Desmontar el régimen fascista del "árbol y las nueces"

La siniestra herencia de Ibarretxe

Mañana se elige el nuevo presidente del gobierno autonómico en el Paí­s Vasco. Ibarretxe tiene que desalojar la sede de Ajuria Enea después de diez años, cuatro meses y tres dí­as de ocupación. Ha sostenido esa ocupación, y se ha mantenido en el poder una década, gracias, siempre, al siniestro maridaje con los representantes polí­ticos de ETA, expresado en el Pacto de Lizarra. Recalcitrante y contumaz, Ibarretxe no se ha parado ante nada. Ha contado con los votos de ETA para aprobar en el Parlamento vasco sus fallidas intentonas independentistas, las llamadas «plan de libre asociación con España», conocido como «plan Ibarretxe», y la «consulta» de 2008, llegando a calificarlas como «hitos democráticos». Ha demostrado tener corazón de hielo ante las ví­ctimas, y sus familiares, de atentados de ETA, como Fernando Buesa, Joseba Pagazaurtundua, José Ramón Recalde, e, incluso, con el empresario Ignacio Uria, de su propio partido, y ha mostrado su cí­nica mueca final con la amenaza de ETA al nuevo Gobierno.

Ha sido el fuerte viento opular que se ha levantado en toda España contra las políticas disgregadoras el que ha posibilitado la expulsión de la camarilla dirigente del PNV, después de treinta años. Ha posibilitado el cambio de gobierno. Ahora la tarea pendiente es cambiar de régimen. La camarilla de Ibarretxe, Arzallus y compañía han utilizado el gobierno autonómico para construir un auténtico y completo régimen nacionalista obligatorio y excluyente que va desde el sistema educativo y las televisiones públicas, hasta las sociedades gastronómicas o clubes deportivos. Régimen que ha ido extendiendo durante años sus tentáculos sobre el conjunto de la sociedad vasca. Un régimen impuesto mediante el terror, el miedo y el silencio. El meollo del gobierno de Ibarretxe ha consistido en la continua imposición de las políticas disgregadoras, aprovechando todas las oportunidades. Ha utilizado las competencias educativas para inocular una educación étnica, con el virus del odio a España y la justificación del terror. Ha enarbolado el euskera como “expresión concentrada de la nación”, perjudicando así gravemente no sólo los derechos de los castellanoparlantes, sino también la extensión y aceptación del propio euskera. Ha convertido la EiTB, la televisión pública vasca, en un altavoz desde donde se ha difundido la más grosera y reaccionaria propaganda étnica. Y ha impuesto en la Ertzaintza, a través de los jelkides, la paralización de las detenciones de comandos etarras o la persecución de la kale borroka. Es el momento de aprovechar la mayoría política constitucionalista en el parlamento vasco para acabar con la siniestra herencia de Ibarretxe, para desmontar todos los resortes del régimen nacionalista excluyente que persisten en el seno del poder autonómico, y que inevitablemente tratarán de utilizar para obstruir y boicotear la labor del nuevo gobierno, creándole toda clase de dificultades.

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