El avance de la ultraderecha en Europa

La ultraderecha segunda fuerza polí­tica de Holanda

Los resultados de las elecciones europeas confirman la escalada del partido antimusulmana y de extrema derecha del polí­tico Geert Wilders (PVV) que, tras posicionarse como la segunda fuerza del paí­s, busca traducir su éxito en una derrota del actual gobierno, para el que ha pedido la dimisión. Con el 76 por ciento de los votos escrutados, el PVV ha estrenado su participación al Parlamento Europeo (PE) consiguiendo cuatro escaños de los 25 que elige Holanda.

Con ese resultado, suera al partido laborista en un escaño y pisa los talones a los democristianos (CDA), que con cinco se mantienen como la principal fuerza polí­tica del paí­s. Los liberales de izquierda del D66 pasan, gracias a una campaña directamente centrada en el «sí­» a Europa, de uno a tres escaños, igualando a los verdes de Groen Links -que ganan un asiento- y a los liberales del VVD, que pierden un escaño respecto de los cuatro que tení­an.Los calvinistas de CU-SGP (euroescépticos) y los socialistas (SP) mantienen sus dos asientos respecto de los comicios europeos de 2004. Geert Wilders ha celebrado su respaldo arremetiendo contra el actual gobierno, compuesto además de por el CDA y el PvdA, por los calvinistas de CU, que son los únicos de la coalición que no han salido perdiendo. Wilders, que mantiene una polí­tica anti Islam, recriminó a la izquierda que antes de estas elecciones le haya excluido como un posible socio con el que gobernar.En las legislativas de 2006 el PVV, que ganó 9 de los 150 escaños en el Parlamento. Poco tiempo después, con el altavoz del civilizado parlamento holandés, donde durante décadas ha reinado el consenso polí­tico, pidió que se prohibiese el Corán, que comparó con el «Mein Kampf» de Hitler. Además, ha pedido un cese total de la inmigración procedente de paí­ses musulmanes y la construcción de mezquitas. Y es que Wilders condena la «aberración multicultural», por lo que quiere que vuelvan a sus paí­s los desempleados inmigrantes y quitar la posibilidad de que tengan una doble nacionalidad.Desde la década de los años 30, precisamente en la un momento de crisis económica galopante, ante el posible estallido social inherente a el empeoramiento de las condiciones de vida de el pueblo, el paro y la marginación, van surgiendo como grupos de ultraderecha que como antaño están dirigidos a dividir al pueblo y despistar el blanco de sus verdaderos enemigos, para impedir que precisamente el pueblo se una. No se palpaba la inquietante evidencia de que la ultraderecha, dentro del esquema de las reglas democráticas, es una seria amenaza. No son los grupos reducidos de cabezas rapadas que abanderando esvásticas y cantos neonazi se manifestaban en los años 80 por las calles de las principales capitales europeas. Se trata de partidos democráticos con lí­deres carismáticos y de retórica implacable, que suman votos en cada campaña electoral, y que, aunque entre ellos existen amplias y diversas diferencias ideológicas, tienen un nexo común: el uso demagógico del fenómeno de la inmigración, la inseguridad ciudadana y el aumento del paro.Sus votantes ya no son sólo adolescentes radicales o ancianos descontextualizados. Son desde familias de clase media, hasta parados de larga duración. En los últimos combates electorales estos partidos han coincidido en utilizar un segundo mensaje: su rechazo al proceso de construcción europea, aderezado con la difusión de los posibles peligros de la inminente ampliación de la Unión Europea y la llegada masiva de millones de trabajadores.

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