60 Aniversario de la Revolución cubana

La revolución impensable

La voluntad de conquistar y mantener la independencia política es la más valiosa enseñanza que la revolución cubana

El dí­a de año nuevo de 1959, una pequeña isla caribeña, Cuba, situada a poco más de cien kilómetros de las costas de Florida se atreve a pensar lo impensable, a imaginar y a realizar lo que hasta entonces parecí­a inimaginable.

El 25 de noviembre de 1956, un barco de pequeño tonelaje, el Granma, había zarpado del puerto fluvial del río Tuxpan (México). 82 revolucionarios del Movimiento 26 de Julio, comandados por Fidel y Raúl Castro, Camilo Cienfuegos y Ernesto Ché Guevara se dirigen, fuertemente armados, hacia Cuba con el objetivo de derrocar al corrupto y dictatorial gobierno del coronel Fulgencio Batista, aupado al poder siete años antes gracias a un golpe de Estado organizado por la CIA.

Con 48 horas de retraso según lo previsto, y tras una travesía tormentosa, los patriotas revolucionarios cubanos desembarcan en la costa oriental de Cuba. El primer encuentro con las tropas de Batista es desastroso y sólo 20 guerrilleros consiguen huir, retirándose a las enmarañadas selvas de Sierra Maestra.

El gobierno Batista anuncia oficialmente la derrota de los insurgentes y la muerte de Fidel Castro. Pero apenas un mes después, el “muerto” resucita y la guerrilla, bajo la dirección de Fidel, realiza su primera acción militar, atacando y tomando el pequeño destacamento militar de La Plata. En apenas 4 meses los guerrilleros están ya en condiciones de enfrentarse abiertamente a las tropas de Batista. Inmediatamente se crea una segunda columna del ejército guerrillero, a cuyo mando se pone el Ché. Y a comienzos de 1958 son ya 5 las columnas de las que disponen.

Batista envía entonces lo mejor de sus tropas a Sierra Maestra, que son derrotadas una vez tras otra. Tras su retirada, Fidel Castro ordena expandir la guerrilla al resto de Cuba. El Che y Cienfuegos se dirigen al centro del país para dividir la isla en dos y preparar el ataque a la estratégica ciudad de Santa Clara, llave del camino a La Habana.

Mientras, Fidel y Raúl Castro permanecen en el Oriente para acabar de controlar la región y atacar finalmente la segunda ciudad del país: Santiago de Cuba.

En diciembre de ese año, las tropas comandadas por el Che Guevara y Camilo Cienfuegos pasan a la ofensiva, atacan y derrotan los regimientos de la zona central de la isla, con el fin de aislar a las tropas gubernamentales. A finales de año, la debacle de la dictadura de Batista aparece ya como inevitable: la pérdida de Santa Clara, último reducto defensivo antes de La Habana, y la toma por los guerrilleros del tren blindado enviado por el régimen para frenar su ofensiva, es el comienzo del fin.

Huida de Batista, triunfo de la revolución

Tres días después, el 1 de enero de 1959, el dictador huye precipitadamente de La Habana hacia Santo Domingo ante el avance de las tropas revolucionarias que se despliegan ya sin oposición por toda la isla. Siete días después, el 8 de enero, el Estado Mayor de la revolución cubana, comandado por Fidel Castro, Ernesto Ché Guevara y Camilo Cienfuegos, hace su apoteósica entrada en la capital, donde son recibidos con entusiasmo por decenas de miles de habaneros con gritos de apoyo a los revolucionaros y vivas a la patria libre. En ese momento concluyen los casi 60 años de opresión semicolonial por parte de EEUU.

Una pequeña isla caribeña situada a poco más de cien kilómetros de las costas de Florida se había atrevido a pensar lo impensable, a imaginar y a realizar lo que hasta entonces parecía inimaginable. En la misma puerta del patio trasero de la primera superpotencia hegemonista de la historia, en el corazón del mar Caribe, que desde el siglo XIX los yanquis habían considerado su “mare nostrum”, un grupo de revolucionarios –los ‘barbudos’, nombre con el que el pueblo denominaba cariñosamente a los revolucionarios del Movimiento 26 de Julio– no sólo se atreven a desafiar al omnímodo poder del Imperio, sino que lo derrotan, alcanzan la independencia nacional de su país y van a ser capaces de mantenerla a lo largo de más de 50 años hasta nuestros días.El triunfo de la revolución cubana, y su pervivencia a lo largo de medio siglo, es sin lugar a dudas uno de los acontecimientos de mayor trascendencia histórica de la segunda mitad del siglo XX, en particular para los pueblos del mundo hispano.Por encima de sus muchos logros sociales, y también de sus innegables deficiencias y errores, el valor principal de la revolución cubana sigue siendo la implacable voluntad de un pequeño pueblo por transgredir las normas del orden mundial dominante. Un orden mundial en el que no es tan siquiera imaginable que una pequeña nación, con apenas 11 millones de habitantes, sea capaz de conquistar y mantener su independencia, su capacidad de decidir por él mismo su destino. Y hacerlo en las mismísimas barbas del imperio más poderoso que ha existido en la historia de la humanidad. De acuerdo con la lógica del orden mundial hegemonista, la revolución cubana es un hecho que jamás debió ocurrir, que nunca pudo ni debió pensarse siquiera. Y que, en todo caso, debía haber sido eliminada de raíz nada más producirse. Eso es lo que está en la lógica del imperialismo.Y sin embargo, la tenacidad, la dignidad, el orgullo, el patriotismo del pueblo cubano ha hecho que lo que era inimaginable ocurriera. Que David derrotara a Goliat. Y no una sola vez, sino múltiples veces a lo largo de medio siglo. Resistiendo a invasiones, sabotajes de todo tipo, infinitos intentos de asesinato de sus líderes, actos de terrorismo de la peor especie, un despiadado embargo económico y comercial,…

Muy por encima de cualquier otra consideración, este fermento antiimperialista, esta voluntad de conquistar y mantener a toda costa la independencia política de Cuba es, de lejos, el mayor logro y la más valiosa enseñanza que la revolución cubana ofrece a todos los pueblos del mundo, pero de forma especial al mundo hispano.Incluso en los momentos en que mayores han sido las desviaciones de la revolución, la preservación de la independencia política ha sido el norte estratégico que ha guiado a Cuba durante estos 50 años. Lo que explica, a su vez, porque la isla fue uno de los pocos regímenes socialistas capaces de seguir en pie tras la caída de la URSS.

Fantasmas del pasado

Para el pensamiento de la llamada nueva izquierda, la muerte de Fidel es el símbolo de “una época que se está marchando”. Como dice Lenin en El Estado y la revolución sobre los líderes revolucionarios: “En vida de los grandes revolucionarios, las clases opresoras les someten a constantes persecuciones, acogen sus doctrinas con la rabia más salvaje, con el odio más furioso, con la campaña más desenfrenada de mentiras y calumnias. Después de su muerte, se intenta convertirlos en íconos inofensivos, canonizarlos, por decirlo así, rodear sus nombres de una cierta aureola de gloria para ‘consolar’ y engañar a las clases oprimidas, castrando el contenido de su doctrina revolucionaria, mellando su filo revolucionario, envileciéndola”. La muerte de Fidel también ha sido utilizada por algunos de los representantes de la nueva izquierda como Juan Carlos Monedero para afirmar que con él muere toda una época donde “las herramientas con las cuales interpretamos el siglo XX [el marxismo] no nos van a servir en el siglo XXI”.

Ideas que no buscan potra cosa que difundir que las “utopías revolucionarias” pertenecen al pasado, que en un mundo globalizado revoluciones como la cubana son ya imposibles, y que debemos conformarnos con defender su legado en forma de conquistas sociales y mitificar (“canonizándolos”) a sus líderes, pero desprovistos ya de todo su filo revolucionario..

Curiosamente, este es también el clima de opinión al que se enfrentó la revolución cubana en 1959.

La revolución en Cuba ni debía ni podía pensarse. Era imposible. Con los EEUU en la cima de su poder hegemónico. Y la URSS defendiendo la “coexistencia pacífica” con Washington.

Pero la revolución triunfó, sin el apoyo de ningún centro de poder mundial. Y lo hizo porque señaló correctamente el blanco, uniendo la lucha contra la dictadura de Batista con la batalla frente a la intervención norteamericana. Movilizando en ella al conjunto del pueblo cubano.

Si la revolución cubana ha pervivido durante 57 años es porque conquistó una independencia nacional completa frente a EEUU. Washington no puede organizar “golpes blandos” en Cuba, como si ha hecho en Argentina, Brasil, Honduras, Paraguay… porque no puede intervenir en el corazón del Estado.

Esta es una enseñanza fundamental de la revolución cubana, de la que ahora quieren que prescindamos.

El legado de Fidel

Fidel Castro forma parte de una gigantesca oleada revolucionaria sin la cual hoy el mundo no sería el mismo.

Su influencia no se limita al pasado, sino que sigue determinando el presente. Porque, tras casi sesenta años, lo que nos dice la realidad es que quien ha ganado y avanzado es la revolución y el pueblo cubano; y quien ha perdido y retrocedido es el hegemonismo norteamericano.

Cuando Obama anunció el fin del bloqueo y el deshielo de relaciones con Cuba, estaba reconociendo la derrota del imperio, incapaz de torcer la voluntad de independencia de un pueblo y un país de apenas 11 millones de habitantes.

El ejemplo de soberanía de la revolución cubana es la corriente principal que hoy avanza en todo el mundo hispano. Con el fortalecimiento de un frente antihegemonista que abarca todo el continente. Y con el debilitamiento del control norteamericano sobre lo que siguen considerando su “patio trasero”. Nada de esto hubiera ocurrido, o hubiera sido muy diferente, sin el triunfo de la revolución en Cuba.

Las contraofensivas de Washington en Argentina o Brasil, o el endurecimiento que pueda imponer la presidencia de Trump, no alteran una situación en la que, vista de conjunto, los pueblos avanzan y el imperialismo retrocede.

Esta es una batalla de una rabiosa actualidad. Quien la sitúa como el recuerdo de un pasado glorioso, aprovechando para arremeter también contra el marxismo, o limita su valor a los “avances sociales”, y no en primer lugar a la conquista de la independencia nacional frente a EEUU, está subvirtiendo el ejemplo de la revolución cubana.

¿Acaso no nos enfrentamos hoy a la intervención del hegemonismo norteamericano? ¿No es la conquista de la independencia nacional -en el mundo hispano, y en España-, la premisa para cualquier proyecto de progreso?

Nosotros, que denunciamos las desviaciones de la revolución, cuando en los años 70 se alineó con el imperialismo agresivo y expansionista de la URSS -a pesar de no entregar nunca su independencia, como si ocurrió en Europa del Este-, podemos tomar hoy una tajante posición de apoyo a la lucha del pueblo cubano por su independencia frente a la superpotencia norteamericana.

La tenacidad, la dignidad, el orgullo, el patriotismo del pueblo cubano ha hecho que lo que casi todos presentaban como imposible ocurriera. Que David derrotara a Goliat.

Muy por encima de cualquier otra consideración, la voluntad de conquistar y mantener a toda costa la independencia política, es de lejos el mayor logro y la más valiosa enseñanza que la revolución cubana ofrece a todos los pueblos del mundo.

Frente a quienes nos llaman a admirar un pasado glorioso, a condición de renunciar a reproducirlo en el presente, lo que los hechos, y la propia historia de la revolución cubana, confirman es que, como afirma el marxismo, el futuro es de los pueblos y no del imperialismo.

6 comentarios sobre “La revolución impensable”

  • Para mí, hay una pregunta honesta que creo debe hacerse todo aquel que defiende la «fortaleza del modelo cubano». Nos dicen los defensores de mantener las fuertes restricciones isleñas al Capital USA, que liberalizar el desarrollo de sectores paralelos al monopolio Estatal, significaría poner al socialismo en riesgo de «contaminación», de «erosión», incluso que un giro en la política comercial del socialismo comportaría poner a Cuba en peligro de «caos» en el sentido de «disolución».
    Mi pregunta al respecto es: ¿Cómo es posible que tamaño socialismo pudiera ser puesto en jaque (al nivel de referentes normativos poblacionales, sociales, de modelo…) por un simple levantamiento de la veda? ¿Cómo nos hablan ustedes de socialismo, suponiendo a la vez tal debilidad ideológica y productiva del modelo? Ustedes mismos acusan al comerciar como el principio del perecer, entonces se acusan ustedes mismos de tener pies de barro. El socialismo no debería temer el poner relaciones mercantiles a circular: ¿o acaso no puede mantenerlas bajo control?

  • el gran circo de los hermanos macana dice:

    Algo tendría Castro,que su pueblo no lo derrocó.Monedero se podía ir a hacer puñetas y el PCE lo mismo,porque las juventudes,mucha foto del Che,etc pero como bien dice el artículo,para la URSS,era una Revolución impensable,en plena guerra fría y con la doctrina de «coexistencia pacífica»,que hizo que incluso el partido comunista francés se hiciera «eurocomunista».Lo que le falta al artículo,es decir que la pobreza de Cuba viene por caer bajo la órbita soviética,que lo convirtió en una colonia de ésta,eso para los «revis» con camisetas del Che,y el asesinato del Che Guevara en Bolivia vino de manos del KGB(la fulana de Tania),ya que el Che tenía acercamientos con los chinos y estaba en contra de la URSS.Eso no lo dice Monedero

      • comiendo churros en el tronkomóvil dice:

        Para el neófito que no conozca la ruptura chino-soviética,comentar que el partido comunista chino consideraba que tras la muerte de Stalin,la URSS se transforma de dictadura del proletariado en todo lo contrario,un Estado capitalista monopolista explotador de su pueblo,repartiéndose el “negocio” Kruschev y sus amigotes del PCUS,más agresivo todavía que el hegemonismo yankee,ya que llega tarde al reparto del mundo.Rompen relaciones los chinos y los soviéticos.Un buen texto aclaratorio es “la teoría de los 3 mundos” de Mao. Mao afirmaba que tanto los Estados Unidos como la entonces Unión Soviética pertenecían al primer mundo “porque tenía muchas armas atómicas y eran más ricos”. Europa (sobre todo Occidental), el rival chino de Japón, Canadá y Australia pertenecían al segundo mundo porque no tenían tantas armas nucleares (o no las tenían en absoluto) y no eran tan ricos, pero que eran más ricos que el tercero. Por lo tanto, según Mao el primer mundo consistía de las dos principales superpotencias militares antagónicas, el segundo mundo de los países ricos aliados de aquellas (de hecho de los Estados Unidos), en tanto que el Tercero estaba conformado por las naciones no alineadas ideológicamente. “Nosotros somos el tercer mundo”, alegaba el líder chino.Los chinos forman el “movimiento de países no alineados”,con gente como el egipcio Nasser

  • Gracias por este articulo . Aclara lo que esta oscuro , nos cuenta los elementos basicos para entender o aprender lo que paso en aquel 1956 .Y critica un ultimisimo punto de vista de juancarlosmonedero . Gracias .

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