Cine

La segunda juventud de Maribel

Parece que en los últimos años se ha impuesto como condición para recibir el premio que otorga el Ministerio de Cultura -dotado con 30.000 euros-, el hecho de que se triunfe con una pelí­cula extranjera. No importa, puesto que tanto Javier Bardem, que lo recibió el año pasado, como Maribel Verdú, vienen avalados por sendas trayectorias trufadas de buenos trabajos, pese a su relativa juventud. Es evidente que el trabajo realizado en «Tetro», dirigida por Francis Ford Coppola, y en la que asume todo el peso interpretativo, pasando por encima de su compañero de reparto Vincent Gallo, ha sido uno de los motivos que han decantado al jurado. Sin embargo la carrera de la actriz es un ejemplo de superación y persistencia, traspasando los lí­mites del estrellato prematuro, y resurgiendo del olvido a base de profesionalidad y madurez, personal y profesional.

Las cámaras se enamoraron de esta joven madrileña bien ronto, concretamente a los 16 años, cuando Fernando Trueba se fijó en ella para darle un papel en su película El año de las luces (1986), pese a que nunca había tomado clases de interpretación. Su talento no se apoyaba en métodos ni ejercicios académicos, sino en una increíble capacidad de observación y de empatía con su entorno. Su trabajo entusiasmaba a cada director español que tenía la oportunidad de trabajar con ella, Así, a los 20 años, había participado, como protagonista o como secundaria, en 17 películas, y afrontaba uno de los papeles que marcaron su juventud, en la película Amantes (1991), en la que se medía con Victoria Abril, y se la emparejaba en la ficción por enésima vez con Jorge Sanz (le valdría la primera de sus seis nominaciones al Goya, aunque tendría que esperar hasta 2008 para recogerlo).El camino estaba abonado, y el trabajo la desbordaba. Entonces llegó de nuevo Trueba, para hacerla internacional. Fue en Belle Epoque (1992), cuando vivió su primera experiencia con los Oscar, contribuyendo enormemente a conseguir la segunda estatuilla en la historia del cine español. Sin embargo ella siguió trabajando en España, y nunca a menos de dos películas por año, convirtiéndose en una actriz imprescindible en cualquier título de éxito. Sin embargo, los dudosos dictámenes de la industria tuvieron que cebarse con ella, como con la mayoría de las actrices que sobrepasan los 30 años.Este fue el momento en el que los productores le dieron la espalda. La calidad de los guiones que le llegaban descendía, y como reacción, “emigró” profesionalmente a México, donde arrasó con su película Y tu mamá también (2001). Abría un nuevo ciclo en su carrera, con papeles mucho más maduros, y con una relación más estrecha con el cine Latinoamericano. Pero los problemas no habían acabado, y tuvo que pasar casi tres años sin participar en ninguna película, algo increíble para una actriz que unos pocos años atrás se veía obligada a rechazar guiones.De nuevo un mexicano se fijó en ella, Guillermo del Toro, y con su papel en la magnífica El Laberinto del Fauno (2006), demostró a todo el mundo que la niña prodigio había crecido, y dio una lección a todos aquellos que le habían dado la espalda. Este fue el auténtico inicio de esta segunda juventud en la que se encuentra ahora, con nominaciones anuales para esos premios que la habían olvidado, y con la explosión de su imagen a nivel internacional gracias a su trabajo con Coppola –el primero realizado en perfecto inglés-.Maribel siempre ha estado ahí, y se convierte en un ejemplo más de que esta dudosa aritmética de los productores, por la cual la edad perjudica a las actrices, es una auténtica patraña.

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