Irán: las autoridades imponen el orden

La revuelta iraní­ se va apagando

Desde que el pasado viernes el máximo dirigente iraní­, el ayatolá Alí­ Jamenei, censurara tajantemente las movilizaciones de protesta e hiciera una severa advertencia a los lí­deres de la oposición y a sus partidarios, el `movimiento verde´ ha ido perdiendo fuerza. Desde hace cuatro dí­as la represión se ha recrudecido considerablemente, y los conatos de manifestaciones han sido disueltas rápidamente por los antidisturbios y milicias basij. El lí­der reformista, Mir Husein Musaví­ -bajo amenaza de arresto- no ha hecho más apariciones públicas ni ha seguido impulsando las protestas de sus seguidores. Sin embargo, distintas fuentes apuntan que se habrí­a mantenido ya distintos contactos con el oficialismo. La batalla de la calle se va cerrando y el sector de la clase dominante y del régimen representado por los reformistas deberá poner en juego el capital polí­tico ganado en las movilizaciones en la mesa de negociaciones.

Desués de que ayer el Consejo de Guardianes desestimara definitivamente las peticiones de anular los comicios y convocar otros nuevos, la intervención televisada de Jamenei imponía una nueva advertencia a la oposición. El resultado “sigue siendo válido a pesar de las protestas”, dijo el máximo ayatolá, y el régimen no cederá “cualquiera que sea el precio”. Las calles de la capital vivieron su cuarto día sin manifestaciones, pero no sin violencia. Desde el discurso de la Oración del Viernes de Jamenei en la Universidad de Teherán las movilizaciones han sido abortadas casi antes de nacer. El sábado una batalla campal –con un trágico saldo de 9 muertos, entre ellos la joven Neda Agha Soltan, cuya imagen ha dado la vuelta al mundo- impidió una gran manifestación en el centro de Teherán. El lunes un enorme despliegue policial recibió a los grupos que acudían a la plaza de Haft-e Tir e impidió que coagularan, y el martes la llamada a concentrarse ante el parlamento fue violentamente reprimida por la policía y las milicias basij, con el de otra muerte más. Los medios de comunicación oficiales difunden además profusamente la idea de que los manifestantes actúan como vándalos al servicio de potencias extranjeras. Pero sobretodo el movimiento opositor languidece porque sus líderes y cabezas, al fin y al cabo miembros fundadores del régimen, han decidido que las movilizaciones han cumplido sobradamente su papel. por un lado han de acatar las severas advertencias de las altas instancias del Estado, que les han llamado al orden so pena de ser arrestados. Musaví ha encabezado y espoleado las protestas de la semana pasada, sí, pero tratando de que se desarrollaran de modo pacífico y con formas tolerables por el régimen, y haciendo un llamamiento a que sus partidarios acataran la autoridad del Guía Supremo. Musaví no pretende en absoluto desafiar –seriamente- al régimen. Nunca lo ha pretendido. Desde el inicio de las movilizaciones –protestando contra un fraude del que hay cada vez más indicios- las cabezas de la oposición: Musaví y los ex presidentes Jatamí y Rafsayani han declarado que buscaban la anulación de los comicios y la convocatoria de otros nuevos. Pero las remotas posibilidades de que esto se pudiera conseguir hace difícil de creer que realmente buscaran tal cosa. Ciertamente, el sector de la clase y del régimen al que representan ha conseguido con el movimiento de masas mover la correlación de fuerzas –entre destacadas personalidades del régimen, entre las masas iraníes y en el plano internacional- considerablemente, pero no hay condiciones para imponer su línea. Con más o menos fuerzas, Ahmadinejad va a gobernar. Lo que sí han conseguido –y notablemente- es que no se les pueda ignorar. La división en torno a dos líneas de la clase dominante y del régimen ha quedado evidenciada para el mundo y la sociedad iraní. El otro sector de la clase dominante y del régimen representado por Jamenei y Ahmadinejad tendrá que negociar con ellos –y hacer importantes concesiones- los próximos años a la `línea Musaví´ si quiere construir un proyecto sólido y consistente. Ahora empieza esta otra batalla.

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