El 4 de Octubre la Voz de América Latina quedó suspendida en el aire, perdida por un momento, dueña de nadie y adueñada de todas las cosas. Mercedes Sosa asintió a la muerte dejando como patrimonio de todos lo que hasta ahora seguía representando cada rincón de Iberoamerica, o de Hispanoamerica, o del mundo hispano… los representaba a todos, de aquí y de allá. Universal y poderosa, «La Negra» cantaba ya sentada, y parecía un general de los ejércitos del alma, aquel 1 de marzo en Bragados: «los únicos vencidos, corazón, son los que no luchan. No te entregues corazón libre, no te entregues…».
Mercedes Sosa era hija de un obrero de la industria azucarera y una lavandera de familias bien en su Argentina querida. Madre del Movimiento del Nuevo Cancionero, comunista de entrañas y voz virtuosa caaz de llenarlo todo. Su razón para todo, la obligación, el deber que se antepone a la explicación, pero el deber con su gente, su pueblo, su arte, su país… cantora antes que cantante, el deber antes que el poder. Así fue que el mundo pudo conocerla en aquel Festival de Cosquín de 1965, cuando “Merche” tenía 30 años. El músico Jorge Cafrune, como hipnotizado por ese deber, subió al escenario contra la voluntad de los organizadores y dijo: “Les voy a ofrecer el canto de una mujer purísima, que no ha tenido oportunidad de darlo y que como les digo, aunque se arme bronca, les voy a dejar con ustedes a una tucumana: Mercedes Sosa.” Con el Movimiento del Nuevo Cancionero fue artista contra “toda producción burda y subalterna que, con finalidad mercantil, intente encarecer tanto la inteligencia como la moral de nuestro pueblo”, defendió que “el arte, como la vida, debe estar en permanente transformación” y por eso, concibió y militó en el cancionero popular apoyando el desarrollo creador del pueblo, “todo para acompañarlo en su destino, expresando sus sueños, sus alegrías, sus luchas y sus esperanzas.” Se opuso activamente a las dictaduras del Cono Sur, no solo en su país, del que fue carne de prisión y exilio, y cumplió con “su deber” hasta el final: oponiéndose a las subversiones dentro de las filas revolucionarias, dejando el Partido Comunista tres años antes de la caída del Muro de Berlín – “yo creo que las revoluciones son de mucha gente, no de unos pocos que tienen las armas” -, y respaldando el resurgir de Iberoamérica y su rebelión contra el dominio norteamericano en los últimos años, con su apoyo a los Kirchner. Su compromiso no era “social”, sino con la vida, su gente, su país, su América. Su arte… enorme, gigantesco. Gracias “Negra”, porque nos has dado tanto.