Selección de prensa internacional

La teorí­a de la amenaza china

Los gastos militares mundiales han alcanzado en 2008 un nuevo récord de 1,46 billones de dólares, aumentando en un 45% respecto a la cifra de diez años atrás. Estados Unidos es el primer paí­s en gastos militares, que en 2008 representaron el 42 por cien del total mundial. China, que en los últimos 10 años ha triplicado sus gastos militares, se ha convertido por primera vez en 2008 en el segundo paí­s con mayor gasto militar, sólo por detrás de Estados Unidos y superando ya a Francia e Inglaterra.

Este aumento de su otencial militar, dice el extenso artículo del Diario del Pueblo que hoy reproducimos, ha convertido a China en blanco continuo de criticas que, curiosamente, tienen su epicentro justamente en EEUU, una potencia cuyos gastos militares superan a la suma de los 14 países que le siguen. Detrás de la teoría de la amenaza militar de China no hay, en realidad, sino una estrategia perfectamente definida cuyo objetivo es tratar de impedir que China fortalezca su defensa nacional. Hace apenas unas semanas, en la celebración del 60 aniversario de la creación dela marina de guerra del Ejército Popular de Liberación, el presidente chino, Hu Jintao, volvió a subrayar por enésima vez, ante decenas de delegados y altos mandos militares de medio mundo, “que China sigue invariablemente el camino del desarrollo pacífico, el cual determina que el país aplica necesariamente una política militar de carácter exclusivamente defensivo. Tanto en el presente como en el futuro y no importa qué grado de desarrollo consiga, China jamás procurará la hegemonía ni practicará la expansión militar y la carrera armamentista ni constituirá una amenaza militar para ningún país”. En relación a la crisis y el debate actual acerca de los “brotes verdes” que numerosos dirigentes afirman ver en la economía mundial, el diario alemán Die Welt, publicaba la semana pasada un minucioso artículo del profesor Nouriel Roubini donde expone cómo “la cuestión crucial no es cuándo tocará fondo la economía global, sino si la recuperación –cuando sea que ésta llegue— será fuerte o débil a medio plazo”. Para Roubini mientras no se den soluciones a una serie de debilidades estructurales, la recuperación de la economía global en los tres próximos años, aunque se produjera, lo haría a un ritmo anémico. En primer lugar, porque el empleo sigue cayendo abruptamente en la mayoría de las naciones desarrolladas, lo que es un obstáculo para la reactivación de las industria y el comercio mediante el consumo y la reparación de la magnitud de las pérdidas de los bancos. En segundo lugar, porque el verdadero proceso de des-endeudamiento en realidad aún no ha comenzado. Para Roubini, tanto las pérdidas privadas como las deudas de hogares, instituciones financieras y corporaciones no se están reduciendo, en todo caso, lo que se está haciendo con ellas es “socializarlas” incluyéndolas “en las hojas de balance de los gobiernos”. En tercer lugar, porque en los países con déficit en cuenta corriente (de los cuales el nuestro es uno de los más destacados) los consumidores, que durante la pasada década han comprado en exceso y están cargados de deudas, deberán ahora disminuir el gasto y aumentar el ahorro durante muchos años. Pero deberán hacerlo, además, en unas condiciones especialmente difíciles puesto que no tienen ahorro acumulado, su riqueza se ha visto severamente afectada por la caída de los precios de las viviendas y de los mercados de valores y por la disminución de los ingreso y del empleo. En cuarto lugar, porque el sistema financiero –a pesar del respaldo político y las enormes inyecciones de dinero público– sigue estando gravemente dañado. Por lo que no es de esperar que la contracción del crédito se alivie rápidamente. En quinto lugar, porque si bien en estos momentos la monetización de los déficit fiscales no está resultando inflacionaria porque la deflación de los mercados de productos y de empleo actúan como contrapeso, si los bancos centrales no encuentran una estrategia de salida clara al ingente aumento de la masa monetaria al que han acudido (duplicándolo o triplicándola), tarde o temprano habrá inevitablemente una espiral altamente inflacionista de los precios de los bienes u otra peligrosa burbuja de activos y crédito (o ambas). En sexto lugar, porque algunas de las economías de mercado emergentes que poseen unos fundamentos económicos más débiles, podrían no ser capaces de evitar una severa crisis financiera, a pesar del apoyo enorme que les está prestando el FMI para evitarlo, que desencadene un efecto dominó de imprevisibles consecuencias. China. Diario del Pueblo DETRÁS DE LA TEORÍA DE LA AMENAZA MILITAR CHINA En su “Anuario 2009 SIPRI”, el Instituto Internacional de Estocolmo de Investigación para la Paz señala que, debido a la guerra en Irak, la reconversión de Rusia en una potencia mundial y el despegue de China, los gastos militares del mundo alcanzaron en 2008 un nuevo récord de 1.464.000 millones de dólares, con un aumento de 45 por ciento respecto a la cifra de diez años atrás, y que representó el 2,4 por ciento del PIB global. La cifra per cápita fue de 217 dólares, lo que supuso un incremento real respecto a 2007 del cuatro por ciento. Sam Perot Freeman, autor principal de los informes sobre los dispendios militares elaborados por dicho instituto, indica que “la introducción del concepto de guerra antiterrorista ha hecho que algunos países juzguen sus problemas desde un ángulo altamente militarizado, aduciendo esto como razón para legitimar sus exorbitantes gastos militares. Un ejemplo muy claro: tan sólo las guerras en Irak y Afganistán han hecho a Estados Unidos gastar 903.000 millones de dólares más en armamento.” El SIPRI sostiene que Estados Unidos es el país número uno en gastos militares, que en 2008 representaron el 42 por ciento del total mundial, superando a los de la suma de los 14 países que le seguían. A partir de 1999, con la administración Bush, los gastos militares reales para la defensa nacional norteamericana aumentaron en un 67 por ciento, llegando a 607.000 millones de dólares en 2008. En el pasado decenio, China ha triplicado sus gastos militares y en 2008 se convirtió por primera vez en el país número dos de la lista de países con mayor gasto militar por detrás de Estados Unidos. El SIPRI estima que los dispendios militares de China fueron aproximadamente de 84.900 millones de dólares, alrededor del seis por ciento del total mundial, por delante del 4,5 por ciento de Gran Bretaña y Francia. Rusia, por su parte, se encuentra en el quinto lugar de la lista, en un intento por recuperar su posición estratégica mundial favorecido por la prosperidad económica de los últimos años. Algunos medios de comunicación extranjeros han publicado que los gastos militares de China han aumentado a un ritmo de entre el 50 y el 100 por ciento más de lo que ha aumentado el del PIB, aumentando de 17.400 millones de dólares en 2001 a 70.200 millones en 2009. Sin embargo, lo que no tienen en cuenta estos datos es que los equipos militares de China están a la zaga en algunos aspectos respecto a los de los países desarrollados e incluso respecto a los de algunos países vecinos. Por ejemplo, el ejército chino está equipado aún con los tanques de modelos 59 y 69 transformados, que son básicamente reproducciones de los tanques soviéticos T-54/55/62. Los escasos tanques relativamente avanzados de los modelos 85 y 98 son reservados para las divisiones selectas acantonadas en Xinjiang y las zonas costeras cerca de Taiwán. Esto ocurre también con las fuerzas aéreas chinas. Más del 80 por ciento de sus aviones son de fabricación nacional china, pero a partir de aviones soviéticos de los años 50 y 70 del siglo pasado. Sus aviones más modernos Su-27 y Su-30 representan sólo un pequeño porcentaje. El más sofisticado J-10 aún no ha entrado siquiera en servicio. Otra razón del rápido incremento de los dispendios militares de China es que en el presente se hallan en ejecución simultáneamente varios proyectos de alto costo relacionados con misiles estratégicos y equipos de la marina. Algunos países vecinos no están tan atrasados en materia militar si los comparamos con China. La República de Corea ha observado siempre con miradas sospechosas los equipamientos del ejército chino. Recientemente, ha renovado aceleradamente los equipos de sus tropas, ha desarrollado tanques K-2 con buenas funciones y ha adquirido aviones antitanques, helicópteros Apache AH-64 y aviones de combate F-15K. Japón ha experimentado una situación similar. Las armas producidas por Japón son muy caras, a veces a doble precio de las extranjeras de la misma clase. Por ejemplo, el avión de combate F-2 fabricado por Mitsubishi (similar al F-16 norteamericano) tiene el precio de 108 millones de dólares, mientras el F-16E/F se vende a 25 millones. El tanque prototipo producido hace poco por Japón se dice que podría ser el más caro en el mundo. Vista la tendencia global, los países grandes y relativamente ricos están renovando activamente sus equipos militares y seleccionan armas de tecnología punta de último modelo. En la actualidad, el mundo entero está siendo armado con equipos militares de nueva generación en sustitución de los obsoletos. Desde el año 1998, China ha publicado cada dos años un libro blanco sobre el estado de la defensa nacional, subrayando reiteradamente el carácter defensivo de la política de militar nacional y manifestando la voluntad de oponerse a la carrera armamentista y el deseo expreso de no provocar una situación de hegemonía militar de China. Refiriéndose al problema de la transparencia militar que en años recientes se ha venido comentado incesantemente, el libro blanco sobre la defensa nacional de 2008 dedicó especialmente un capítulo a la exposición detallada de la magnitud de los gastos militares de China y sus diversos usos. A comienzos del año pasado, el Ministerio de Defensa Nacional estableció una oficina de información encargada de emitir comunicados de prensa que favorezcan la transparencia. Por otro lado, especialistas militares han comentado que la transparencia militar se manifiesta en dos aspectos: la intención estratégica y la capacidad militar. En la primera, la transparencia es fundamental para determinar si un país constituye o no una amenaza para otros países o para la comunidad internacional. La intención estratégica de China es plenamente transparente. Sin embargo, los esfuerzos hechos por China no han obtenido siempre buena recompensa, y a menudo ha sido criticada por falta de transparencia en los medios internacionales. Frente a esta situación que el gobierno chino considera intolerable, Qin Gang, portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, comentó: “¿Cómo se sentiría usted si su vecino espiase siempre a través de la fisura de la puerta de su casa mientras grita “abre la puerta y déjame ver qué hay dentro”? ¿Acaso no se debe avisar a la policía?” Para refutar estas críticas, China ha hecho, por un lado, constantes esfuerzos dirigidos a disipar las sospechas y, por otro, ha tomado medidas concretas, como la reciente celebración en Qingdao de actividades de la fuerza naval de diversos países, en la que China exhibió sus equipos militares más avanzados, incluidos por primera vez dos submarinos nucleares. En su entrevista con los jefes de las delegaciones de las fuerzas navales de los 29 países participantes, Hu Jintao, presidente de China, subrayó que China sigue invariablemente el camino del desarrollo pacífico, el cual determina que el país aplica necesariamente una política militar de carácter exclusivamente defensivo. Tanto en el presente como en el futuro y no importa qué grado de desarrollo consiga, China jamás procurará la hegemonía ni practicará la expansión militar y la carrera armamentista ni constituirá una amenaza militar para ningún país. ¿De dónde viene la teoría de la amenaza militar de China? A despecho de que el Gobierno chino ha declarado repetidamente que China sigue el camino del desarrollo pacífico, en el ámbito internacional han aparecido un sinfín de nuevas versiones sobre la supuesta amenaza militar que implica el armamento de China. El más reciente informe del Centro Nacional de Inteligencia del Aire y el Espacio de Estados Unidos afirma que “las ojivas de misiles balísticos intercontinentales de China capaces de suponer una amenaza para los Estados Unidos se incrementarán posiblemente a más de cien en los próximos 15 años”. Paralelamente, el jefe del Estado Mayor de la fuerza aérea de India ha manifestado recientemente que la amenaza procedente de China es más real y poderosa que la de Pakistán y ha alegado que India presta suma importancia a la “expansión militar de gran envergadura” de China. Hu Shisheng, investigador de la Academia de Relaciones Internacionales Contemporáneas de China, señala al respecto que, cuando la parte militar hindú exagera la “amenaza militar” de China, no se descarta su intención de valerse de este pretexto para aumentar los gastos militares y apoyar a la expansión de sus propias fuerzas armadas. En realidad, la exageración desmesurada de la expansión militar de China no es algo nuevo. Ya en el período inicial de la Nueva China, la opinión pública norteamericana difundió a los cuatro vientos que “el triunfo de la revolución china podrá generar un efecto dominó en el sureste de Asia”. Hu añade que se puede considerar esto como un rebrote de la “teoría de la amenaza de China”, que se produjo después del fin de la guerra fría. A ojos de aquellos occidentales que creen en la política de fuerza, “el robustecimiento económico, el despegue político y la expansión militar” es la órbita inevitable a seguir por China. Zhang Yining, profesor de la Universidad de Defensa Nacional de China, indica que, frente al constante despegue de China, los países occidentales están llenos de dudas y ello genera muchos malentendidos acerca de su política militar. Sin embargo, Zhang también indica que “además de los prejuicios ideológicos, también hay una estrategia para impedir que China fortalezca su defensa nacional”. Hu, por su parte, agrega que “aunque en el futuro China haga todo en forma perfecta, no desaparecerá totalmente la voz de la “teoría de la amenaza de China”. Tal vez eso sea un costo que China debe pagar necesariamente en el curso de su crecimiento”. DIARIO DEL PUEBLO. 12-6-2009 Alemania. Die Welt ¿BROTES VERDES O HIERBAS AMARILLENTAS? Nouriel Roubini La información reciente indica que el ritmo de contracción de la economía mundial puede estar disminuyendo. Sin embargo, la esperanza de que pueden estar surgiendo los “brotes verdes” de la recuperación se ha visto frustrada por muchas hierbas amarillentas. Los últimos datos sobre el empleo, las ventas al por menor, la producción industrial y la vivienda en Estados Unidos siguen siendo muy débiles; las cifras correspondientes al crecimiento del PIB en Europa en el primer trimestre son desalentadoras; la economía japonesa sigue en coma; e incluso las exportaciones de China –que se está recuperando—son escasas. Así pues, la opinión generalizada de que la economía global pronto tocará fondo ha resultado ser –una vez más— demasiado optimista. Tras la quiebra de Lehman Brothers en septiembre de 2008, el sistema financiero global casi se colapsó y la economía mundial entró en caída libre. En efecto, el ritmo de la contracción económica en el último trimestre de 2008 y el primero de 2009 llegó casi a los niveles de la depresión. En ese momento, los encargados del diseño de políticas a nivel mundial comenzaron a utilizar la mayoría de las armas de sus arsenales: un enorme relajamiento de la política fiscal; expansiones monetarias convencionales y no convencionales; billones de dólares para apoyar la liquidez, recapitalizar, dar garantías y seguros a fin de detener la contracción de liquidez y de crédito. Sólo en los dos últimos meses, se pueden contar más de 150 intervenciones políticas en el mundo. Este equivalente en términos de políticas a la doctrina de la “fuerza abrumadora" del ex Secretario de Estado de Estados Unidos, Colin Powell, junto con la aguda contracción de la producción por debajo de la demanda final de bienes y servicios (que arrastró los inventarios de mercancía no vendida), fija condiciones para que la mayoría de las economías toquen fondo a principios del próximo año. Aun así, se demostró que los optimistas que el año pasado hablaban de un aterrizaje suave o de una recesión moderada "en forma de V" de ocho meses de duración estaban equivocados, mientras que quienes afirmaban que se trataría de una recesión más severa "en forma de U" de 24 meses –la desaceleración en Estados Unidos ya lleva 18 meses– tenían razón. Los últimos datos económicos han frustrado, además, el optimismo reciente de que las economías tocarían fondo a mediados de año. No obstante, la cuestión crucial no es cuándo tocará fondo la economía global, sino si la recuperación –cuando sea que ésta llegue— será fuerte o débil a mediano plazo. No podemos descartar que haya un par de trimestres con acelerado crecimiento del PIB, a medida que el ciclo de los inventarios y el enorme impulso generado por las políticas conduzcan a una recuperación de corto plazo. Pero las hierbas amarillentas bien podrían asfixiar esos tentativos brotes verdes de los que tanto se habla actualmente incluso a mediano plazo, lo que anunciaría una recuperación mundial débil en los próximos dos años. En primer lugar, el empleo sigue cayendo abruptamente en Estados Unidos y otras economías. En efecto, en las economías avanzadas, la tasa de desempleo será superior al 10% en 2010. Estas son malas noticias para el consumo y la magnitud de las pérdidas de los bancos. En segundo lugar, ésta es una crisis de solvencia, no sólo de liquidez, pero el verdadero desapalancamiento no ha comenzado en realidad porque las pérdidas privadas y las deudas de los hogares, las instituciones financieras e incluso las corporaciones no se están reduciendo, sino más bien socializando e incluyendo en las hojas de balance de los gobiernos. La falta de desapalancamiento limitará de capacidad de los bancos para prestar, de los hogares para gastar y de las empresas para invertir. En tercer lugar, en los países con déficit en cuenta corriente los consumidores deben disminuir el gasto y aumentar el ahorro durante muchos años. Los consumidores, que han comprado en exceso, no tienen ahorros y están cargados de deudas se han visto afectados por un golpe a la riqueza (la caída de los precios de las viviendas y de los mercados de valores), un aumento en la relación del servicio de la deuda y una disminución del ingreso y el empleo. En cuarto lugar, el sistema financiero –a pesar del respaldo político– está gravemente dañado. La mayor parte del sistema financiero no bancario ha desparecido y los bancos comerciales tradicionales tienen billones de dólares de pérdidas previstas en créditos y títulos y siguen estando muy descapitalizados. Por lo tanto, la contracción del crédito no se aliviará rápidamente. En quinto lugar, la débil rentabilidad, debida al alto endeudamiento y al riesgo de moratoria, el bajo crecimiento económico –y por lo tanto el bajo crecimiento de los ingresos—y la persistente presión deflacionaria sobre los márgenes de las empresas seguirán limitando la disposición de éstas a producir, dar empleos e invertir. En sexto lugar, el aumento de la relación de la deuda del gobierno conducirá a la larga a un aumento de las tasas de interés reales, lo que podría desplazar al gasto privado y llevar a un riesgo de refinanciamiento soberano. En séptimo lugar, la monetización de los déficit fiscales no es inflacionaria a corto plazo, mientras que los mercados de productos y de empleo con poca actividad implican enormes fuerzas deflacionarias. Pero si los bancos centrales no encuentran una estrategia de salida clara de las políticas que duplican o triplican la base monetaria, al final habrá una inflación de los precios de los bienes u otra peligrosa burbuja de activos y crédito (o ambas). Algunos de los recientes aumentos de los precios de los valores, los productos básicos y otros activos peligrosos claramente han estado impulsados por la liquidez. En octavo lugar, algunas economías de mercado emergentes con fundamentos económicos más débiles podrían no ser capaces de evitar una severa crisis financiera, a pesar de un apoyo enorme del FMI. Por último, la reducción de los desequilibrios globales implica que los déficit en cuenta corriente de las economías derrochadoras (Estados Unidos y otros países anglosajones) mermará los superávit de los países que ahorran en exceso (China y otros mercados emergentes, Alemania y Japón). Pero si la demanda interna no crece con la suficiente rapidez en los países con superávit, la resultante falta de demanda global en relación con la oferta –o de manera equivalente, el exceso de ahorro a nivel mundial en relación con el gasto de inversión—conducirá a una recuperación más débil del crecimiento económico y la mayoría de las economías crecerán con mucho mayor lentitud de lo que potencialmente podrían hacerlo. Así pues, las hierbas amarillentas del estancamiento podrían sustituir a los retoños verdes de la estabilización si varios factores de mediano plazo limitan la capacidad de la economía mundial para recuperar el crecimiento sostenido. A menos que se solucionen esas debilidades estructurales, la economía global podría crecer en 2010-2011, pero a un ritmo anémico. DIE WELT. 9-6-2009

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