25 aniversario de la muerte de Salvador Espriu

La veu de la pell de brau

En «El canon occidental» Harold Bloom, uno de los principales gurús de la crí­tica literaria mundial, sitúa a Salvador Espriu entre los grandes de la poesí­a universal, lamentando que no se le hubiera otorgado el Nobel.

Pero, a un cuarto de siglo de su muerte, la obra de Esriu es uno de los casos más flagrantes de olvido deliberado.A los actuales mandamases del “canon literario” catalán, empeñados en vendernos un “enfrentamiento histórico con España”, quizá no les resulte cómodo un autor que dedicó hermosos versos a la piel de toro.Y, en una época donde el consumo rápido de mercancías insulsas se ha instaurado como norma del comercio cultural, la obra de Espriu, tremendamente exigente con el lector, es sistemáticamente ninguneada.Pero, como venganza poética, persisten sus versos, para dar fe de la grandeza de unos y de la mezquina pequeñez de los otros. La realidad y el mitoSorprende el olvido que las autoridades catalanas han sometido a Salvador Espriu durante estos últimos 25 años.Quizá el más grande poeta en lengua catalana del último siglo ha sido relegado a las criptas de los museos literarios.¿Por qué?Espriu es un poeta incómodo, política y literariamente. Pero quizá sea el escritor que, junto con Josep Pla -el otro gran “personaje incómodo” de la literatura catalana, haya sido más catalán y más universal.La poesía de Espriu nace del desgarro, bebe de las fuentes de la pérdida y de la muerte. Y no podía ser de otra manera cuando planeaba el fantasma de la derrota en la guerra civil.El triunfo franquista trunco su brillante carrera académica, y, expulsado de la universidad por los fascistas, le obligó a trabajar durante décadas en una notaria.Pero Espriu presentó toda una declaración de intenciones cuando, nada más acabar la guerra, presentó una nueva versión de “Antígona”, el mito clásico del enfrentamiento al poder más allá de las consecuencias.Y este es el vehículo que confiere a la poesía de Espriu un mayor vuelo poético. El poeta catalán utiliza los mitos fundacionales de la civilización occidental -las grandes tragedias griegas, pero también las historias bíblicas- como el particular hilo de Ariadna para penetrar hasta el corazón de la realidad.Teseo, Ulises, Fedra o Antígona, se pasean por las calles de los pueblos catalanes o se enfrentan a los dilemas más sangrantes de la actualidad.La realidad se eleva hasta el mito, y el mito se llena de realidad. Y en ese juego de espejos los versos se elevan, las palabras se afilan. De Sinera a SepharadY los dos grandes mitos poéticos de la obra de Espriu son Sinera y Sepharad.Sinera es la evocación del paraíso infantil en la localidad de Arenys de Mar. Sepharad -el nombre que en lengua hebrea se da a España, y del que toman su nombre los sefardíes, los judíos originarios de la península ibérica- una mirada trágica y sentida hacia España.Espriu quiso dejar claro, en el prólogo al primer tomo de sus obras completas, que entre Sinera y Sepharad había una “íntima conexión”.Efectivamente, por mucho que se empeñen algunos, no se puede pensar Sinera sin Sepharad, ni viceversa.Sinera, la mitificación de la Cataluña mediterránea, está íntimamente vinculada al destino de Sepharad, de España.En “La pell de brau”, Espriu habla directamente a España, a un país donde “diversos son los hombres y diversas las lenguas”, pero donde “han convenido muchos nombres a un solo amor”.La diversidad y la unidad como dos caras indisolubles que se refuerzan mutuamente, frente a la visión difundida por los nacionalismos excluyentes de que una obliga a negar a la otra.“La pell de brau” no es un diálogo tranquilo. Está escrita en 1960, en pleno franquismo, cuando todavía duele demasiado la derrota y el recuerdo del paraíso arrebatado. Un sentimiento de tragedia y un afán de libertad que Espriu comparte, no ya con Cataluña, sino con el conjunto de España.Y es un recuerdo incómodo para la burguesía catalana y sus representantes políticos, deslizados hacia un soberanismo excluyente que les obliga a negar lo mejor de la tradición catalana.Porque Espriu y “La pell de brau” no es una chispa casual. Forma parte de la mejor tradición progresista del pensamiento catalán, la que junto a lo más granado de la intelectualidad progresista del resto de España, persigue reforzar la unidad ampliando la diversidad y la libertad.Una íntima relación con España que los actuales “patrones” de Catalunya están obligados a negar y enterrar.

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