Seminci con voces de mujer.

A Valladolid le gusta el cine, y crecer con la posibilidad de acceder a otros lenguajes es algo que, sin duda, tenemos que agradecerle a la Seminci.

Un año más, Valladolid vibró con la Semana Internacional del Cine, un evento que transforma cada rincón de la ciudad y cuyas cifras crecen en cada edición, como explicaba su director, Javier Angulo, al cierre del festival.

Se proyectaron un total de 270 películas, con más profesiones implicados que en ediciones anteriores,  con una asistencia de público también in crescendo, y una importante participación de los centros escolares de la ciudad. Los estudiantes, animan las calles en las primeras horas cada mañana, caminando en grupo hacia los cines. Una de las apuestas del festival es llegar a calar en los procesos educativos, entrar en las aulas y sacarlas al cine. Miniminci y Seminci Joven han ofrecido este año una programación configurada hacia un público que, en muchas ocasiones, se sienta por primera vez delante de la gran pantalla. 

En esta edición tuvo lugar en III Encuentro de mujeres cineastas, convocadas por la Semana Internacional de cine y Caimán Cuadernos de Cine. Estos encuentros reunieron a un total de 20 mujeres directoras y nos mostraron el cine en unas cifras, que hablan por sí solas. Entre el 2000 y el 2018 se han realizaron 3.358 largometrajes, de los que 393 han sido realizados por mujeres. De estos, el 78% son los primeros o los segundos largos, dejando clara la dificultad que tienen las directoras para mantenerse en la profesión. Teniendo en cuenta que solo una de cada ocho películas llega a hacerla una mujer, es imprescindible visibilizar esta realidad, por las que están y por las que vendrán.

Es evidente la dificultad que tienen las directoras para mantenerse en la profesión.

Los encuentros generaron un documento de diez puntos con reivindicaciones del Foro hacia la industria cinematográfica española, resaltando la importancia de la existencia de asociaciones como CIMA o Dones Visuals que contribuyen a la igualdad en las producciones audiovisuales. Este documento de diez puntos habla de paridad, de discriminación positiva y de un camino interseccional en el que se incluya a las mujeres con diversidad funcional, las no binarias, transgénero, etc. 

Aunque también haya habido espacio para la decepción, ya que el punto 7 del decálogo de conclusiones, que habla de la conciliación y el texto termina ciñéndose exclusivamente a la maternidad. Hubo voces en aquella mesa  que alertaron al foro la necesidad de ampliar el concepto a otros cuidados como, por ejemplo, los que procuran las cuidadoras. Personas que cuidan a enfermos dependientes y que son mujeres en un 92% de los casos. Para contribuir así a ampliar el concepto y colocar los cuidados en un lugar preferente en toda su extensión y no solo los relativos a la crianza.

Es imprescindible la complicidad de los medios para conseguir que las películas realizadas por mujeres ocupen los mismos espacios que las realizadas por hombres, y facilitar la pluralidad de voces y temáticas. Sin duda aquella fue una jornada interesante, como también sin duda, son muchas las cuestiones pendientes. Queda mucho trabajo y es necesario seguir generando estos espacios de análisis para caminar de manera conjunta hacia la igualdad. La Seminci se transformó, durante unas horas, y habló con voces de mujer.

La Espiga de Oro debería haber sido para la feminista: ‘La vida invisible de Eurídice Gusmao’ 

El palmarés, impecable en los largos y algo más discutible en los cortos. Otorgó previsiblemente la Espiga de Oro a ‘ÖNGDOG (El huevo del dinosaurio)’, una película impactante de paisajes grandiosos y fotografía hipnotizante. Una narración serena y hermosa, construida para la fascinación y el deleite que se lleva también el premio a la mejor dirección de fotografía para Aymerick Pilarski. 

El segundo premio, la Espiga de Plata, fue para ‘A vida Invisivel de Eurídice Gusmao’ (‘La vida invisible de Eurídice Gusmao’) de Karim Aïnouz. La cinta también se llevó el premio Fipresci, que es el que concede la crítica, y sus protagonistas femeninas, Julia Stockler y Carol Duarte, comparten el premio a mejor actriz. Personalmente, hubiese invertido el primer y segundo premio, pero éste es un festival de cine de autor, así lo hemos visto escrito en todos los espacios, y ‘La vida invisible’ es una película feminista que, quizás, no se ocupe de una temática ganadora.

El Premio al mejor actor fue para Levan Gelbakhiani por ‘Da Cve Vicekvet (And Then We Danced)’ de Levan Akin. El Premio Pilar Miró al mejor Nuevo Director que no, Nueva Directora (el lenguaje inclusivo no entra dentro de los fuertes del festival), fue para una mujer, Mouina Meddui por ‘Papicha’. El Premio Rivera del Duero para Rúnar Rúnarsson por ‘Bergmál (Echo)’, un fascinante collage de 58 historias yuxtapuestas cuyo nexo de unión es la incomunicación y la falta de empatía en una época de hiper-comunicación. El premio al mejor guión – Premio Miguel Delives -, fue para Jean-Perre y Luc Dardenne por ‘Le Jeune Ahmed (Young Ahmed)’, una dura historia de carácter social. Película que también se llevó el Premio José Salcedo, al mejor montaje.

La Espiga de Oro en los cortos fue para ‘The Physics of Sorrow (Física de la tristeza)’ de Theodore Ushev, un corto con una técnica compleja para llevar a la animación (pintura encáustica) y con un resultado interesante. 

El mejor corto europeo fue para ‘Movements (Movimientos)’, de Dahee Jeong, premio con el que discrepo, tengo que decirlo. No encuentro que el director haya conseguido trasladar al lenguaje audiovisual lo que sus sinopsis indican.

La Espiga de Plata en los cortos fue para ‘Carne (Flesh)’ de la brasileña Camila Kater, que da voz a cinco mujeres y las relaciones que tienen o han tenido con sus cuerpos, desde una técnica de animación mixta.

Una semana fascinante, conmovedora e ilusionante que nos da la posibilidad de viajar a otros mundos, de asomarnos a otras culturas, de reconocernos en problemas globalizados. Una oportunidad para el crecimiento y el goce que transforma la ciudad y nos transforma. Ya son 64 las semanas las que la Seminici ocupa la cuidad y eso se nota. A Valladolid le gusta el cine, y crecer con la posibilidad de acceder a otros lenguajes más allá de los que nos brinda la cultura de masas es algo que, sin duda, tenemos que agradecerle.

En Valladolid, hemos crecido y seguimos creciendo con la Seminici.

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