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La senda federal

El federalismo implica un reparto de atribuciones garantizado entre el poder central y los poderes territoriales. Hace tiempo que está pendiente la evolución del modelo autonómico español hacia una estructura federal donde se precise la definición de los poderes del Gobierno central y de las comunidades autónomas. Este es el único camino para encontrar soluciones al problema planteado por las incomodidades y disfunciones del Estado de las autonomías que, tras haber cumplido un importante papel histórico, debería dejar paso a una estructura más parecida a la de otros modelos federales en Europa. Y, desde luego, el federalismo parece la única forma razonable de abordar una solución al problema planteado en Cataluña.

Por el contrario, no se resolverá nada si los presidentes del Gobierno central y de la Generalitat de Cataluña se encastillan en sus posiciones en el encuentro previsto para hoy en La Moncloa. Tanto Rajoy como otros dirigentes de su partido tienen responsabilidad en el enconamiento de la cuestión, tras haber combatido el Estatuto de Cataluña y alentado un revisionismo del sistema autonómico. A su vez, Artur Mas ha multiplicado los gestos y expresiones verbales a favor del proceso independentista en caso de que no se consiga un pacto fiscal que mejore sustancialmente la financiación de Cataluña. Planteamiento fútil y contradictorio, porque si quiere el pacto será para mantener los vínculos con el resto de España; y si no es así, proclamar el pacto fiscal como estación intermedia en la vía hacia la independencia invita al choque de trenes.

Ambas partes tienen que situarse en un terreno en el que sea posible el entendimiento. Se puede imaginar un sistema de financiación diferente en un marco más federal, pero no desde la perspectiva de una ruptura. Artur Mas carece de mandato para plantear la independencia, a no ser que pretenda equiparar los sentimientos expresados en una manifestación —por numerosa que fuera— al de un “mandato de la calle”, cuando el mandato que tiene es el del Parlamento de Cataluña para negociar un pacto fiscal.

En todo caso, las crisis políticas complican el objetivo, absolutamente prioritario, de salir de la crisis financiera, restablecer el crédito y volver a poner en marcha la maquinaria económica. Encauzar la crisis de deuda que sufrimos y salir de la recesión es un problema de todos. Prueba de la intensa preocupación que causa la situación actual son las palabras del Rey en la nueva web de La Zarzuela, según las cuales estamos en un momento decisivo “para asegurar o arruinar el bienestar que tanto nos ha costado alcanzar” y lo peor sería “dividir fuerzas, alentar disensiones, perseguir quimeras, ahondar heridas”. Quizá no fue la mejor idea que el jefe del Estado dirigiera un mensaje a la nación de este calado, sobre un delicado tema político, sin presentarlo personalmente. Tras el mensaje, son los líderes de las principales fuerzas los que deberían darse cuenta de la situación y actuar en consecuencia, empezando por el jefe del Gobierno y del partido que cuenta con la mayoría parlamentaria.

Es importante que Rajoy y Mas hagan gestos de colaboración. Falta al menos otro participante en esa conjunción de voluntades políticas, que es el principal partido de la oposición, dirigido por Alfredo Pérez Rubalcaba, quien ha hablado con Rajoy en vísperas del encuentro del jefe del Gobierno con Mas y tras haber declarado en TVE su desacuerdo con una propuesta de pacto fiscal que implique otro concierto económico. No conviene escenificar desencuentros y órdagos que solo contribuyen a incrementar la concentración de riesgos ante los ojos de las autoridades europeas y de los mercados y a desmoralizar a la población.

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