SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

La silla del presidente

Atención, derechas españolas: que no cunda el pánico. Nadie va a descabalgar a Mariano Rajoy. Ni hay redaños para hacerlo, ni el PP es tan suicida, y menos ahora que tiene tanto poder. Pero se ha terminado la serena placidez de su liderazgo. Ya vuelve a asomar la oposición interna. Ya ocurre que la dimensión de las crisis que sufre España (económica, institucional, territorial) erosiona al gobernante. Ya se deteriora el inmenso caudal de confianza surgido de las elecciones. Y un detalle: ya hay medios informativos que apuestan por el relevo, aunque no se atrevan a lanzar un sucesor. El caso del etarra enfermo y su tercer grado o puesta en libertad ha sido la nota sensible que hizo estallar las discrepancias, que hasta ahora eran subterráneas. La llamada de Alfonso Alonso a la unidad es la que hace preguntar: ah, pero ¿está en peligro la unidad del solidísimo PP?Todo esto parece una exageración y seguramente sea una exageración. Es ilógico que en el PP haya más descontento que en la calle. Es absurdo que a los ocho meses de gobierno se discuta su jefatura. Es irracional que quien dio más poderío a un partido sea víctima de ninguna conspiración. Por ello hay que preguntarse qué está pasando. Dicho de otra forma: por qué personalidades de talante y convicción conservadora encabezan la crítica a Rajoy y deterioran más su imagen que toda la oposición junta. Ay, amigos: es que aparecieron los decepcionados en el reparto del poder y asoman las dos almas que siempre dividen a las fuerzas políticas españolas. Hablo de decepcionados, porque es una historia que se repite en cada alternancia de gobierno. Felipe González, Aznar y algo menos Zapatero podrían dar conferencias magistrales sobre la cantidad de gentes que han creído que los habían llevado a la Moncloa y, al no verse recompensados, convirtieron su decepción personal en decepción de país. Don Mariano Rajoy no será una excepción y tiene que pagar inevitablemente esa factura. Es ley de vida y cualidad humana. Esos antiguos aliados y hoy enemigos han agotado de su periodo de gracia. Les ha durado ocho meses.Y después, las dos almas. En la derecha hay un alma duramente conservadora y un alma transigente y liberal. Por mejor decirlo, España tiene y ha tenido siempre dos derechas, felizmente agrupadas en una sola sigla. La dura, antes conocida como derechona, se excita fácilmente ante el concepto de España y salta fieramente ante cualquier detalle que parezca concesión a terroristas. Saltó ante el caso del etarra enfermo y saltará ante cualquier otro episodio que se interprete como debilidad. Ahora tiene una expresión de fuerza: «Rajoy es como Zapatero», y ya la empezó a publicar. No triunfará, ni Rajoy merece que triunfe, pero será su calvario mientras gobierne. Será su cohabitación. Y con obligación de sonreírle, porque a esas dos almas, y no sólo a una, les debe su poder.

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