Tras la detención de Puigdemont en Alemania:

¿La última etapa del procés?

La detención de Puigdemont ha pulverizado la ilusión de un “gobierno en el exilio” de las fuerzas de la fragmentación que mantuviera viva la llama del enfrentamiento con España.

Acelerando los ritmos que obligan a las élites independentistas, como cada vez más voces reconocen, a formar un gobierno que les permita recuperar, a cualquier precio, el control de la Generalitat.

El “mito Puigdemont”, el del “president en el exilio” que escapaba del control de la justicia española e impulsaba la internacionalización del procés, se ha roto en mil pedazos. Ahora, Puigdemont está en una cárcel alemana, esperando su más que probable extradición a España.

En unos pocos días, una sucesión de acontecimientos ha acumulado severos golpes a las fuerzas partidarias de la fragmentación.

Primero, un candidato independentista como Jordi Turull pronunciaba un discurso autonomista, evidenciando que no están en disposición de lanzar un desafío abierto al Estado. El fracaso de su investidura, por la negativa de la CUP a darle apoyo, demostraba la debilidad y división en el campo independentista.

Al día siguiente, el auto dictado por el juez Llarena acusaba de rebelión y establecía prisión provisional para la plana mayor de los sectores independentistas que impulsaron el 1-O y la DUI.

Y tan solo 48 horas después, la detención de Puigdemont en Alemania dejaba fuera de juego al “gobierno en el exilio”, acabando con el activo político de un Puigdemont circulando por Europa.

El muy difundido mensaje de Puigdemont a Toni Comín (“El plan Moncloa a triunfado. Esto se ha acabado”) se ha hecho realidad. La ofensiva del Estado, mostrando con claridad las consecuencias de lanzarle un desafío abierto, ha sido un éxito.«La necesidad de las élites independentistas por formar gobierno y minimizar los daños es cada vez más perentoria»

El gobierno de Rajoy ha ejecutado un 155 que ha sido impuesto en los hechos en Cataluña sin las grandes convulsiones que se anticipaban.

La justicia ha estrechado el cerco, descabezando a las élites independentistas.

Y el CNI -que tenía a Puigdemont localizado- ha elegido el momento y el lugar donde debía ser detenido: en Alemania, donde la “alta traición al Estado”, que incluye el desafío a la integridad territorial, tiene penas más duras que en España, pudiendo llegar a comportar cadena perpetua.

Empezamos a vivir la época post procés, y las diferentes fuerzas pugnan por tomar posiciones en las nuevas condiciones.

Una situación cada vez más desfavorable para las élites independentistas, que intentan minimizar los daños.

Sectores de Junts per Catalunya, la ANC, la CUP o ERC plantean que la respuesta a la detención de Puigdemont debe ser la investidura del ex president. Pero el primer mensaje lanzado por Jordi Turull desde la cárcel, a través de su abogado, fue claro: lo más importante ahora es formar gobierno a cualquier precio.

Los sectores más radicalizados del independentismo intentan mantener la tensión en la calle, a través de movilizaciones que ya han comenzado a generar disturbios. Pero las élites de la fragmentación ya han hecho balance de los daños, saben que no están en condiciones de enfrentarse al Estado, y necesitan imperiosamente recuperar el control sobre la Generalitat.

No es posible persistir en nada que suponga unilateralidad o desafío al Estado. Y las élites independentistas están obligadas a aceptar la derrota, presentando un candidato aceptable para el Estado y libre de procesos judiciales.

Pocas horas después de que Puigdemont anunciara que no “claudicaría, renunciaría ni se retiraría”, Artur Mas hacía unas calculadas declaraciones afirmando que no vale la pena que su sucesor aspire a la investidura, por las consecuencias penales que se derívarían (“comportaría abrir procesos penales contra más personas”), y remarcando que le parecía más razonable formar un gobierno cuanto antes.

Mientras Pere Aragonés, el actual hombre fuerte de ERC tras la detención de Junqueras y la huida de Marta Rovira, declaraba que “Puigdemont debe concentrarse en su defensa. No tiene sentido volver a plantear su investidura”. Señalando que “la prioridad es encontrar una salida viable que nos permita formar govern”. Y remachando que “habrá que sentarse a dialogar con Rajoy”.

Aunque no van a desaparecer, ni dejarán de utilizar la influencia y el poder que mantienen para dejar abiertas las heridas contra la unidad, el final del procés va a dar lugar a una derrota sin paliativos de las élites independentistas, abriendo un nuevo escenario donde no serán posibles aventuras unilaterales.

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