Editorial

Lágrimas Negras

El último trimestre del 2102 los teatros españoles perdieron 1,8 millones de espectadores. Un 60% es debido a la subida del IVA, y el otro 40% al empobrecimiento de la población.

Todos los sectores relacionados con la Cultura habían sufrido las consecuencias de los recortes prácticamente desde el principio, pero el teatro había conseguido aguantar. De hecho, no era un fenómeno realmente nuevo. Por una parte porque, como dicen los profesionales del sector, “el teatro siempre ha estado en crisis”, pero por otra, porque ante el endurecimiento de las condiciones de vida parecía que los espectadores valoraban más los espectáculos en directo, las historias contadas en vivo, lo nuevo en cada representación. Algo parecido a lo que ocurre con la música en directo frente a las ventas de discos.

Pero tarde o temprano le ha llegado el turno al teatro, como a todos los ámbitos de la vida de cada uno de nosotros. En torno a un 30% de los espectadores han dejado de acudir a los teatros. Uno de cada tres espectadores ya no se puede permitir comprar una entrada.

Aunque pueda parecer una obviedad, no está de más recordar que, en el mundo en el que vivimos, el dinero también significa más o menos libertad. A mayor capacidad de consumo, mayor capacidad de elección.

Al mismo tiempo, cada vez son más las alternativas culturales que intentan abrirse paso y responder a la situación actual con creatividad, audacia e independencia. Este fenómeno, al que le dedicamos una especial atención en esas páginas, sí es nuevo. Y no solo porque la conciencia de la gente aumenta respecto al papel que juega el arte en la situación que vivimos, sino porque el recorte de una parte de las subvenciones se ha llevado con él el dogal que éstas también suponían para el mundo de la Cultura.

No quiere decir esto que sea bueno, al contrario. Quiere decir que las clases populares responden con un torrente de expresión independiente al saqueo cultural. No olvidemos que cada euro que deja de recibir el mundo de la Cultura no sirve para crear empleo, como parece que pretenden hacernos creer, sino para incrementa las cuentas de beneficios de aquellos que nos han traído hasta aquí.

En cualquier caso, ambas cosas se dan paralelamente – las menores posibilidades de acceder a la cultura y la aparición de más alternativas independientes -. ¿Qué consecuencias tiene esto?

El incremento del abismo social en el terreno de la cultura, y la elitización de la producción cultural, convirtiendo la televisión y la “cultura gratis” en los productos de mayor consumo, canales en los que la ideología dominante arrasa. Lo que dificulta aún más el que puedan llegar otras posiciones y puntos de vista a la mayoría.

Pero también la búsqueda de alternativas comunes, de canales de participación dirigidos al 90% de la población, y sustentados en una economía independiente de los principales monopolios de la cultura. Alternativas que no han de caer como la lluvia, sino fruto del esfuerzo de todos por promover la creación artística independiente y por unir fuerzas para que los canales de distribución popular no sean marginales, sino estables y competitivos.

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