasado y a los que, por extraña coincidencia, siguió la ofensiva militar georgiana contra Osetia del Sur.El escándalo en torno a las maniobras de la OTAN va cobrando envergadura, lo cual es una señal inequívoca de que todavía no hay ningún «relanzamiento» de contactos entre Rusia y EEUU. Si exceptuamos unas cuantas declaraciones amistosas que se hicieron en Moscú y en Washington, ninguna de las dos partes dio pasos reales para mejorar las relaciones, de modo que la desconfianza recíproca se mantiene al nivel de antes. Esta circunstancia no impide a Rusia y EEUU fingir que se empeñan en «sincronizar los relojes» y «acercar las posturas».La manipulación de temperaturas – congelación, deshielo, enfriamiento, suavización – se ha convertido en un valor en sí en los contactos entre Moscú y la OTAN. Los pasos que se dan son de carácter simbólico, tienen cero efecto en la práctica y no afectan a las cuestiones de contenido como, por ejemplo, la cooperación en el transporte de cargas a Afganistán. Un tema que, por cierto, no se coordina con la sede de la OTAN en Bruselas sino que es regulado mediante acuerdos bilaterales de Moscú con Berlín o Washington.Moscú había protestado contra las proyectadas maniobras de la OTAN en Georgia, país con el que Rusia libró una breve guerra en agosto de 2008, calificando los ejercicios como una «provocación». Para demostrar su disgusto, Moscú canceló una reunión programada para principios de mayo 2009 entre los Estados Mayores de Rusia y la OTAN.Los presidentes de Estados Unidos, Barack Obama, y de Rusia, Dmitri Medvedev, habían acordado a comienzos de este abril en Londres negociar un pacto que suceda al actual Tratado para la Reducción de Armas Estratégicas, START-1.En principio, los dos países están de acuerdo en la reducción máxima, pero a partir de esa premisa comienzan las dificultades. El problema esta en la la nueva doctrina propuesta por el ex presidente Bush de que EEU debe estar preparado para asestar «ataques globales adecuados».Para su realización, parte de los misiles balísticos intercontinentales (MBI) serán acondicionados con cargas convencionales para asestar ataques demoledores a las organizaciones terroristas. Pero el MBI provisto con carga convencional fácilmente podrá ser cargado de nuevo con su ojiva nuclear, y en consecuencia, en el nuevo tratado será muy complicado establecer la definición y régimen de los MBI con ojivas convencionales. Además, cuanto más profunda sea la reducción del arsenal estratégico de EEUU y Rusia, con más seriedad deberá estudiarse la situación de las fuerzas nucleares de Francia, Inglaterra, China, India y Pakistán, porque la influencia de esos arsenales en el balance nuclear global aumentará considerablemente.Uno de los fines del nuevo tratado a negociar es el de fijar un nuevo límite para ojivas atómicas y sus sistemas de lanzamiento. Aunque apenas se acaba de desarrollar la primera reunión técnica, a nivel diplomático, se da por hecho que ambos mandatarios, tanto el ruso Medvedev, como el estadounidense Obama, están comprometidos en la reducción del armamento nuclear de ambas naciones.Un compromiso que obedece, según observadores, más bien a los problemas económicos que aquejan a ambas naciones y no a una nueva filosofía pacifista. Hasta ahora, por lo menos, no hay señales consistentes de que así sea. También es cierto que tras la limitación propia de armas atómicas, Estados Unidos y Rusia están interesados en impedir o, por lo menos, frenar la adquisición y posesión de armas de destrucción masiva por parte de terceros Estados. Pero tan convencidos del desarme no parecen estar los rusos. El hecho que Estados Unidos mantenga una ventaja material sobre Rusia en armas convencionales, hace temer a éstos que si se llega a un acuerdo de reducción de armas nucleares, puede significar una considerable desventaja. Es a ello que se debe la «reservada reacción» de Moscú al anuncio de la visión de Obama de crear «un mundo libre de armas nucleares». De la planeada visita de Obama a Moscú en julio próximo deberá salir el borrador de la intención de acuerdo entre las dos mayores potencias nucleares del mundo.