El Observatorio

La semana de Marsé

Juan Marsé tiene una bien ganada fama de «enfant terrible» de las letras españolas, no sólo porque el hilo narrativo de sus novelas escarba hasta los rincones más oscuros y poco frecuentados de una sociedad tan traumatizada como la de la posguerra, tan pacata y turbia como la del desarrollismo o tan dislocada como la de la transición, sino porque en su vida pública, al margen de la literatura, es tan sagaz, contundente, implacable y certero como en su narrativa. Nacido y criado literiamente al margen de cualquier escuela o capilla, forjado como un solitario francotirador en medio de una espesa multitud de personajes de barrio que buscan encontrar su destino, Marsé ha hecho acopio de una feroz independencia para hacer valer sus opiniones, que son dardos que rara vez fallan el blanco.

Por eso, recomiendo vivamente a todos dedicar esta semana una arte del tiempo disponible a seguir las inevitables múltiples apariciones en los medios de un escritor, que no se prodiga mucho en ellos, pero que tampoco los elude, y menos lógicamente ahora que está a las puertas de recibir, con todo merecimiento, el mayor galardón de las letras españolas: el Premio Cervantes, que le va a dejar ya por siempre en compañía de los Onetti, Borges, Vargas Llosa, Sánchez Ferlosio, etc.Uno de los signos inequívocos de que estamos ante un gran escritor, ante uno de los verdaderamente grandes, es que prácticamente todo lo que dice Marsé tiene interés. Se esté o no de acuerdo con él, nada es superfluo, ni convencional, ni manido, ni repetición de fórmulas o esquemas ya en circulación, no hay ni seguidismo ni doctrinarismo. Tanto en el elogio como en la crítica, Marsé es contundente e incisivo y se mueve por mero afán de verdad. Carece de complacencia con lo que no se lo merece y se ha acostumbrado a llamar al pan, pan, y al vino, vino, en un mundo, sobre todo el "oficial", en el que el eufemismo, el circunloquio, la mentira compasiva y la falsedad pura y simple rigen el mercado de la opinión y de la comunicación.Y para dar fe de lo que decimos, ya podemos asomarnos a una de esas comparecencias públicas: la entrevista publicada por el suplemento "El Cultural" (y que puede consultarse íntegramente en su página web). En ella hay elementos clásicos del pensamiento literario de Marsé (como su rechazo a que se le considere "un intelectual" y su convicción de que el intelecto no le ha hecho ningún bien a la novela: "Prefiero trabajar sobre emociones y sentimientos y no sobre ideas y conceptos, porque me fío más del instinto que de las ideas a la hora de contar una historia") o el ya conocido amargo balance sobre las versiones cinematográficas de sus novelas, que considera globalmente fallidas.Pero hay también opiniones sobre temas de actualidad que demuestran que el instinto de Marsé sigue vivo y certero. A la inevitable pregunta sobre el conflicto lingüístico en la Cataluña de hoy, Marsé responde: "Cuando la clase política esgrime la lengua como si fuera una bandera, hay que salir corriendo. Es una señal de patriotismo que me asusta. Me acuerdo siempre de de una escena de esa gran película de Hitchcock, "Encadenados", cuando Ingrid Bergman le dice a Cary Grant: "No me interesa el patriotismo ni los patriotas. Llevan una bandera en una mano y con la otra van vaciando los bolsillos de la gente". Concluyente y genial Marsé.A otra pregunta, ésta sobre el cine español actual y las expectativas creadas por la llegada de una nueva ministra, que procede de él y que se ha caracterizado por "una lucha sin cuartel contra la piratería" (afirma el periodista), Marsé responde: "A juzgar por los resultados que ha cosechado en el cine, no espero mucho de ella. El cine español necesita un buen bisturí. La piratería no es el mayor problema que tiene. El gran problema del cine español es la falta de talento"."Entre la cultura del espectáculo y la cultura subvencionada que nos rodean, ¿con cuál se queda?", le interroga en otro momento el periodista. Marsé no divaga en su respuesta: "No me quedo con ninguna de las dos.Hay quien opina que hoy en día el mundo del arte y de la literatura se asemeja cada vez más al pret-a-porter. El reto para un artista auténtico no es hacer méritos para entrar en ese mundo, sino ser capaz de resistirlo".En esta semana "santa" para Marsé, no lo perdamos de vista. Merece la pena.

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