Pablo Simón es autor de libros como «Votar en tiempos de la Gran Recesión», «El Príncipe Moderno: Democracia, política y poder» o «Corona: Política en Tiempos de Pandemia». Su último libro, Entender la política: Una guía para novatos, como nos dice Pablo Simón “va dirigido a un público generalista, un público joven de todas las edades. La idea inicial es que se convirtiera en un manual de consulta para todos, gente desde los doce años, que escucha por primera vez cuestiones políticas en tele, radio y prensa, y poder orientarse en la realidad”.
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Un apartado de su libro se titula “Un mundo de Estados”. ¿Vivimos sobre todo a partir de la crisis de 2008 una mayor intervención de los Estados?
Hay dos planos. Como estructura sociopolítica para organizar el poder el Estado se ha ido desarrollando de manera gradual desde la época moderna hasta aquí, y sigue siendo la unidad básica a través de la que ordenamos nuestras sociedades. Es el marco donde se establece legislación, elegimos a nuestros representantes, es la manera en la que se desarrollan los órdenes geopolíticos y las relaciones a nivel internacional.
Por otro lado está la discusión del papel del Estado en la economía. Y sí que es cierto, más desde la pandemia que desde la gran recesión, diría yo, estamos viendo una vuelta sobre todo en los Estados europeos a repensar el papel que debe jugar el Estado en economía. Y esto tiene que ver con el incremento de la deuda pública, con la excesiva deslocalización de las empresas sanitarias, alimentarias e industriales, que hace pensar en que el Estado juegue un papel más relevante en esa dimensión.
«Somos más de protestar cuando ya han ocurrido las cosas y menos de anticiparnos«
Contrapone la visión sobre “el fin de las ideologías” con que una determinada visión ideológica es consustancial a las sociedades humanas. ¿Negar las ideologías no es algo interesado?
Obviamente, sí, claro, exacto. Vivimos en unas sociedades plurales en las que las ideologías entroncan con valores muy profundos, que son cosmovisiones del mundo, que nos hacen imaginar mundos mejores y los medios para llegar a ellos. Y desde luego la visión ideológica del mundo es inevitable. Otra cosa es que cuando se quieren reivindicar determinados valores como hegemónicos se diga que son “aideológicos” [sin ideología]. Tratan de decir, como en el discurso del “fin de las ideologías” a partir de los años 90, que se acabó la historia, que ya no hay una discusión sobre ideologías, sólo hacen falta técnicos que gestionen. Bueno, ya sabemos que esto no es verdad. Y que las ideologías van a continuar así siempre.
Otro apartado está dedicado a las diferentes formas de participación política y social. ¿La movilización en la calle además de una forma de participación no tiene también una influencia política?
Sí. En España, en lo que toca a participación no institucional, la manifestación juega un papel muy importante, y junto con Francia somos los dos países de Europa Occidental en los que más protestas existen de este tipo.
Ahora bien, en términos de participación tenemos un déficit que tiene que ver con nuestra baja tasa de asociacionismo. Y lo que pasa es que la participación es muy reactiva, una participación que llega tarde, es decir, reaccionamos contra una decisión o reaccionamos contra algo que no nos gusta, pero no nos implicamos de una manera directa en configurar la política pública o influir en los gobernantes antes de que tomen la decisión. Eso es parte del problema que tenemos, que somos más de protestar cuando ya han ocurrido las cosas y menos de anticiparnos.
Dedica una especial atención a los jóvenes. ¿Es la juventud uno de los sectores más perjudicados por la oleada de recortes impuesta desde 2010?
Indudablemente. Los grandes castigados de la crisis económica han sido los jóvenes. Porque ha sido de donde más se ha recortado, sobre todo en educación, becas, emancipación, etc. Los más perjudicados por las dinámicas de precariedad del mercado laboral, y donde hay menos políticas públicas que les cubran. La prueba más evidente es que se ha multiplicado -somos récord en Europa- la tasa de pobreza infantil y juvenil. Esto es muy problemático, porque cuál sea la situación en la que estás cuando eres joven te deja una marca que te va a durar toda la vida. Y eso explica también ese enorme pesimismo que vemos tan extendido entre los jóvenes.
Se habla del avance del trumpismo en EEUU, países de Europa o como en Argentina con Milei…
Efectivamente estamos viviendo un proceso de retroceso, autoritario. Según los indicadores, estaríamos en niveles de democracia del año 1986, es decir, es como si ahora hubiera tantas dictaduras como cuando existía la Unión Soviética, aunque ahora son de un tipo distinto.
El retroceso autoritario existe y además lo hemos visto en una gran cantidad de países. Y eso tiene mucho que ver con derivadas geopolíticas. Hay cada vez más potencias que se reivindican como autoritarias y que sus intereses no pasan por el respeto del derecho internacional ni del Estado de derecho propio. Eso implica lo de Rusia ahora, también implica, no es casualidad, que Israel haya sufrido un proceso de deterioro del Estado de derecho con Netanyahu…
Todo eso generará efectos sobre el conjunto del globo y desde luego debemos estar preparados.
La crisis de 2008 nos impuso ajustes draconianos. ¿La vuelta a las reglas fiscales en la UE nos encamina a nuevos recortes?
No puede ser igual porque entonces estaba vinculada a mercados internacionales cerrados a la deuda y rescates por la Troika mediante préstamos a cambio de ajustes draconianos como ocurrió en los países intervenidos.
Ahora es otro escenario. El de la necesidad de consolidación fiscal, es decir, hacer el gasto público sostenible, y eso implica plantearnos, de un lado, cómo vamos a repercutir ese ajuste. Puedes aplicar recortes en el gasto público o puedes incrementar impuestos. Una cosa que tiene pendiente España es una reforma fiscal en profundidad, porque nuestro sistema actual tiene unas rentas del trabajo que soportan mucho del pago de los impuestos, pero las rentas del capital menos y las rentas de la riqueza aún menos.
“Aumenta la desigualdad, ¿hay que redistribuir la riqueza? Sí”
Aumenta la desigualdad. Récords de beneficios de bancos, energéticas… por un lado y familias trabajadoras que no llegan a fin de mes. ¿Hay que redistribuir la riqueza?
Sí. Lo que hemos visto con la crisis de inflación es que el incremento en los precios ha repercutido en que los salarios no lo hagan en misma proporción, que el ajuste haya venido sobre todo a través de los salarios, que suben lentamente frente a los beneficios empresariales. Y con un Estado del bienestar con capacidad redistributiva baja.
La reforma laboral, en una situación de crisis, ha impedido una destrucción de empleo, y eso ha permitido que la renta de los españoles se sostenga pero con mucho infraempleo, empleos mal pagados, gente pluriempleada, y gente sin trabajo; y problemas para acceder a la vivienda, encarecimiento de los combustibles y de la bolsa de la compra. Todo esto genera desigualdad porque la inflación se ceba sobre todo con la gente que tiene menos recursos.
Hay que abordar dos cosas. Una reforma fiscal para que nuestro sistema sea más progresivo en cuanto a los ingresos. Y revisar el funcionamiento de las políticas públicas para que sean más eficientes en el gasto.
¿Por qué los problemas políticos que llevaron al estallido del 15-M siguen estando entre las principales preocupaciones de los ciudadanos?
Quiero subrayar que la situación de hastío o fatiga democrática en España no es diferente al resto de las democracias de nuestro entorno.
Pero España es uno de los pocos países en los que el malestar de la gente con su política es persistente. Si sumamos todas las preocupaciones que aparecen en las encuestas después de la economía, la segunda son los políticos y la política. Eso es muy problemático porque señala que la gente no está contenta. Las causas son varias, la frustración ante una nueva política que defrauda, la falta de reformas institucionales, la sensación de que han cambiado los partidos, pero no ha cambiado la realidad, las cicatrices mal curadas de la gran recesión de 2008 porque la gente ve que no va a volver al nivel de vida que tenía antes de la crisis. Todo ello explica un poco ese hastío.
¿Cómo ve el debate de la amnistía, vistos los resultados de las elecciones gallegas?
La amnistía en el voto gallego no ha tenido ningún impacto. Han sido elecciones de continuidad respecto a los resultados del PP y el BNG ha capitalizado el voto útil. Y la amnistía no se ha colado en el debate. Ni tampoco lo va a haber en las vascas. Y en las europeas probablemente se hable del tema porque estará más cercana la aprobación de esa ley, y porque el debate será más nacional.
“España es uno de los pocos países en los que el malestar de la gente con su política es persistente”
Otro debate recurrente gira entorno a PP-Vox.
El PP ha tomado una decisión. Tiene un dilema estructural en el País Vasco y Cataluña. Si quiere dejar de ser un partido apestado, con posibilidades de representación, no puedes comprar postulados de Vox, necesitas una mayor sensibilidad territorial. El PP ha elegido achicar el espacio a Vox, y todo lo que hace va en esa dirección, como movilizaciones en la calle, protesta por la amnistía, perfiles duros en el Congreso, oposición implacable con el gobierno, etc., y todo ello para impedir que Vox pueda sacar la cabeza.
Y en la izquierda… ¿Hay sectores económicos y de clase, centros de poder, interesados en minimizar el papel y la influencia de la izquierda a la izquierda de PSOE?
La izquierda a la izquierda del PSOE nunca había tenido poder, es decir, nunca había estado en el gobierno de España. El problema no es tanto esos sectores interesados en que sus políticas no salgan adelante como que hay dos limitaciones.
La primera, es un gobierno de coalición donde quien controla el gasto es el ministerio de Hacienda, que controla el PSOE. Eso permite avanzar hasta un punto en determinadas demandas. E incluso la izquierda a la izquierda del PSOE ha conseguido que demandas como las subidas del salario mínimo, la reforma laboral y la atención a la salud mental las asumiera el PSOE e incluso se las apuntara. Antes la izquierda a la izquierda del PSOE no tenía poder, ahora tiene una parte, mejor que nada.
Y segunda, no tiene experiencia administrativa, es decir, no sabe cómo hacer mover los engranajes del poder, no sabe cómo hacer leyes…, le falta experiencia de gobierno. Le queda mucho por aprender.