Seúl acepta el ofrecimiento de Pyongyang

Las dos Coreas se sentarán a hablar

Tras meses amenazas de guerra y alta tensión -exacerbada al máximo en las últimas semanas con el lanzamiento de un proyectil que cruzó el cielo japonés, y que según Seúl, Tokio y Washington era una prueba balí­stica de largo alcance- las dos Coreas volverán al diálogo presumiblemente mañana en la ciudad fronteriza de Kaesong. Serán las primeras conversaciones desde que Lee Myung Bak -representante de los sectores más duros con Pyongyang de la clase dominante surcoreana- accedió a la presidencia en febrero de 2008. Ha sido el régimen norcoreano el que ha ofrecido entablar una ronda de conversaciones acerca de un proyecto industrial conjunto.

Corea del Norte afirmaba en el comunicado que entregó la semana asada a las autoridades de Seúl, que desea informar sobre "asuntos importantes" a Corea del Sur, aunque no añadía más detalles. Informaciones posteriores añadían que Pyongyang pondrá encima de la mesa un proyecto de conjunto industrial en el lado norte de la frontera común, que implicaría una fuente importante de ingresos para el régimen norcoreano. Serán los primeros contactos de ambos países desde que el conservador Lee Myung Bak gobierna en Corea del Sur. La subida al poder de éste último irritó al régimen de Kim Jong-il, ya que Seúl pasó a mantener una posición mucho más exigente con el programa nuclear del Norte. Entre los dirigentes surcoreanos podemos distinguir históricamente dos líneas, claramente diferenciadas en torno a la relación con el díscolo vecino. Mientras que unos –apoyados históricamente por Washington- son partidarios de condicionar la normalización de las relaciones políticas y comerciales con Pyonyang a avances verificables en la desnuclearización; otros son de la opinión de que la reunificación y el problema nuclear son dos cuestiones distintas que hay que resolver paralelamente, sin renunciar a hacer más avances en un terreno so pena de quedarse rezagado en el otro.Lee, respaldado por Tokio, lanzó varias propuestas –en especial un mecanismo de verificación nuclear- que terminaron de sacar de sus casillas al irritable Kim Jong-il. Pyongyang decidió que era el momento de lanzar un órdago de fuerza –de los que tiene por costumbre arrojar- con un objetivo múltiple: poner en evidencia la debilidad de Seúl ante la agresividad de Pyongyang, advertir a Japón de que nada puede hacer si decide lanzar un misil sobre suelo nipón, y por último –y más importante- probar el temple de la nueva administración norteamericana y de su diplomacia inteligente. Pyongyang insiste en que el lanzamiento del satélite ha sido un éxito; EEUU y Rusia afirman que ha sido un fracaso. Tal cosa es secundaria: el hecho es que por el momento Corea del Norte ha ganado la batalla de la propaganda: son capaces de romper el status quo con una acción espectacular y el castigo –la reprimenda en este caso- no está en correspondencia. Las sanciones de la ONU han sido respondidas con altanería por parte de las autoridades norcoreanas.Con esta correlación de fuerzas, Pyongyang y Seúl, condenados a entenderse, se sentarán mañana en la misma mesa.

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