Ademas de al coronavirus, el Covid-19, hay que combatir la epidemia de la desinformación, servida a través de una oleada de fake news que alientan el alarmismo y dificultan los esfuerzos por contener la enfermedad. Algunos son bulos sanitarios, difundiendo disparatadas formas de contagio o de cura. Pero otras mentiras, igualmente peligrosas, revelan la intención de utilizar políticamente la actual emergencia sanitaria global.
Intoxicar por acumulación
La Organización Mundial de la Salud se está empleando a fondo contra informaciones tóxicas difundidas masivamente al calor de las redes sociales, algunas tan disparatadas como que la cocaína o la orina infantil tendrían poderes curativos frente al coronavirus.
Pero al mismo tiempo se extienden, como una viscosa mancha de aceite, teorías sobre el origen del virus que disparan en todas las direcciones: desde acusar a un laboratorio del gobierno chino de haberlo creado como un drástico medio de control de población, a quienes afirman que fue EEUU quien introdujo la enfermedad en el gigante asiático.
No se aporta una sola prueba en ninguno de estos casos, pero se pone en marcha un “ventilador” que intoxica por acumulación de noticias falsas, difundiendo una alarma y desconfianza que impide comprender los hechos reales.
Generar desconfianza hacia China
Una de las ideas más difundidas es que el régimen chino está ocultando información sobre la auténtica magnitud del virus, impidiendo también que pueda desarrollarse un esfuerzo internacional conjunto para combatirlo.
Pero lo que la realidad, y los principales organismos y expertos internacionales nos dicen es justamente lo contrario.
La Organización Mundial de la Salud no solo ha reconocido que tiene acceso a “toda la información de relevancia sanitaria” sobre la enfermedad, proporcionada por las autoridades chinas, sino que ha podido visitar directamente la zona cero de la epidemia. Una misión de la OMS, encabezada por el epidemiólogo canadiense Bruce Aylward, ha realizado una investigación en Wuhan, la ciudad donde se originaron los primeros casos. Allí ha declarado que “el descenso de contagios en China, del 80%, es auténtico”. Y ha elogiado “las soluciones contundentes y rápidas” impulsadas por Pekín, “las únicas que sabemos que funcionan”, añadiendo que “han hecho más lento el avance del virus y han evitado miles de contagios”, y declarando que “son un ejemplo para las naciones donde han surgido nuevos focos virulentos”.
Además, China ha compartido las secuencias genómicas de cinco cepas del nuevo coronavirus, tanto con la OMS como con una base de datos estadounidense, creando mejores condiciones para realizar un esfuerzo científico conjunto contra el virus.
El alarmismo que la OMS sí ha denunciado
La propia Organización Mundial de la Salud ha señalado directamente a los países más desarrollados por su poca disposición a compartir información. Así lo planteó su director general, Tedros Adhanom Ghebreyesus: “De los 176 casos registrados hasta ahora fuera de China, la OMS ha recibido declaraciones completas solo del 38%. Algunos países de altos ingresos están muy atrasados al comunicar unos datos que son vitales para la OMS. No pienso que esto sea por la falta de medios”.
Desde la OMS se ha reprochado a los países que “estigmatizan a China”, declarándose en contra de medidas como el cierre de fronteras, la cancelación de viajes o las trabas al comercio por crear una alarma perjudicial para combatir la enfermedad.
Aun sin mencionarlo, las críticas de la OMS iban dirigidas hacia EEUU, el primer país que evacuó a su personal consular de Wuhan, que prohibió la entrada en el país a viajeros procedentes de China o que canceló vuelos con el país asiático.
Trump no ha creado el coronavirus ni lo ha inoculado en China. Pero sí se aprecia una evidente intención, que cada vez más voces internacionales denuncian, por utilizar esta crisis sanitaria para golpear a Pekín. La propia prensa norteamericana ha difundido que el secretario de comercio de Trump, Wilbur Ross, festejó la extensión del coronavirus, afirmando que “acelerará la vuelta de puestos de trabajo a EEUU, lo que es malo para China es bueno para nosotros”.
¿Es Irán una amenaza mundial?
Irán se ha convertido en el país, fuera de China, donde más ha avanzado el coronavirus. Se contabilizan 593 infectados y 43 muertos. Es, evidentemente, motivo de alarma. Irán no dispone de las capacidades que sí están al alcance de China o de los países de Europa Occidental como Italia. Pero esta realidad se vuelve a pasar por un filtro político interesado.
Un artículo del periódico norteamericano The New York Times, difundido por varios medios internacionales asociados, llevaba por título “Coronavirus: Por qué Irán puede convertirse en la mayor amenaza mundial”. En él se ponía el peso en la incapacidad de Teherán para contener la enfermedad, o se insistía en que el número de casos era mucho mayor del difundido por las autoridades iraníes.
Sin embargo, la Organización Mundial de la Salud ya ha visitado Irán, y se ha reunido con su gobierno. Planteando una posición radicalmente diferente, al calificar “la respuesta de Irán en la lucha contra la enfermedad como un ejemplo exitoso”, y afirmar que “Irán tiene la capacidad suficiente para combatir el coronavirus”.
Combatir la “informademia”
La Organización Mundial de la Salud ha llamado a combatir una desinformación que puede conducir a lo que ya han bautizado como “infodemia”, una epidemia que puede ser tan nociva como el virus.
Hay quien ya la está utilizando con espúreas intenciones, como cuando Salvini en Italia o Vox en España llaman a cerrar fronteras, utilizando el coronavirus para criminalizar a extranjeros e inmigrantes.
Como plantea la OMS “esta infodemia está obstaculizando las medidas de contención del brote, propagando pánico y confusión de forma innecesaria y generando división en un momento en el que necesitamos ser solidarios y colaborar para salvar vidas y para poner fin a esta crisis sanitaria”.
anarkoÑ dice:
Las fake news existen y son lamentables en todos sus formatos: también a través de los grandes medios monopolistas. Es evidente que los grandes medios de Estado y transnacionales (de la Agenda global de la Open Society) teman los nuevos medios populares de acceso interactivo y libre. Intentan desacreditarlos y así que las poblaciones no se fíen de ellos, ya que los Agendistas saben que los nuevos medios digitales son el único contra-balance popular ante su organización espectacular de la mentira.