Modelo Económico Español (II)

La Segunda Gran Dependencia

En el artí­culo exterior establecimos que el desarrollo económico español en los últimos 30 años ha dado lugar a un modelo cautivo de las grandes potencias y con rasgos comparables a las economí­as de los paí­ses semicoloniales. Modelo lastrado por 4 grandes dependencias: la dependencia de la financiación exterior (tratada en el artí­culo anterior), la dependencia de unos pocos mercados, la dependencia energética y la de las cuotas de producción impuestas por Bruselas. En esta ocasión vamos a tratar la segunda de las grandes dependencias: la dependencia de la economí­a española respecto a unos pocos mercados y que guarda una estrecha relación con la primera (la de la financiación exterior) ya que una parte importante del endeudamiento exterior proviene de un modelo productivo que está cautivo por un puñado de grandes potencias económicas, sometido a sus necesidades e incapaz de mantener una balanza comercial favorable con el resto del mundo.

Al abordar la rimera dependencia vimos cómo el recurso a la financiación exterior había traído 3 nefastas consecuencias: la primera, que España se ha convertido en el país proporcionalmente más endeudado del mundo, la segunda que además de que gran parte de la plusvalía producida por la clase obrera española va a ir a los beneficios del capital extranjero, también buena parte de los activos de las grandes empresas españolas pueden caer en manos extranjeras, y la tercera, que el hecho de que la financiación exterior provenga casi en un 50% de Alemania y Francia, implica un grado de dependencia económica y política de las dos grandes potencias de la UE.En esta segunda dependencia aparecen dos relaciones que atenazan el desarrollo económico español. Por un lado tenemos un modelo productivo construido para satisfacer las necesidades de mercado de las principales potencias europeas, el 75% de las exportaciones españolas se destinan a la UE y sólo 5 potencias (Alemania, Francia, Inglaterra, Italia, y el Benelux) absorben el 51,5%. Por el otro lado, el 40% de las exportaciones españolas dependen de las empresas extranjeras con filiales en España. Así, en España se produce para exportar lo que los mercados de las grandes potencias necesitan y a su vez esta producción está en manos del gran capital de esas potencias. En un mundo globalizado, las exportaciones españolas prácticamente sólo se dirigen a un 5% del mercado mundial y esta es una situación demasiado semejante a la de las economías semicoloniales, cuyas mercancías no conocían otro destino que el mercado de la metrópoli.En esta relación con rasgos típicos de una economía semicolonial, el papel que las grandes potencias le han otorgado a España en la división internacional del trabajo es el de plataforma subsidiaria para complementar las necesidades de sus grandes monopolios. Aquí aumentan la revalorización de su capital al beneficiarse de unos costes de producción más bajos que en su país de origen y de la cercanía geográfica a los mercados de destino, al tiempo que se quedan con buena parte del mercado español.La resultante final es un tejido productivo que no está puesto al servicio de las necesidades del mercado nacional, sino de las de la expansión y revalorización del capital extranjero; un tejido deforme, centrado en una especie de “monocultivo” en una serie de ramas industriales y servicios.Un modelo productivo cautivo de las grandes potencias Esta dependencia es fruto directo de la Inversión Directa Exterior (IDE), una forma de exportación de capital en la que los grupos monopolistas extranjeros se instalan en el país de destino, bien directamente constituyendo una filial (como Ford, Opel, Renault, Bayer, IBM…), bien comprando una empresa nacional e integrándola en la casa matriz (como Seat-Volkswagen, Motor Ibérica-Nissan, Pegaso-Fiat,…). Esta inversión no es coyuntural sino acumulativa, ya que los beneficios de estas multinacionales en España se acumulan año tras año.Analizando la entrada de IDE (Inversión Directa del Exterior) en España se observan dos etapas. Una primera, entre 1960 y 1976, en la que domina la inversión de capital norteamericano que en esos años superó el 40% de la IDE. En ese periodo la inversión extranjera llegó a suponer un 20% de los puestos de trabajo concentrados en las industrias químicas, la cristalería, la alimentación y las industrias gráficas; el resto, especialmente las industrias automotrices y petroquímicas, o bien estaban en manos del capital extranjero o eran monopolios estatales. Y una segunda etapa, en la que coincidiendo con el ingreso de España en la UE se dispara la inversión de capital de origen europeo, especialmente franco-alemán. Es el final de la década de los 80 y principios de los 90, cuando se hizo famoso el llamamiento de Miterrand a los empresarios franceses, “España está en venta, cómprenla”. El capital procedente de Europa llegó a representar el 4,2% del PIB. La resultante de las condiciones impuestas a España en su proceso de adhesión a la UE ha supuesto un enorme beneficio para las grandes potencias europeas y especialmente para Alemania y Francia.Sus empresas, que controlan más del 10% del PIB español, se han adueñado de sectores estratégicos en la economía como el automóvil, la siderurgia, telefonía, electricidad, distribución comercial en grandes superficies etc… Esto les ha dado una posición de privilegio en la que disponen de más del 50% de cuota de mercado en la fabricación de coches, la distribución comercial en grandes superficies, material ferroviario y la industria químico-farmaceutica. Más de un 30% de cuota de mercado, en material eléctrico y electrónico, cosmética y fabricación de equipos mecánicos. Y más de un 20%, en siderometalúrgica y otros.Entre las 100 primeras empresas que operan en España, 25 son total o mayoritariamente de capital alemán o francés. De las 50 empresas más exportadoras 28 son franco-alemanas. Entre las 20 empresas con mayores beneficios acumulados en la última década 8 son alemanas y otras 8 francesas. Así, frente a la propaganda de que gracias a las ayudas europeas y de los fondos de cohesión la economía española ha podido salir de su atraso, la realidad de los datos nos muestra que desde 1986, los 15 países de la UE han obtenido un saldo comercial favorable respecto a España de 205.046 millones de euros (34 billones de pesetas). Y de ellos más de la mitad corresponden al superávit comercial que Alemania mantiene con España. Sólo en su relación comercial, Alemania se ha llevado 21.000 millones de euros más de los 90.000 millones que han llegado a España de los fondos comunitarios. Por cada euro invertido en “ayudas europeas”, las empresas franco-alemanas se han rembolsado 4’5 euros. ¡Un 450 %! Nunca una inversión “solidaria” había resultado tan rentable. Un ejemplo emblemático: El sector del automóvil España es el séptimo mayor fabricante de automóviles del mundo y en 2007 produjo 2,9 millones de vehículos. El sector automovilístico es la primera industria nacional, representa el 6% del PIB, el 19,1% de las exportaciones, y abarca el 10% de la población activa. Sin embargo, vistos así los datos, son un puro espejismo.Porque el 100% de la fabricación de automóviles y por tanto de los beneficios está en manos del capital extranjero dándose la paradoja de que pese a producirse en España 5 veces más vehículos de los que se consumen, la balanza comercial de importación-exportación de vehículos de un saldo comercial negativo de más de 70.000 millones de pesetas.Son las casas matrices en las “metrópolis” europeas o norteamericanas las que deciden que modelos se fabrican en España y cuales se reservan. Aquí se fabrican fundamentalmente vehículos de gama media, media-baja que en un 82% se destinan a la exportación (a Francia, Reino Unido y Alemania). Y se guardan para sí las partes del proceso de producción más cualitativas y que más valor añadido producen (vehículos de gama alta, investigación e innovación tecnológica, diseño,…, lo cual significa más pagos por patentes y royalties). La resultante, España importa buena parte de su parque de automóviles de los centros de producción del centro de Europa y los monopolios del automóvil obtienen formidables beneficios. Por un lado ocupando la cuota de mercado interno que correspondía a las empresas españolas. Por otro construyendo una plataforma productiva de bajo coste para sus mercancías –todavía hoy el salario medio en España es un 40% inferior a la media de la UE de los 15–.Diversificar los mercados externos, diversificando la producción y los sectores industriales en que invertimos es imprescindible para romper con la dependencia de unos pocos mercados y la “cautividad” que imponen al sistema productivo español.

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