La Casa Blanca ha puesto nombre al cerco y derribo contra Venezuela que viene desplegando desde este verano. Bautizada como «Southern Spear» (Lanza del sur), la operación mantiene una poderosa flota de guerra frente a las costas venezolanas, a la que ahora se ha unido el portaaviones Gerald Ford, el más grande y avanzado del mundo.
Un despliegue que busca desestabilizar y derribar a los gobiernos que plantan cara a los dictados de EEUU -no sólo Venezuela, otro objetivo lateral puede ser el gobierno de Petro en Colombia- y enarbolar el poderío militar norteamericano como sostén fundamental de su ofensiva reaccionaria sobre toda América Latina.
«Lanza del Sur» ha sido el nombre escogido por el jefe del Pentágono, el secretario de Guerra de EEUU, Pete Hegseth, para una operación que oficialmente tiene como objetivo expulsar a los narcoterroristas del «hemisferio occidental» y «proteger a la patria de las drogas que están matando» a los estadounidenses.
Bajo esa excusa y desde septiembre, EEUU mantiene una poderosa flota frente a las costas de Venezuela, y ha lanzado más de 20 ataques a embarcaciones acusadas -sin prueba alguna- de ser «narcolanchas», asesinando al menos a 80 personas. Unos ataques que a instancias del gobierno colombiano han sido condenadas por la ONU como «ejecuciones extrajudiciales».
La flota de guerra que EEUU ha desplegado en el Caribe es impresionante, y representa el 8% de la flota global total de la US Navy. El Pentágono tiene en la zona a tres ultramodernos destructores lanzamisiles clase Arleigh Burke, un crucero, tres buques anfibios y un submarino nuclear. En ellos carga hasta 10.000 militares, cazas F-35B, drones MQ-9 Reaper, un grupo de asalto anfibio (con 4.500 efectivos, incluidos cerca de 2.220 infantes de Marina).
A ellos se ha sumado ahora el USS Gerald R. Ford, el portaaviones nuclear más grande y poderoso del mundo, que porta más de 4.000 marineros y más de 60 aeronaves. Una fortaleza naval capaz de lanzar alrededor de 200 salidas de combate al día. Junto al portaaviones y su escolta, la flota cuenta con un total de 11-13 buques de guerra.
La «Lanza del sur» cuenta además con apoyo adicional en el área del Caribe. A esta flota hay que sumar los aviones F-35 de la recién reactivada base Roosevelt Roads de Puerto Rico, numerosos drones y bombarderos estratégicos B-52 Stratofortress para reconocimiento.
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¿Qué pretende hacer Trump con esa lanza?

Hace pocas semanas, Trump autorizó (abiertamente) a la CIA a realizar operaciones encubiertas sobre Venezuela, lo que ha disparado los rumores sobre un ataque militar directo de EEUU contra el país caribeño. Una posibilidad que muchos periodistas han preguntado al republicano en la Casa Blanca, y que Trump ni confirma ni desmiente. ¿Puede estar desplegando EEUU esta formidable concentración de poder aeronaval para no utilizarlo?
Veamos. A pesar de la gran cantidad de tropas que hay en esas naves, entre las que destaca una unidad expedicionaria de élite de más de 3.000 marines, lista para el combate, en tres buques anfibios… eso es apenas un 1% de las tropas que fueron necesarias para invadir Irak en 2003, o un 10% de las empleadas para capturar Panamá en 1989. Y tendrían que enfrentarse a una Venezuela que cuenta con un ejército regular de entre 110.000 y 125.000 efectivos, pero que podría movilizar rápidamente milicias armadas de entre 200.000 y 400.000 efectivos adicionales, y hasta 8 millones en caso de guerra declarada.
Por tanto, si la pregunta es si estamos ante los prolegómenos de una invasión terrestre de Venezuela, la respuesta es que aún no ha llegado ese momento. «A Trump falta todavía demasiado músculo para soñar con una invasión de Venezuela, incluso si contara con el hipotético apoyo de los opositores al régimen de Maduro», dice en 20 Minutos Juan Rodríguez Garat, almirante retirado de la Armada.

Pero eso no quiere decir que EEUU no se disponga a realizar alguna clase de ataque aéreo, híbrido o «quirúrjico» sobre Venezuela, capaz de hacer caer a Maduro o desestabilizar notablemente al gobierno bolivariano. Los buques de guerra desplegados poseen misiles Tomahawk capaces de destruir los sistemas antiaéreos que Rusia ha entregado a Caracas, así como los hangares de la limitada aviación venezolana. Una vez inutilizados, los aviones norteamericanos podrían lanzar ataques aéreos sobre puntos estratégicos. Junto a esos eventuales raids, comandos especiales de EEUU podrían lanzar incursiones rápidas sobre objetivos señalados, para retirarse después.
En definitiva, la capacidad de destrucción de EEUU contra Venezuela no puede ser obviada ni por un instante.
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No, no sólo Venezuela

La Casa Blanca ha señalado -de nuevo sin pruebas- a Maduro como la cabeza o el protector de cárteles del narcotráfico como el «Cártel de los Soles». Una excusa que ocupa ahora el mismo papel que las «armas de destrucción masiva» que motivaron la Operación Libertad Duradera de Bush contra Irak en 2001. De todas maneras «el combate al narcotráfico» lleva siendo una vía de intervención política y militar de EEUU en toda América Latina desde los años 70.
Otros analistas, algo más sinceros, señalan que el verdadero objetivo de todo este despliegue no es otro que el derribo del gobierno de Nicolás Maduro, mediante alguna combinación entre operaciones encubiertas, y levantamientos de grupos opositores o de algún sector del Ejército proclive a una «transición».
Es evidente que el objetivo prioritario de la «lanza del Sur» -tal y como han expresado sin tapujos los líderes proyanquis de la derecha venezolana, como Maria Corina Machado- es provocar un cambio de gobierno en Venezuela, un país que desde 1999 (con Hugo Chávez) se zafó del dominio norteamericano y se convirtió en una de las puntas de lanza del frente antigehemonista en América Latina.
Ahora bien, la «Southern Spear» puede tener además otro objetivo menos explícito. Porque junto a Venezuela está Colombia, al frente de cuyo gobierno está Gustavo Petro, un presidente que ha ido tomado una posición cada vez más enfrentada a Trump y a EEUU.

En un contexto de escalada de tensiones diplomáticas contra Washington -a raíz de las críticas por parte de Petro de las racistas políticas antimigratorias de Trump contra colombianos en EEUU; del apoyo del gobierno colombiano a la causa palestina, denunciado el genocidio israelí; y sobre todo de la denuncia de las ejecuciones extrajudiciales por parte de la flota de guerra de EEUU a supuestas narcolanchas, en uno de cuyos ataques asesinaron a un humilde pescador colombiano- la administración Trump ha ido elevando el tono contra Gustavo Petro, acusándolo abiertamente (de nuevo, sin pruebas) de vínculos con el narcotráfico. Hasta el punto de imponerle sanciones directas a él y a su familia por «participar en el comercio ilícito global de drogas».
Por tanto, no debemos descartar que junto a la desestabilización de Venezuela, otro objetivo de la «Lanza del Sur» sea hacer caer el gobierno de Gustavo Petro, para lo cual EEUU cuenta con muchos más recursos, no sólo en forma de poder aeronaval en el Caribe, sino en forma de militares y policías pronorteamericanos bien incrustados en las entrañas de las fuerzas armadas de Colombia.

