Revolución de Octubre y vanguardias artísticas

La revolución desconocida

También en el arte y la cultura la Revolución de Octubre supuso un terremoto que inició una nueva época, y del que beben las más audaces vanguardias.

Se difunde conscientemente la identificación de la Revolución de Octubre con el “realismo socialista”, asentando que tras 1917 se impuso una uniformidad que cercenó la libertad creativa, y una “cultura oficial” que impidió el desarrollo artístico.

Nada más alejado de la realidad. La Rusia soviética, gracias a la revolución, es el país donde las vanguardias disfrutaron de mayor libertad e hicieron más aportaciones, en una efervescencia creativa que se extenderá a todos los terrenos del arte (pintura, poesía, arquitectura, diseño gráfico, teatro, cine…), con una sucesión de rupturas formales y conceptuales que desde la URSS se extienden a todo el mundo.

La URSS es uno de los principales focos donde se creó el lenguaje del cine moderno, con Eisenstein pero también con otras figuras de la talla de Vertov, Kulechov…

Lenin expresa que “de todas las artes, el cine es para nosotros la más importante”. La industria del cine es nacionalizada, impulsada desde el Estado obrero a través de un comité nacional, o creando las primeras escuelas de cine del mundo.

En pintura Malevich crea el “suprematismo”, una de las rupturas decisivas en la pintura moderna, llevando la abstracción a su más alto grado de desarrollo (el famoso cuadro “Cuadrado negro”).

Ródhchenko abre, desde la escultura y la pintura, nuevos campos de expresión artística. Creando el fotomontaje como un lenguaje que todas las vanguardias utilizarán de forma entusiasta. Dotando a la fotografía de una altura artística desconocida hasta entonces, concentrándolo en la mirada de la cámara.

El Lissitzky, uno de los artistas más desconocidos y más importantes de las vanguardias, se adelantó a su tiempo, experimentando técnicas de producción y recursos de estilo que se harían dominantes en el diseño gráfico del siglo XX. Influyendo decisivamente en movimientos tan importantes como el de la Bauhaus.«La Rusia soviética, gracias a la revolución, es el país donde las vanguardias disfrutaron de mayor libertad e hicieron más aportaciones»

La increíble fuerza y originalidad que todavía hoy, casi un siglo después, transmiten los mejores carteles y fotomontajes de los constructivistas rusos de la década 20 son la mejor prueba de la profundidad y solidez de sus propuestas artísticas.

En la pedagogía, los maestros revolucionarios, bolcheviques, encabezados por Alexandra Kolontai y Makarenko, desarrollan nuevas tendencias basadas en el trabajo colectivo y en nuevos principios de unidad, solidaridad, trabajo en equipo, contacto con la naturaleza y combinación del estudio teórico con la actividad práctica en la producción.

El Moscú revolucionario se convierte en uno de los mayores campos de experimentación teatral de toda Europa. Desde Stanislavski, creador del método de interpretación que se extenderá por todo el planeta, hasta Meyerhod, que va a revolucionar la escenografía y la puesta en escena.

Maiakovski enarbola una nueva poesía, tan audaz formalmente como revolucionaria.

En la arquitectura, los nuevos artistas revolucionarios están empeñados en transformar el espacio en que se está, no solo ideológicamente, también físicamente; cambiar las formas de vida, la naturaleza de las viviendas y los talleres, la fisonomía de las bibliotecas y los clubes, pero también de las ciudades… y hacen todo esto no según un criterio solamente artístico, sino según un proyecto que tiene su fin en la construcción de la sociedad socialista.«El impacto de las vanguardias soviéticas se extenderá a todos los terrenos del arte: cine, pintura, poesía, arquitectura, fotografía, diseño gráfico, teatro…»

La obra de arte, según el punto de vista revolucionario de Tatlin, Gabo… exige un replanteamiento radical: “su utilidad no depende de su incorporación al objeto en cuanto adorno, ni siquiera es sólo una mejora del diseño; incluye, ciertamente, todas estas cosas, pero es, antes que ninguna otra cosa, manifestación de un lenguaje nuevo, expresión de la nueva sociedad que se pretende crear”.

Estas concepciones tendrán un profundo impacto en la arquitectura mundial y una destacada influencia tanto colectiva –en los grupos de La Bauhaus o De Stijl– como individual –Le Corbusier, Gropius, Mondrian, Mies Van der Rohe…– en las figuras y tendencias arquitectónicas más representativas del siglo XX.

El constructivismo ruso va a sentar los presupuestos teóricos de muchas de las tendencias pictóricas de todo el siglo XX, como el arte concreto, la pintura minimalista o la de los campos de color.

Este es solo un pequeño repaso de la enorme explosión cultural que se produce en la URSS tras la Revolución de Octubre, capital en la evolución de la cultura y el arte en todo el mundo.

Arte y revolución

El triunfo de la Revolución de Octubre, la toma del poder por parte del proletariado, permite esta explosión artística.

Los mejores creadores rusos -que antes de la revolución ya venían desarrollando una lucha contra el arte oficial burgués- se suman de forma entusiasta a la obra de la revolución proletaria.

Durante la guerra de agresión imperialista contra la revolución, lo mejor de la cultura soviética va a dedicar todo su esfuerzo y creatividad a defender y desarrollar las conquistas revolucionarias frente al feroz ataque de la reacción mundial.

Unas conquistas revolucionarias, que se extienden a todos los ámbitos del desarrollo humano, incluido el arte como parte integral e importantísima de ese nuevo horizonte, libre de explotación y de opresión, que para la humanidad ha abierto la Revolución de Octubre.

Frente a las concepciones burguesas del arte como “reflejo de la realidad”, los artistas revolucionarios levantan la bandera del arte como “transformación de la realidad”.

Y van a encontrar en la URSS socialista la libertad para poner en práctica sus ideas.

Si en Alemania o Francia, las nuevas corrientes culturales deben abrirse camino a contracorriente de la animadversión del poder, en Moscú… los vanguardistas están en el poder, dirigen la política cultural del nuevo Estado proletario.

Cuando el 1925 el Comité Central del partido bolchevique constituya una comisión para celebrar la revolución de 1905 (que encargará a Einsseinstein el rodaje de “El acorazado Potemkin”) en ella están Vsevolod Meyerhold (padre del “octubre teatral”), Casimir Malevich (fundador del suprematismo) y Valerian Pletniov (animador del primer gran movimiento de cultura proletaria, el Proletkult).

No era un caso aislado. Al frente de la IZO (la sección de artes visuales del Comisariado del Pueblo para la Educación) estaba un vanguardista como Shterenberg. Tatline y Rodchenko llevaban las enseñanzas de las tendencias más izquierdistas de las vanguardias al InKhuk y al VkhuTeMas (Talleres Estatales Superiores Artísticos y Técnicos) de Leningrado. Y Kandinsky, figura señera de la abstracción, pese a residir en Europa, presidía la Academia Rusa de las Ciencias Artísticas.

Este no es un movimiento que se reduzca a una pequeña élite. Gracias a las conquistas de la revolución, se da un gigantesco salto en el acceso a la cultura, a la alta cultura, del conjunto de la población, con unas vanguardias que lejos de convertirse en élites minoritarias ofrecen sus obras al gran público.

El nuevo Estado soviético implanta inmediatamente la educación obligatoria y gratuita para toda la juventud. El Comité de Instrucción Pública organiza campañas inmensas de educación para obreros y campesinos. Se crean los Svomas, talleres libres y gratuitos de instrucción artística organizados por el Estado y que estaban abiertos a todos los ciudadanos rusos de más de diez años, con profesores elegidos por los alumnos o sin ellos y estaban abiertos a la enseñanza de todas las corrientes y tendencias artísticas.

Complementadas con la creación de los primeros museos de arte moderno del mundo. O las “exposiciones de artistas de todas las tendencias”, en las que se mezclaban obras de los “itinerantes” y de los suprematistas, de los cezannistas y de los primitivistas, de los constructivistas y de los simbolistas, para que el gran público las conociera y pudiera apreciar y valorar sus diferentes lenguajes formales y sus distintas propuestas conceptuales.

Tras el triunfo de la Revolución de Octubre se abre un debate sin precedentes sobre qué tendencias y líneas debe seguir el nuevo arte revolucionario. Se suceden los manifiestos en un clima de efervescencia cultural y proliferación de corrientes y tendencias diversas: productivistas, cubofuturistas, suprematistas, comunistas-futuristas, el frente de izquierdas del arte…

En ningún otro momento de la historia ni en ningún otro lugar del mundo se ha producido un debate, público, de esa profundidad y en ese clima de absoluta libertad, que haya tenido tanta trascendencia en el arte mundial.

Lenin contra el realismo socialista

Se difunde la falsa idea que desde sus orígenes, revolución proletaria y libertad de creación artística son dos conceptos opuestos y antagónicos.

La realidad es exactamente la contraria. La política cultural que los bolcheviques impulsaron tras el triunfo de la revolución es antagónica a la imposición -ya en la época de Stalin- del “realismo socialista” como único “arte proletario”. Estuvo presidida por la libertad de creación y la pluralidad de corrientes.

El Comisario del Pueblo de Educación, Lunatcharsky, ministro hasta 1929 lo plantea con claridad: “Declaré decenas de veces que el Comisariado Popular de Educación debe ser imparcial en lo que respecta a las orientaciones particulares de la vida artística. (…) El gusto del comisario del pueblo y de todos los representantes del régimen no debe ser tomado en consideración. Hay que facilitar el libre desarrollo de todos los individuos y grupos artísticos. No se debe permitir que una tendencia artística elimine a otra valiéndose ya sea de la gloria tradicional adquirida, ya sea de la moda.”

El debate y la discusión artística alcanzó tal intensidad que llegó hasta la cúpula del partido bolchevique, y Lenin tuvo que intervenir… contra las ideas que ya entonces estaban desarrollándose y que serán la base de la futura imposición del “realismo socialista”.«La política cultural que los bolcheviques impulsaron es antagónica al “realismo socialista”, protegió las vanguardias y estuvo presidida por la libertad de creación y la pluralidad de corrientes»

Bajo el Proletkult se agrupan quienes defienden, en nombre de la nueva sociedad socialista, que había que igualar la creación “sobre el gusto de las masas”, que nada del arte y la cultura anteriores a la revolución sirven ya en tanto que pertenecientes a un pasado burgués, y que la única misión del arte proletario era reflejar los aspectos más positivos y destacables de la edificación socialista, defendiendo la existencia de una “cultura proletaria pura”.

El propio Lenin se vio obligado a redactar personalmente una propuesta de resolución para el congreso del Proletkult donde afirmaba explícitamente: “El marxismo ha conquistado su significación histórica-universal como ideología del proletariado revolucionario porque no ha rechazado en modo alguno las más valiosas conquistas de la época burguesa sino, por el contrario, ha asimilado y reelaborado todo lo que hubo de valioso en más de dos mil años del pensamiento y la cultura humana. Sólo puede ser considerado desarrollo de la cultura verdaderamente proletaria el trabajo ulterior sobre esa base y en esa misma dirección, inspirado por la experiencia práctica del proletariado como lucha final contra toda la explotación. Sustentando firmemente este punto de vista de principio, el Congreso de Proletkult de toda Rusia rechaza con la mayor energía, como inexacta teóricamente y perjudicial en la práctica, toda tentativa por intentar una cultura especial propia”. —

Lo más avanzado de la cultura, con la revolución

Lo mejor y más avanzado de la cultura va a tomar una posición radical por la revolución, inseparable de su radicalidad en cambiar las formas artísticas.

Muchos de los dadaístas alemanes se sumaron a la Liga Espartaquista y participaron en la revolución que sacudió Alemania.

En su manifiesto “¿Qué quiere el dadaísmo?”, afirmaban:

“El Dadaísmo exige:

La unión revolucionaria internacional de todos los creadores e intelectuales del mundo entero teniendo como base el comunismo radical”.

El Segundo Manifiesto Surrealista proclama “nuestra adhesión al principio del materialismo histórico”. Y el órgano principal de los surrealistas pasa a llamarse “El surrealismo al servicio de la revolución”.

Picasso se radicalizará hasta convertirse en militante comunista.

Luis Buñuel, que se afilió al Partido Comunista Francés, como otros muchos surrealistas, “confesaba” explícitamente que “la revolución surrealista luchaba por una revolución mundial, la «revolution totale» (…) Nosotros poníamos el surrealismo al servicio de la revolución proletaria mundial”.«Lo mejor y más avanzado de la cultura va a tomar una posición radical por la revolución, inseparable de su radicalidad en cambiar las formas artísticas»

Lorca declara que “todos los movimientos actuales societarios comunistas y socialistas arrancan de un gran libro; de El capital, de Carlos Marx”. Y remarca que “los avances sociales y las revoluciones se hacen con libros y que los hombres que las dirigen mueren muchas veces como el gran Lenin de tanto estudiar, de tanto querer abarcar con su inteligencia.

2 comentarios sobre “La revolución desconocida”

  • el click de manara dice:

    Muy bueno el artículo.Si,el realismo socialista(que es pura basura) es obra de Stalin.Pero no sólo en el arte hubo Revolución universal.Como bien nos contaba Juan Madrid en el Ateneo Madrid XXI,la novela negra también nace de la Revolución de Octubre y la guerra civil,contra las potencias imperialistas,de cómo los periodistas iban al frente de combate a relatar de primera mano los sucesos de la guerra,nace una nueva manera de hacer periodismo que se traslada a la novela negra(a mí el que más me gusta es Hammett,con su «Cosecha Roja»)

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