La riqueza de los españoles retrocede 4 años

«El valor de los bienes y servicios producidos por este paí­s -el llamado producto interior bruto a precios de mercado- se ha situado el año pasado en 1.051.151 millones de euros. Es decir, por debajo de los niveles logrados en 2007 y 2008»

Quiere decir esto que la crisis se ha cobrado una ieza valorada en 37.351 millones de euros, que es lo que España ha dejado de producir a lo largo del año pasado por la brutal caída de la demanda, en particular del consumo de las familias, que representa nada menos que el 55% del producto interior bruto. Ni siquiera en la recesión de los primeros años 90 la contracción del PIB fue mayor (EL CONFIDENCIAL) EL PAÍS.- El debate de ayer en el Congreso sobre la situación de la economía confirmó, por si alguna duda había, que no hay posibilidad de un pacto político anticrisis entre el Gobierno y el Partido Popular. El debate dio una imagen confusa de la política económica que no ayuda a recuperar la confianza exterior: un Gobierno poco firme que busca apoyos políticos para la tarea del ajuste fiscal y financiero y un PP destemplado que se descalificó un poco más como opción de gobierno. EL MUNDO.- No hay que descartar que el presidente del Gobierno se haya dado cuenta, aunque no lo dijera ayer, que la economía española requiere reformas que él no puede abordar sin el respaldo de otros partidos políticos. Ya rectificó en la política antiterrorista y podría hacerlo ahora en materia económica. El PP no debería desdeñar esta última y tardía oportunidad de alcanzar un pacto, entre otras razones porque Rajoy no tiene posibilidad de plasmar por sí mismo las iniciativas que propuso ayer. LA VANGUARDIA.- Esta es hoy la estructura profunda de España: crisis de caballo, fragilidad en el exterior, bloqueo político interior, desconfianza general, un calendario electoral atroz para cualquier programa de reformas, un exceso de periodismo bucanero y, a falta de populismo, un cierto triunfo de la vulgaridad: el clítoris subvencionado compitiendo en portada con el temido spread (diferencial) del bono español respecto al bono alemán, es decir, con la clave de la solvencia financiera del Reino de España Opinión. El Confidencial Una paso adelante dos atrás: la riqueza de los españoles retrocede a niveles de 2006 Carlos Sánchez España es más pobre. ¿Cuánto? Pues en 2009 ha vuelto exactamente a niveles que no se conocían desde el año 2006. O lo que es lo mismo. El valor de los bienes y servicios producidos por este país -el llamado producto interior bruto a precios de mercado- se ha situado el año pasado en 1.051.151 millones de euros. Es decir, por debajo de los niveles logrados en 2007 y 2008. En el primer caso, se alcanzó una cifra equivalente a 1,052 billones de euros, mientras que en el segundo se superaron ligeramente los 1,088 billones. El registro de 2009 sólo es superior a los 984.284 millones de euros generados en 2005. Quiere decir esto que la crisis se ha cobrado una pieza valorada en 37.351 millones de euros, que es lo que España ha dejado de producir a lo largo del año pasado por la brutal caída de la demanda, en particular del consumo de las familias, que representa nada menos que el 55% del producto interior bruto. Dicho en otros términos, teniendo en cuenta una población de 45.989.016 habitantes, eso supone que la recesión ha significado un retroceso en términos de renta per cápita equivalente a 812 euros por cabeza, la cifra más alta desde que en 1959 España salió de la autarquía. Ni siquiera en la recesión de los primeros años 90 la contracción del PIB fue mayor (un 3,6% frente al 1,1% de 1993). El retroceso es, incluso, superior, si se tiene en cuenta únicamente la demanda interna (consumo privado, público e inversiones), cuyo valor a precios de mercados ha caído en 79.834 millones de euros. Ha pasado, en concreto, de 1,152 billones a 1,072 billones. Sólo el comportamiento contracíclico de las exportaciones ha permitido recomponer esa pérdida tan acusada de riqueza nacional. Mientras que las exportaciones cayeron en 40.101 millones de euros respecto al año anterior, las importaciones han retrocedido de forma espectacular: 82.584 millones, lo que explica que el sector exterior haya hecho una aportación positiva al crecimiento del PIB. De no haberse producido este batacazo de las compras al exterior, el PIB hubiera caído de una manera más pronunciada, como ha sucedido en Alemania, con amplio superávit comercial. Los datos adelantados ayer por el Instituto Nacional de Estadística (INE) reflejan con nitidez la intensidad de la crisis, que ha provocado un retroceso importante en la riqueza generada por España a lo largo de un año, y que en última instancia es lo que mide el PIB. Cambian las comparaciones La cifra es relevante no sólo por lo que supone de reconocimiento de la virulencia de la crisis, sino porque su nivel afecta a la medición de otras magnitudes económicas. La deuda pública y privada, por ejemplo, crece automáticamente al reducirse el valor del PIB. El propio Gobierno había admitido en la presentación de los Presupuestos Generales del Estado de 2010 que el PIB del año pasado se habría situado en 1,053 billones de euros, y sobre esta referencia se hicieron todas las comparaciones. Lo cierto es que el PIB ha sido ligeramente inferior a esa cifra, lo que obligará a una pequeña modificación de las ratios macroeconómicas. El endeudamiento público es ligeramente más elevado de lo que se envió a Bruselas hace escasas semanas. Este frenazo en el crecimiento corta en seco una racha alcista que ha durado prácticamente tres lustros, y que explica que desde hace quince años el PIB de España se haya doblado prácticamente. A precios de mercado (con inflación, se ha pasado de 447.205 millones que valían los bienes y servicios producidos por España en 1995 a los 1,051 billones actuales, lo que refleja claramente el largo periodo de expansión económica vivido por este país en el pasado más reciente. EL CONFIDENCIAL. 18-2-2010 Editorial. El País El pacto imposible El debate de ayer en el Congreso sobre la situación de la economía confirmó, por si alguna duda había, que no hay posibilidad de un pacto político anticrisis entre el Gobierno y el Partido Popular (PP). El presidente del Gobierno anunció la creación de una comisión, encabezada por la vicepresidenta Elena Salgado, y formada por los ministros de Fomento e Industria, José Blanco y Miguel Sebastián, encargada de sondear un amplio consenso político sobre cuatro iniciativas económicas: fomentar la creación de empleo, reducción del gasto público, políticas para cambiar el patrón de crecimiento y reforma financiera. La respuesta de Mariano Rajoy no sólo fue intempestiva, puesto que condicionó cualquier pacto a que el Gobierno aplique la política económica del PP, sino que convirtió un debate económico en una llamada a sustituir al presidente. Y fue inoportuna porque, en plena vorágine recesiva, no es juicioso proponer un cambio en la dirección económica; y lo es todavía menos sugerir que sean los propios diputados del PSOE los que descabalguen a Zapatero de la presidencia del Gobierno. Si Rajoy cree que debe gobernar, como repite con insistencia, el camino mejor es que presente una moción de censura. Su réplica ("si tuviera los votos, lo haría") es una perogrullada; desde la oposición, los votos se tienen cuando se ganan convenciendo al resto de los partidos de las virtudes del programa propio. Mal que bien, Zapatero describió ayer lo que puede ser una política económica aceptable. Los estímulos públicos a la actividad económica se mantendrán y no se recortarán las ayudas sociales. Lo que importa es que definió correctamente las tareas prioritarias para recuperar la solvencia de las finanzas públicas: plan de austeridad, reforma financiera, reforma del mercado de trabajo y apelación a la Comisión del Pacto de Toledo para que se pronuncie sobre la reforma de las pensiones. Pero estos propósitos no están por encima de toda sospecha. Resulta poco creíble un recorte del gasto de 50.000 millones en cuatro años sin el apoyo activo de las autonomías; y la reforma financiera, largamente prometida, está congelada. También es cierto que un pacto con el PP aumentaría las probabilidades de éxito del recorte del gasto y de la reforma de las cajas. Pronto se comprobará si está dispuesto a poner "toda la carne en el asador", porque se dio plazos para cumplir con los deberes: dos meses para cerrar un pacto anticrisis y finales de junio para articular las grandes reformas. Pero si Zapatero insiste en fiarlo todo a un consenso y sigue enredándose en cuestiones de procedimiento, los mercados interpretarán que sus planes, aceptados por los inversores, son de nuevo un juego de manos sin salida. La respuesta de Rajoy careció de tacto político y abundó en el tremendismo retórico que encandila en la bancada popular. Cuando lo que está en cuestión es la imagen de solvencia de la economía española, es un contrasentido exigir "que se deje sin efecto la subida de impuestos"; ningún Gobierno se ataría a ese compromiso, porque el esfuerzo de consolidación quizá exija nuevas subidas fiscales. El atronador discurso de Rajoy, sostenido en estribillos de poco calado ("España es un país serio, su presidente no lo es"), parece haber entendido mal la naturaleza de un pacto político contra la crisis. No se trata de que la oposición gobierne, sino de que apoye las decisiones del Gobierno (que es el que dirige la política económica) en aquellas materias que afectan a la imagen de España ante los inversores internacionales. El debate de ayer dio una imagen confusa de la política económica que no ayuda a recuperar la confianza exterior: un Gobierno poco firme que busca apoyos políticos para la tarea del ajuste fiscal y financiero y un PP destemplado que se descalificó un poco más como opción de gobierno. EL PAÍS. 18-2-2010 Editorial. El Mundo El camino del pacto es hoy el único realista POR ENÉSIMA vez, Zapatero volvió ayer a confundir sus deseos con la realidad al predecir una pronta recuperación de la economía y la creación de empleo neto antes de acabar el año. Su intervención en el Congreso fue un ejercicio de panglosianismo, apelando a algunas de las recetas que ha convertido en dogmas, como que el gasto social es intocable. No fue capaz de plantear medidas nuevas ni de demostrar que tiene un remedio eficaz contra la crisis. Por el contrario, dio la impresión de que es un conductor empeñado en llevar el vehículo en la dirección equivocada sin atender a las señales de peligro. Rajoy estuvo certero en el diagnóstico y exigió a Zapatero que rectifique mediante seis iniciativas concretas, subrayando que si se hiciera «corresponsable» de su política, «ello sería una irresponsabilidad». El líder del PP criticó al presidente por la sucesión de planes y anuncios que ha realizado desde que comenzó la crisis, resaltando que todos ellos han fracasado estrepitosamente. Rajoy concluyó su discurso planteando la disyuntiva de la disolución de las Cámaras para celebrar unas elecciones anticipadas o la destitución de Zapatero por su propio grupo parlamentario. Ninguna de las dos opciones es realista porque ni el presidente tiene interés alguno en ese adelanto ni los diputados socialistas van a hacer el trabajo al PP. Descartadas esas dos hipótesis y teniendo en cuenta que Zapatero difícilmente va a rectificar si no hay una motivación externa que le obligue a variar el rumbo, sólo resta la alternativa del pacto que el presidente ofreció al líder de la oposición y al resto de las fuerzas políticas. Rajoy tiene fundados motivos para mantener una actitud escéptica sobre la viabilidad de ese acuerdo, pero creemos que tiene la obligación de intentarlo, aunque sólo sea para evitar que el país se siga deslizando en una continua pendiente hacia abajo. Es cierto que el líder socialista ya había ofrecido en otras seis ocasiones anteriores diálogo a la oposición, pero ayer fue mucho más concreto en su planteamiento: designó tres interlocutores del Gobierno, un plazo de dos meses para negociar y cuatro áreas de posible acuerdo, «abiertas» a las propuestas que el PP quiera plantear. La cuestión clave es hasta dónde está dispuesto a llegar el presidente, si piensa en simples retoques de su política o aceptaría cambios en profundidad. La propia designación de los representantes del Ejecutivo revela que Zapatero esta vez podría querer en serio un pacto: Miguel Sebastián siempre ha sido partidario del acuerdo, es más liberal que socialdemócrata y está cerca del PP en cuestiones como la energía nuclear, mientras que José Blanco, que sigue controlando el partido, también ha demostrado como ministro que sabe pactar con la oposición. Sería una ingenuidad echar las campanas al vuelo, pero no se puede ignorar que, por primera vez, Zapatero es favorable a una negociación sin condiciones previas, que cuenta ahora con el apoyo del Rey y el impulso de CiU, que siempre ha estado en esa línea. No hay que descartar que el presidente del Gobierno se haya dado cuenta, aunque no lo dijera ayer, que la economía española requiere reformas que él no puede abordar sin el respaldo de otros partidos políticos. Ya rectificó en la política antiterrorista y podría hacerlo ahora en materia económica. El PP no debería desdeñar esta última y tardía oportunidad de alcanzar un pacto, entre otras razones porque Rajoy no tiene posibilidad de plasmar por sí mismo las iniciativas que propuso ayer. Es muy significativo que el líder del PP aparezca por vez primera como ganador de un mano a mano con Zapatero en una encuesta como las que siempre realiza Sigma 2 para EL MUNDO. Pero también lo es que casi un 80% se declare a favor del pacto. Sería muy útil que ambos dirigentes se reunieran cuanto antes para clarificar cuáles son los temas negociables y hasta dónde están dispuestos a llegar en este pacto. EL MUNDO. 18-2-2010 Opinión. La Vanguardia El clítoris Enric Juliana El día amaneció keynesiano en Madrid. Cielo cubierto, lluvia, frío y un acalorado debate en las ondas sobre el precio de los estímulos. Bajando en taxi a las ocho de la mañana por el paseo de la Castellana, la gran noticia eran los 26.000 euros que el Ministerio de Igualdad pagará por un estudio titulado Mapa de inervación y excitación sexual en clítoris y labios menores. Ha salido publicado en el Boletín Oficial del Estado y ayer lo pillaba el Abc, sin prestar mucha atención a la letra pequeña, a la orientación médica (genitoplastia) de tan llamativo encargo gubernamental. Llovía, el cielo era una panza de burro y las radios iban a cien con Bibiana Aído. Los estructuralistas franceses nos enseñaron que todo tiene que ver con todo. Que no hay una separación estricta entre los textos que conforman el relato del mundo. Que la realidad no está organizada en secciones como las páginas de los diarios. Que una anécdota puede llegar a ser la más penetrante de las noticias políticas. Que la ruptura de un relato tiene efectos retrospectivos: cuando un espía es desenmascarado, toda su vida pasa a ser leída como una sucesión de traiciones; cuando un Gobierno no se aclara, todos sus tropiezos son reclasificados como grandes errores de Estado. En Madrid no tienen Centro de Cultura Contemporánea, pero la idea del estructuralismo la han captado. Todo tiene que ver con todo. Después de seis años de continua embestida, la derecha madrileña ha logrado deconstruir el zapaterismo. Le ha dado la vuelta al relato gubernamental de las bondades socialdemócratas, presentando al presidente como el único y exclusivo responsable del desbarajuste sintáctico que amenaza con dejar a España sin sentido. Zapatero, culpable; Zapatero, culpable; Zapatero, culpable; Zapatero manirroto, deficitario y subvencionador de tonterías. Zapatero, libertino; Zapatero, disparate; Zapatero, dimisión. Esta es la gramática de la vasta España central y Mariano Rajoy es prisionero –posiblemente a su pesar– de tan potente sintaxis. Rajoy conocía de antemano que el presidente se iba a amarrar –con cautela– al mensaje del Rey en favor del pacto. El líder de la oposición también sabe que el jefe del Estado no ha sido manipulado por el Gobierno, como sostienen algunos zapadores de la derecha. Don Juan Carlos, 72 años recién cumplidos, está muy preocupado y ha querido enviar una señal fuerte a la política, introduciendo un matiz voluntarista al neutro papel de la monarquía constitucional. La mayoría de la gente le ha entendido y le apoya. El Rey cae bien. Rajoy lo sabe, pero no puede alejarse del zócalo duro. No podrá hacerlo mientras las encuestas sigan diciendo que su liderazgo suscita tanta desconfianza como el del presidente. Esta es hoy la estructura profunda de España: crisis de caballo, fragilidad en el exterior, bloqueo político interior, desconfianza general, un calendario electoral atroz para cualquier programa de reformas, un exceso de periodismo bucanero y, a falta de populismo, un cierto triunfo de la vulgaridad: el clítoris subvencionado compitiendo en portada con el temido spread (diferencial) del bono español respecto al bono alemán, es decir, con la clave de la solvencia financiera del Reino de España. Vestido de azul Génova, Rajoy hizo un buen discurso de entrada. Duro, durísimo en algunos de sus pasajes, pero sin faltar. Un texto bien trabado, que respondía con inteligencia a la oferta de pacto y concluía con una estocada un tanto arriesgada: que el PSOE se saque de encima a Zapatero. Con decirlo una vez bastaba. Rajoy cometió el error de repetirlo y su adversario le respondió con la pregunta más desarmante del día: "¿Por qué no presenta una moción de censura?" El presidente hizo honor al año Camus. Llego al Congreso vestido de existencialista francés (corbata burdeos sobre camisa y traje gris) y con aires de humildad franciscana. Al de León, sin embargo, la va la brega. Le gusta. No la sufre. Y sigue siendo muy ágil en el campo de maniobras. No es un entusiasta del pacto de Estado, porque si fracasa le va a crear un nuevo problema de prestigio en el exterior. Y seguramente lo teme: si Rajoy entrase en el juego buscando la entente con Josep Antoni Duran Lleida y Josu Erkoreka, podría ser una trampa mortal para el PSOE. Pero ha decidido correr el riesgo. Quiere casarse con CiU. Duran, con la anuencia de Artur Mas (¿y la de Jordi Pujol?), ha transformado el grupo parlamentario de Convergència i Unió en el "partido del Rey", en la formación que en estos momentos mejor expresa y articula el mensaje monárquico, hace unos días aplaudido por Josep Lluís Carod-Rovira. ¡Caray con Catalunya! Hace dos meses parecía al borde de la secesión. Hoy, Macià y Cambó van del brazo. En Madrid ya no entienden nada. Duran hizo el discurso de un vicepresidente económico. Resulta evidente que está trabajando para el día después de las elecciones catalanas y en el PSOE todo son parabienes. Ya no hay disimulo. Los diputados del PSC callan –hay tristeza en su mirada– y se palpan la cartera. El "partido del Rey" les ha birlado su mejor lema de los últimos años (Temps difícils, gent seriosa). Conclusión: Zapatero se halla en el peor de sus momentos, pero no es el Gordon Brown español; aún no está irreversiblemente derrotado. Rajoy lo tiene todo a favor, pero no es David Cameron, el primer ministro en espera. LA VANGUARDIA. 18-2-2010

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