La Diplomacia nuclear de Corea del Norte

La Tensión aumenta en el mar Amarillo

Corea del Norte al más puro estilo de su «diplomacia nuclear» llevó adelante esta semana su segunda prueba nuclear en tres años. Aunque a diferencia del anterior este fue exitoso, el resultado no pone en riesgo la abrumadora superioridad militar de sus vecinos China, Rusia, y los protectorados estadounidenses Japón y Corea del Sur. Pero en términos polí­ticos la explosión sacudió la región y la onda expansiva se extendió por todo el mundo. La condena en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas fue unánime y ya se está trabajando un paquete de sanciones al lí­mite de lo que estarí­an dispuestos a aceptar Rusia y China. La reacción norcoreana a la condena de la ONU consistió en redoblar la apuesta con una serie de lanzamientos de misiles y otra andanada de amenazas contra los vecinos.

Por tratarse del régimen más cerrado y oaco de todo el mundo, nadie fuera de él parece saber bien qué va a pasar, aunque muchos expertos advierten que el próximo paso en la escalada podrí­a ser un incidente militar en los mares Amarillo o del Japón, que rodean la pení­nsula coreana. Sin embargo, en el pasado el régimen norcoreano ha llevado varias veces la situación al lí­mite antes de dar marcha atrás, y por eso es apresurado predecir que estamos en la antesala de una nueva guerra.Según The Economist, la crisis sucesoria produjo una radicalización del régimen de Pyongyang. Los cuadros más duros habrí­an escalado posiciones a expensas de los moderados. Los programas de cooperación con Seúl se habrí­an restringido y el lí­der de la lí­nea que abogaba por el acercamiento a Seúl, habrí­a sido ejecutado tras ser enjuiciado por corrupción.La perpetuación de los privilegios de la Burocracia estatal y el ejercito, cuya única razón de ser es como guí­a de un estado militarizado y autárquico. Agarrarse a la confrontación y la escalada militar parece ser su apuesta como única ví­a de supervivencia. La lí­nea perdedora abogaba por un entendimiento con Seúl y Pekí­n, ambicionando una apertura hacia una economí­a mixta siguiendo el modelo de Vietnam y China. Pero esto agudiza las contradicciones en un estado autárquico, que tiene todas sus fuerzas productivas al servicio del ejército y un estado militarizado. Abre una lucha enconada dentro de las castas burocráticas y militares. El temor a ser absorbidos por la economí­a de Corea del sur, que conllevarí­a la disolución de gran parte de su aparato militar y burocrático, hace que la lí­nea dura vea la escalada nuclear como una palanca que le permita llegar a un estatus de paí­s nuclear, que le permitirí­a obtener beneficios y conservar sus privilegios ante una posible negociación y apertura. El rol de paí­s en el «club nuclear» mundial es lo que parece perseguir la lí­nea aventurera instalada en el poder en estos momentos.En abril Corea del Norte lanzó un cohete de largo alcance que podrí­a llegar hasta Japón. Ante la condena de Naciones Unidas, Pyongyang rompió el acuerdo del 2007, expulsó a los inspectores, dio por reiniciado su programa nuclear y declaró que jamás retomará las conversaciones a seis bandas. Pero la hipótesis más difundida es que Kim hijo ha cerrado el régimen y se ha apoyado en las fuerzas armadas para fortalecer la frágil transición en ciernes. Los militares norcoreanos glorifican su programa nuclear, que inclusive es motivo de orgullo para no pocos coreanos que viven del otro lado de la frontera.Así­ como ha habido cambios importantes dentro de Corea del Norte, también los ha habido en su alrededor. El año pasado asumió la presidencia de Corea del Sur el conservador Lee Myung-bak después de una década de gobierno del centroizquierda. Su antecesor Roh Moo-hyun, cuyo suicidio conmovió al paí­s esta semana, habí­a sido el impulsor de la polí­tica de acercamiento a Corea del Norte, la llamada «polí­tica de rayo de sol», y entre otras medidas habí­a creado un Ministerio de Unificación.La moderación de Seúl produjo no pocos roces con sus aliados de Washington, donde en esa época Bush colocaba al régimen norcoreano en su famosa lista del «Eje del Mal». Después del 2006, tras derrotas en las urnas y el campo de batalla, Bush varió su postura y posibilitó el acuerdo del 2007.Pero la persistencia de esta lí­nea aventurera de Corea del Norte hace que se agudicen las contradicciones en una zona que de por si ya es un polvorí­n desde hace décadas. China ha lanzazo serias advertencias al gobierno norcoreano, Pekin ha exigido «contención» e » insta a sus autoridades a que pongan fin a cualquier acción que pueda enconar la situación». Al endurecimiento de la postura de la República Popular China, cansada de la fuente de inestabilidad de regional que supone Corea del Norte y deseosa de ejercer como una potencia responsable y fiable ante la Comunidad Internacional en concordancia con su polí­tica de coexistencia pacifica. Corea del Norte esta sacudiendo demasiado el avispero en su polí­tica de rearme nuclear y de tensión permanente en una región del planeta donde los choques de intereses y los conflictos geopolí­ticos están demasiado a flor de piel como para avivarlos. De momento China demuestra prudencia, condena y advierte al régimen norcoreano, que esta jugando con fuego y puede quemarse. De momento EE UU parece optar por la estrategia de el palo y la zanahoria, Primero fueron las sanciones, después la advertencia verbal de la ONU y ayer llegaron los aviones cazas de Washington. Alimentando al clima de tensión en el sudeste asiático, Estados Unidos envió una docena de F-22 Raptors a su base aérea de Kadena en Japón. El Departamento de Defensa norteamericano no quiso vincular el movimiento militar con la escalada de la tensión en la zona. Sin embargo, el traslado sucedió apenas horas después de que el secretario de Defensa de Barack Obama, Robert Gates, asegurara que su paí­s responderá rápidamente si Pyongyang se convierte en una amenaza para Estados Unidos o para sus aliados en la región, Corea del Sur y Japón.El movimiento de aviones, submarinos o batallones del Ejército es una de las técnicas de disuasión que Estados Unidos suele usar cuando un conflicto comienza a escalar demasiado. El año pasado lo utilizó con Irán, cuando el gobierno saliente de George Bush hijo entró en un enfrentamiento verbal con Irán, que hizo a más de un analista pronosticar un posible conflicto bélico. Para mediados de año, Washington habí­a instalado dos portaaviones con más de 17 mil militares y decenas de aviones de última tecnologí­a a bordo, frente a las costas iraní­es. El cruce diplomático continuó por un tiempo, pero de a poco la tensión fue bajando. El músculo del Pentágono, aun en tiempos de crisis, es imbatible.. La incógnita a desvelar en los próximos dí­as es la respuesta de Washington y a donde puede conducir esta escalada en el conflicto. Es obvio que la solución militar esta descartada. Si la administración Obama cede y promete concesiones estarí­a dando señales de debilidad ante el órdago Coreano, pero una posición de excesiva fuerza le conllevarí­a a echar demasiada leña al fuego. El problema que le surge a la administración norteamericana es que la exigida posición de fuerza que solicita su fiel aliado en la zona, Japón, sin contar con la connivencia de China no es posible. Ante la situación internacional, la solución está evidentemente ligada con la necesidad, en la actual coyuntura de crisis global y de búsqueda de un estrechamiento de las relaciones estratégicas con China, principal acreedor de EE UU. Washington sabe que en gran medida la solución no puede ser unilateral, debe contar con el consenso de China, no solo respecto a Corea del Norte, sino a la reorganización de la correlación de fuerzas en Corea del Sur, Japón y Taiwan.

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