Derechos de propiedad intelectual y cultura libre

Ladrones legales y piratas ilegales

La creación de una Comisión de Propiedad Intelectual, que permitirá bloquear las páginas web que ofrezcan descargas «ilegales», ha provocado la rebelión de los internautas. A través de la red, se ha difundido un decálogo «En defensa de los derechos fundamentales en internet», denunciando «un intento por controlar la información, poder silenciar las opiniones que no nos interese oí­r y callar a las voces discordantes». Al mismo tiempo, los autores -encabezados por músicos o escritores de larga tradición progresista- se han alineado con el gobierno, colocando la piraterí­a como el enemigo que está destrozando la industria cultural. ¿Qué hay detrás de esta batalla? ¿Existe realmente una contradicción insalvable entre el derecho de los autores a recibir una retribución por sus creaciones y la voluntad de los internautas por utilizar la red para disfrutar gratuitamente de la cultura? ¿O se publicita el enfrentamiento entre autores y usuarios… para esconder el expolio practicado por los grandes monopolios de la industria cultural? ¿Los millones de usuarios de internet que nos descargamos discos o pelí­culas somos «piratas ilegales»… o existen unos pocos «ladrones legales» que se enriquecen a costa tanto de los autores como de los usuarios?

¿Autores frente a internautas? Si nos guiamos or lo que difunden periódicos, radios y televisiones, el problema de las descargas “ilegales” en internet radica en la contradicción insalvable entre los derechos de los autores y de los usuarios.Los internautas utilizan la red para burlar los precios abusivos de los productos culturales, y poder disfrutar de ellos de forma gratuita. Y los creadores denuncian que las descargas “ilegales” están destruyendo los puestos de trabajo de la industria cultural. Esta visión, difundida por los grandes medios de comunicación, es demasiado interesada, porque desaparecen del mapa las grandes discográficas y las principales teleoperadoras.Mientras nos peleamos entre nosotros -los autores frente a los internautas-, los grandes monopolios de la industria cultural siguen practicando el expolio.Tan sólo cuatro gigantescos monopolios -Universal, EMI, Sony BMG y Warner- controlan el 80% de la venta de discos en España. Ellos son los que imponen precios abusivos para los consumidores y condiciones draconianas para los autores.Las discográficas se quedan con el 90% de lo que pagamos por un disco, imponiendo precios abusivos gracias a su control monopolista. Para los autores sólo queda el 10%, que deben compartir con todos los intermediarios. Además, ante la caída en la venta de discos, las discográficas han buscado otros medios para exprimir a los creadores, como exigir entre el 5% y el 20% de los beneficios de los conciertos.Nos encontramos ante un pulpo de interminables tentáculos que exprime por igual a autores y consumidores. ¿Entonces por qué nos enfrentamos entre nosotros? ¿Por qué no buscamos, con las enormes posibilidades que ofrece un medio como internet, soluciones que nos interesen a ambos?Saltándose el control de los grandes monopolios de la distribución cultural, se pueden hacer llegar los productos a un precio razonable -abaratándolos para el consumidor al tiempo que se incrementa el porcentaje que se lleva el autor-, y además los creadores pueden realizar su obra sin las presiones e injerencias que imponen los grandes monopolios.Y es posible hacerlo. No cesan de aparecer nuevas alternativas y contradicciones ante las prácticas monopolistas. Tanto en las pequeñas iniciativas de grupos y plataformas a nivel nacional, como la Unión Fonográfica Independiente, Vetusta Morla, La Habitación Roja o La Excepción, que barren en las listas de éxitos de forma independiente, editan con precios justos accesibles para la mayoría u ofrecen sus trabajos de forma gratuita como forma de rebelión, basando su financiación exclusivamente en los conciertos; como en las alternativas internacionales antimonopolistas en la red. Internet: negocio y poder Enrique Bustamante, catedrático y miembro del consejo de sabios de RTVE, ha sido categórico al afirmar que “Zapatero está desmantelando los restos de legislación que protegían el pluralismo y la prevención de la concentración en España en el campo televisivo”.Todas las medidas que está adoptando aceleradamente el gobierno en materia audiovisual, tienen un mismo objetivo: incrementar el control de los grandes monopolios.La supresión de la publicidad en la televisión pública es un regalo a las privadas; la supresión de los límites a la propiedad ha permitido las megafusiones de Telecinco y Cuatro o Antena 3 y La Sexta; la “persecución a las radios ilegales” busca ampliar el control de los tres grupos mediáticos que monopolizan las ondas…También en el campo de internet se persigue el mismo objetivo. Lo que se busca es que sean los grandes monopolios quienes administren el mercado de descargas, quedándose con los beneficios potenciales de un mercado donde está el futuro de la venta y distribución de productos culturales.Las grandes teleoperadoras han anunciado que 4.500 portales responsables de la edición de contenidos “ilegales” y 60.000 distribuidores web a los que tienen acceso 8 millones de usuarios, el 61% del total.Quieren una limpieza total de “competidores”, para que sean ellos solos los que pueden administrar el negocio.Pero internet no es sólo negocio. Es también poder. El control de la red por unos pocos monopolios, todos ellos norteamericanos y vinculados estrechamente a los intereses imperiales de la superpotencia, es un elemento de control social e intervención política al que Washington no quiere renunciar.Por eso, en todos los países de capitalismo desarrollado se desata una fiebre para acabar con “los piratas ilegales”, que son todos aquellos que quieren utilizar internet al margen de los dictados de los grandes monopolios, los auténticos “ladrones legales” de la red.Pero, al mismo tiempo, la inmensidad de internet permite la constante aparición de nuevos canales, de nuevas posibilidades, que pueden ser explotadas también por la gente para crear ámbitos de intercambio y difusión al margen del control monopolista. Esta es la batalla que se está librando bajo la bandera de “acabar con la piratería ilegal”.

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