Centenario Vanguardias

La revolución surrealista

“El verdadero objetivo del surrealismo no era el de crear un movimiento literario, plástico, ni siquiera filosófico nuevo, sino el de hacer estallar la sociedad, cambiar la vida” (Luis Buñuel)

De Dada a Freud

Cuando la humanidad estaba poseída por el futuro de progreso que el Siglo de las luces anunciaba, Goya advertía que “el sueño de la razón produce monstruos”. Poco más de un siglo después, la Iª Guerra Mundial demostró el grado de barbarie, la magnitud de los demonios que albergada la moderna sociedad burguesa.

Y el arte se hizo vanguardia, no de sí mismo, sino de una nueva conciencia que impugnaba todos los valores, principios y jerarquías de un poder que ya era insoportable.

El dadaísmo dinamitó los candados, pegó una patada en la puerta y abrió nuevos horizontes antes prohibidos por decreto. Sin destrucción no puede haber construcción. Y la primera oleada de la vanguardia se lanzó al abismo, entregándose a una frenética carrera por pulverizar todo lo sagrado, todo lo que defendía o sustentaba el orden social.

En ese valiente e inabarcable empeño, insólito por su radicalidad en la historia del arte, el dadaísmo acabó devorándose a sí mismo. Pero de sus cenizas surgieron nuevas y más fructíferas vanguardias.

Sin el dadaismo jamás hubiera existido el surrealismo, el movimiento que convirtió las vanguardias en un fenómeno universal y popular.

El 1924, el Manifiesto del surrealismo, redactado por André Breton no esconde sus intenciones, afirmando que “el surrealismo pretendía ante todo provocar, en lo intelectual y en lo moral, una crisis de conciencia del tipo más general y grave posible”.

Buñuel, que se adhirió fervientemente al surrealismo, puso todas las cartas encima de la mesa afirmando que “todo aquello que no ataque a la sociedad y las instituciones no es surrealista”. Estableciendo, con una energía tan caótica y radical, que “nosotros, los surrealistas, quisimos una revolución del pensamiento que condiciona la vida humana. ¡Atacar el espíritu y no la materia! ¡Cambiar las bases sociales!”. «El surrealismo sabe que un nuevo mundo es posible, y que el arte puede ser una de las fuerzas que contribuyan a su nacimiento «

Y en ese camino, los surrealistas empuñaron un afilado cuchillo que permitió al arte liberarse de pesados fardos y adquirir otra mirada.

Freud había fundado una nueva ciencia, el psicoanálisis, destronando a la Razón del puesto de mando, rebelando la potencia del inconsciente, revelando la moral que domina nuestra conciencia busca castrar los deseos más íntimos de cada individuo para garantizar el orden social.

Gracias al psicoanálisis, los surrealistas descubrieron que el arte debía parecerse al sueño, despreciado por el pensamiento racional porque allí estaba la verdad que escapaba a la censura impuesta en la vigilia.

Es Buñuel quien nos desvela como este es el ariete que ha permitido al surrealismo una capacidad de conexión y expansión superior al resto de vanguardias: el surrealismo no hace más que animar la realidad corriente con toda clase de símbolos ocultos, de vida extraña yacente en el fondo de nuestra subconsciencia y que la inteligencia, el buen gusto, la mierda poética tradicional, habían llegado a suprimir por completo. Por eso es tan vital, está tan cerca de las fuentes primeras de la vida, del salvaje y del niño. Es una realidad auténtica sin deformaciones a posteriori”.

La vanguardia que nace de la revolución

Frente al dadaismo, cuya efímera vida es comparable a la de una llama que necesita consumirse para iluminar, el surrealismo es la corriente de las vanguardias que más perdurará y mayores efectos tendrá no solo en el arte sino también en la conciencia global de la humanidad.

Es el resultado de la unión entre la vanguardia y la revolución. El dadaísmo estaba poseído de un ansia destructiva del orden establecido, el surrealismo sabe que es posible transformar la sociedad, cambiar el mundo de base. La influencia de la Revolución de Octubre, el poderoso ejemplo de las vanguardias rusas alumbrando un arte que no aspire a reflejar la realidad sino a transformarla de raíz, serán decisivos.

El Segundo Manifiesto Surrealista proclama “nuestra adhesión al principio del materialismo histórico”. Y el órgano principal de los surrealistas pasa a llamarse “El surrealismo al servicio de la revolución”.

Luis Buñuel, que se afilió al Partido Comunista Francés, como otros muchos surrealistas, “confesaba” explícitamente que “la revolución surrealista luchaba por una revolución mundial, la «revolution totale» (…) Nosotros poníamos el surrealismo al servicio de la revolución proletaria mundial”.

El avance práctico de la revolución proporciona al arte un nuevo horizonte. Del nihilismo, revolucionario pero sin alternativa posible, del dadaismo, el surrealismo sabe que un nuevo mundo es posible, y que el arte puede ser una de las fuerzas que contribuyan a su nacimiento.

Esto proporciona al surrealismo una radicalidad todavía mayor que el dadaismo, porque a la provocación contra todo lo establecido y su voluntad de destruirlo une todo un mundo por conquistar.

Y al mismo tiempo, una creatividad artística y una capacidad de conexión con la sensibilidad social que sigue ejerciendo una extraordinaria capacidad de atracción y fascinación.

España, capital del surrealismo

París será el escenario donde el surrealismo se presente ante el mundo. Pero si preguntáramos, en cualquier país del mundo, cuáles son los artistas surrealistas más relevantes, todos mencionarían a Lorca, Dalí y Buñuel.

España, a principios del siglo XX un país de segundo o tercer orden, se coloca a la cabeza de la cultura universal. Casi nunca ha sucedido, los grandes centros irradiadores de cultura se corresponden con las potencias dominantes. Pero el carácter revolucionario de las vanguardias, y los efectos de la debilidad de las potencias que dominaban en España, como Inglaterra o Francia, permitió que se expresaran las enormes potencialidades de la sociedad española, también en el terreno artístico.

3 comentarios sobre “La revolución surrealista”

  • Muy buen artículo Joan.El que más me gusta a mí es Dalí,más todavía que super-Buñuel.Como bien decía Dalí «me obsesiona la unidad de España» a pesar de defender la revolución bolchevique «»Siempre que escucho el himno nacional se me pone la carne de gallina. A Buñuel, pese a ser ateo y anarquista, le sucedía lo mismo». Así hablaba en 1985″

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