Se radicalizan las fuerzas ante el 29-S

Las espadas en alto

A medida que se acerca el 29-S, la huelga se está convirtiendo a marchas forzadas en un verdadero centro nodular de la batalla polí­tica que se libra en nuestro paí­s. La amplitud y la radicalidad con la que se están alineando las fuerzas a ambos lados, induce a pensar que sus consecuencias pueden ir bastante más lejos de lo que nadie imaginaba cuando fue convocada. Y no sólo por lo que ocurra ese mismo dí­a, sino por la nueva dinámica polí­tica y social que puede poner en marcha.

Los ataques contra los intereses fundamentales de las clases opulares no se van a detener el 29-S, antes al contrario, se van a incrementar abriendo nuevos frentes tan vitales como las pensiones o la sanidad. Y lo que empieza a vislumbrarse cada vez con mayor nitidez es que, ante esta perspectiva, la energía y la voluntad de lucha de una parte sustancial de la población para hacerles frente se están activando y revitalizando. Mientras el gobierno sigue renovando sus ataques contra los intereses del 90% de la población –poniendo fecha fija para la reforma de las pensiones amenazando implícitamente (Zapatero en Oslo) a los 4 millones de parados o iniciando de forma oculta los recortes y la privatización de la sanidad publica–, la caverna mediática se han lanzado como lobos hambrientos contra todo lo que huela a huelga, a sindicatos o a sindicalistas. Ni en los tiempos más duros de Aznar se habían atrevido a llevar tan lejos su campaña de insidias y mentiras, de insultos y desprestigio contra el movimiento obrero y sindical. Por el contrario, entre las filas del pueblo, al estallido de energía, combatividad y voluntad de lucha que supuso la concentración de 20.000 delegados sindicales en Vista Alegre la semana pasada, le ha seguido una extensión, una profundidad y una radicalidad en el movimiento de preparación de la huelga que crece cada día que pasa. Extensión, profundidad y radicalidad expresadas, en primer lugar, por la aparición, este pasado viernes, en el diario Público del Manifiesto de las Agrupaciones Populares contra la crisis, con un amplio llamamiento a la unidad y la participación de todos en la huelga, haciendo visible a los ojos de centenares de miles de personas que sí existe otra alternativa. Y gente, mucha gente, dispuesta a unirse y luchar por ella. Para quienes hemos participado en su publicación se ha hecho evidente el grado de receptividad que existe entre amplios sectores populares hacia una alternativa de este tipo. Posiblemente sea el Manifiesto publicado en prensa y financiado exclusivamente con las aportaciones de los firmantes que menos esfuerzo y trabajo ha costado. Y la respuesta popular, sobre todo en cantidad, pero también en calidad, hace pensable (y totalmente posible) el objetivo de editarlo nuevamente la semana próxima con un alcance político y social todavía muy superior. En segundo lugar, por la adhesión de la Archidiócesis de Sevilla, cuyo boletín pastoral mensual llama a todos los fieles a secundar el 29-S porque “apoyamos la convocatoria de huelga general del 29 de septiembre como un derecho de los trabajadores y como una medida justa y legítima para la defensa de los derechos y la dignidad de los trabajadores”. Aunque la Conferencia Episcopal y el propio Arzobispo de Sevilla hayan salido 24 horas después a intentar echar agua al vino, sus efectos pueden llegar a ser cualitativos. Que sectores de la iglesia empiecen a participar (y además de forma destacada y activa) en el movimiento popular de lucha contra la crisis, supone un factor de primer orden en la línea de unir al 90% de la población para dar la batalla. Algo de lo que los propios dirigentes sindicales empiezan a ser conscientes, multiplicando sus llamamientos a que el 29-S no debe limitarse a ser una respuesta sindical, sino de todos los sectores de la población, porque todos estamos afectados. En tercer lugar, la radicalidad expresada por la lucha de los mineros castellano-leoneses o los recibimientos que están teniendo algunos de los ministros de Zapatero, abucheados por grupos de trabajadores que salen a manifestarse al grito de “Zapatero dimisión”, indican que la “temperatura social” del país está elevándose de grado por momentos. Y cada vez empieza a tener una mayor correspondencia con la gravedad y la envergadura de los ataques que está sufriendo la población. Y ya sabemos que en nuestro país, por razones históricas y de temperamento, hasta las cuestiones más aparentemente nimias pueden convertirse en la chispa que prende la reacción popular, cuando existe un movimiento de fondo de indignación y rechazo similar al que es observable estos días entre buena parte de la población. No en balde, el Foreign Office británico ha tenido siempre presente –en sus dosieres de valoración de la situación política de nuestro país– “las imprevisibles reacciones del pueblo español”. Las espadas están en alto y en los próximos 10 días es previsible que salten nuevas chispas de ellas. A medida que se acerca el 29-S, se hace cada día más evidente lo mucho que hay en juego. Las fuerzas de la oligarquía y el imperialismo son conscientes de ello, de ahí las redobladas campañas de ataque y desprestigio que estamos viviendo. Nosotros, por nuestra parte, también debemos ser conscientes de lo mucho que nos queda por hacer estos 10 días, y de lo mucho que podemos ganar en conciencia, unidad y organización hasta el 29-S y, sobre todo, después de la huelga. Esto no ha hecho más que empezar.

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