Ciencia y plantas medicinales

La revolución censurada

De los campos de hierbas medicinales de Lleida al cemento de la Rockefeller Place se extiende un hilo de plata por el que funambula la salud y la vida de millones de nosotros.

Hay un agés catalán… Josep Pamies asegura que los diabéticos (tipo II) y los hipertensos podrían tratar su enfermedad ( o como mínimo disminuir los tratamientos químicos oficiales) consumiendo una planta que podrían cultivar en una maceta: la stevia. Josep Pàmies no es científico ni médico. Es un agricultor de Lleida emblemático luchador contra los transgénicos. Pero distribuye entre sus vecinos plantas medicinales, mejora su salud y estudia y difunde sus propiedades a través de redes sociales (slow food, som el que sembrem, o La dulce revolución creada por él mismo). La stevia es un pequeño arbusto de origen paraguayo y su uso milenario por los guaraníes fue trasladado al mundo occidental por un botánico suizo allá por los años 30. Las moléculas o azúcares de Stevia se producen a partir de las hormonas, denominadas giberalinas, responsables del crecimiento y formación de raíces. Este proceso sucede en los cloroplastos de las hojas, con ayuda del proceso fotosintético. Se consideran el mejor edulcorante natural sustituto del azúcar de caña o de remolacha (refinado industrialmente), y de los edulcorantes químicos (cada vez más cuestionados por sus efectos tóxicos). La Stevia se ha utilizado con seguridad por más de 30 años en Japón, en donde el aspartamo, el edulcorante de la marca Montsanto, está prohibido. En EEUU, una asociación de padres de niños diabéticos muertos por el aspartamo contenido en la coca-cola light pugna porque se haga justicia. En Japón se usa la Stevia en refrescos, conservas en vinagre, chicles, helados y una variedad amplia de otros alimentos. Médicos paraguayos y brasileños recetan el té y cápsulas de Stevia para el tratamiento de la diabetes. Recientemente, diversos científicos han encontrado que los Steviósidos estimulan la secreción de insulina directamente en las células beta del páncreas. La Stevia ha demostrado retardar el crecimiento de bacterias sobre los dientes y tener, por tanto, efectos anti-caries y no crea placa dental. El mecanismo de la acción antihipertensiva no está totalmente esclarecido, pero varios estudios han reconfirmado el efecto hipotensivo y que éste es más fuerte en cuadros hipertensivos que en normotensos Decenas de estudios… Decenas de investigaciones ratifican que la stevia es entre 200 y 300 veces más dulce que el azúcar común y se puede hornear sin alterar sus propiedades. A diferencia del azúcar, no genera calorías, ni carbohidratos, tampoco caries y ayuda a regular la diabetes y la hipertensión, entre otros desórdenes. En 2008 el ministerio de sanidad le prohibió a Josep Pamies, etiquetar las plantas que él cultivaba con sus propiedades medicinales. No se puede vender stevia en toda la Unión Europea como hierba medicinal, a pesar de las decenas de investigaciones científicas que lo certifican. La propia OMS ha autorizado formalmente su venta en el mundo. Formalmente, porque en la realidad palpable son los fabricantes de las insulinas transgénicas, de las pastillas hipoglucemiantes, de las pastillas anti hipertensión, de la industria del azúcar o de los edulcorantes artifíciales como la sacarina o el aspartamo, escollos insalvables con la ley en la mano. Por el contrario la ley está hecha a su medida. Tal como afirmara en una entrevista hace dos años, el premio Nóbel de Medicina de 1993, Ricard J. Roberts, “las farmacéuticas a menudo no están tan interesadas en curarle a usted como en sacarle dinero, así que esa investigación, de repente, es desviada hacia el descubrimiento de medicinas que no curan del todo, sino que cronifican la enfermedad y le hacen experimentar una mejoría que desaparece cuando deja de tomar el medicamento”. O sea, curar no es rentable. Se trata de “fidelizar” de por vida a clientes, pacientes y usuarios, nunca lo bastante sanos ni lo bastante muertos. A partir de los años 70, los excedentes de maíz norteamericanos hicieron que los jarabes de maíz, ricos en fructosa, inundaran su mercado alimentario. El uso de azúcar refinado en el mundo alcanza la friolera media de 70 kg por habitante al año, cuando en 1883 era de unos 5 kg. Sin duda, ha sido uno de los pilares de la epidemia combinada de obesidad, diabetes, cáncer, enfermedades cardiovasculares, etc. que azota a las poblaciones de las naciones desarrolladas. Doble rasero… Mientras tanto, tal como denuncia Josep Pamies, la Danone puede anunciar que el Danacol es beneficioso para el colesterol o la Coca Cola puede anunciar las propiedades medicinales de la Stevia en sus productos. Hay margarinas que presumen de tener omega-3, alardeando de que va bien para la circulación de la sangre, cuando el omega-3 está en una sardina o en la semilla de la linaza, y ésta tampoco puede etiquetarse y publicitar sus propiedades. Eso sí, ya están haciendo trabajos genéticos para que la planta genere exclusivamente uno de los dos tipos de azúcares, el rebaudiósido. Justo el que no tiene las propiedades medicinales. La stevia sólo será autorizada en Europa cuando a Danone o Coca Cola les interese invadir los mercados con sus productos con stevia. Un día antes de la aprobación de la Stevia por la FDA norteamericana, Coca Cola presentó su nuevo producto en la plaza Rockefeller. La reproducción por esqueje de la stevia es la única forma de evitar su contaminación por la stevia transgénica y mantener sus propiedades. En un mundo donde se nos inunda con consejos individuales para cuidar de nuestra salud, Pàmies ha lanzado una alternativa (la dulce revolución de las plantas medicinales) para dar cuerpo organizativo a la demanda de tratamientos naturales. “Tenemos que presionar desde abajo, organizarnos como sociedad harta de medicaciones artificiales y químicas, y exigir que la sanidad pública dé a conocer las alternativas naturales para la curación de enfermedades. Mientras los ciudadanos no lo hagamos, nos darán de comer porquería y nos mantendrán vivos pero enfermos” (Josep Pàmies) Artemisa contra el cáncer y la malaria Caballo de Troya… Otra de las plantas que promueve Josep Pamies es la artemisa, otra planta beneficiosa sobre la que se cierne una férrea censura entorno a su autocultivo y su libre uso como planta medicinal. Sus propiedades contra la malaria se remontan a la antigua China. Cerca de mil millones de personas viven en zonas de alto riesgo y cada año se dan entre 300 y 500 millones de casos de los cuales mueren cerca de un millón de infectados. La cloroquina era muy usada para combatir al parásito causante (el Plasmodium falciparum), el cual ha evolucionado a través del tiempo y se ha vuelto resistente a este compuesto. Las terapias basadas en la artemisinina (el extracto que se obtiene de la Artemisia) son consideradas como la mejor solución contra la creciente resistencia del parásito. Bill Gates pagará 80 millones de dólares a quien consiga artificialmente una molécula sintética transgénica de ella. La síntesis microbiana usando bacterias recombinantes -tal como se hace con la insulina para los diabéticos- aún está en desarrollo, por esta razón, por donde se está desarrollando la investigación es por mejorar el cultivo y las variedades de Artemisa para aumentar su rendimiento y rentabilidad. Eso sí, 4 gramos de hoja seca de artemisa cultivada en casa, en un litro de agua es efectiva contra la malaria al 100%. Eso va a prohibirse ya, a favor de la búsqueda de plantas modificadas genéticamente y patentables. El efecto combinado de todos los productos activos que encierra una planta no puede sustituirse por una molécula sintética. Funciona al principio pero después va creando efectos no deseables en el cuerpo. Este es el peligro. El noble Han y la lucha contra el cáncer… La artemisina ha sido usada por la medicina tradicional china durante miles de años para diversos usos. En el caso de la malaria se abandonó y fue redescubierta su utilidad a principios de los 70 a raíz de la excavación arqueológica de la tumba de un noble de la Dinastía Han, donde se descubrió el manual más antiguo de medicina china titulado “Manuel Chino de Prescripciones para Tratamientos de Emergencia”. Una de las recetas describe el tratamiento de la malaria con artemisa. Dos años más tarde la artemisinina fue aislada como el principio activo y su mecanismo de acción tiene que ver con la forma en que el parásito de la malaria provoca la enfermedad, penetrando en los glóbulos rojos sanguíneos y secuestrando el hierro para su crecimiento. La artemisinina tiene mucha afinidad por el hierro, y en el interior del parásito, a modo de caballo de Troya, reacciona con este generando una cascada de radicales libres que matan al microorganismo. Fue un profesor de bioingeniería de la Universidad de Washington, el Dr. Henry Lai, que había trabajado muchos años con campos electromagnéticos y sus efectos sobre los tejidos vivos, el que descubrió su aplicación contra el cáncer. En 1994, estaba estudiando la posibilidad de destruir las células cancerosas y el parásito de la malaria a través de campos magnéticos, pegando imanes moleculares en los receptores de la membrana celular encargados de captar el hierro, para acto seguido hacerlos oscilar con un campo magnético y romper así dicha membrana. Percibió la conexión entre dicho parásito y las células cancerosas, que secuestran el hierro del organismo de igual forma para acelerar su división. Las células del cáncer de mama tienen quince veces la cantidad de receptores para captar hierro que una célula normal. Las células leucémicas tienen 1.000 veces más hierro que las normales. La Universidad de Washington patentó el posible uso terapéutico que la aplicación de la artemisa podía tener sobre el cáncer. El efecto in vitro fue espectacular, se consiguió destruir un 98% las células cancerosas tratadas con artemisinina sin afectar a las células sanas, frente a la mayoría de las quimioterapias disponibles que son muy tóxicas, por cada 5 o 10 células cancerosas destruidas, se muere una normal o sana. Muchos pacientes llegan a morir a causa de sus efectos secundarios. Su uso en humanos, a años de distancia… En las células leucémicas el efecto fue del 100%. En animales la combinación de artemisinina y hierro retardaba el crecimiento de los tumores. Normalmente los estudios, primero en animales y después en humanos, deberían tardar años para probar su seguridad y eficacia. Pero la artemisa ya se estaba usando desde hacía treinta años (durante cientos de años en la China antigua) para la malaria y se consideraba no tóxica. Los estudios, sin embargo, se detuvieron ante el hecho de administrar hierro a los pacientes con cáncer, porque este induce el crecimiento de los tumores. El tratamiento, sin embargo, se empezó en EEUU a dar a enfermos desahuciados o por iniciativa de los propios pacientes. A partir de ahí los pacientes en que funcionaba llamaban para informar a los investigadores de Washington. No se trataba al principio de ningún ensayo clínico organizado sino de testimonios de gente a la que su cáncer desparecía o se reducía- Dada la disponibilidad de la artemisinina como suplemento dietético, los auto-protocolos que se aplicaban los propios enfermos funcionaron como un auténtico ensayo clínico. Los estudios in vitro en el Instituto Nacional del Cáncer dieron resultados contra muchos tipos de cáncer y, especialmente, sobre cánceres resistentes a la quimioterapia y radioterapia. A pesar de que los compuestos iniciales se están desarrollando y se han conseguido fórmulas in vitro 34 mil veces más potentes (matan 12.000 células cancerosas por cada célula sana) su posible uso en seres humanos aún está, según los responsables, a años de distancia. ¿Hierbas como fármacos?… Gracias a una legislación que se puso primero hace 6 años, virtualmente todos los medicamentos herbales y suplementos se volverán ilegales en UE en abril del 2011. El European Directive on Traditional Herbal Medicinal Products (THMPD) primero se puso en marzo de 2004. Esta legislación estableció nuevas reglas y regulaciones de uso de productos herbales –que se han vendido libremente por siglos. La directiva exige que toda preparación herbal pase por el mismo tipo de procedimiento que los fármacos. No cambia nada si una hierba ha sido de uso común durante miles de años. Lo que se dibuja en el horizonte es que los gigantes farmacéuticos y agroquímicos van a patentar nuevas variedades transgéncias de artemisa, una vez sus los fármacos que vienen usando desde hace cincuenta años no funcionan ya por las resistencias del parásito, tal como ya ha empezado a ocurrir con la variedad utilizada para la producción industrial de artemisina. La variedad Artemis es un híbrido desarrollado por Mediplant, una empresa suiza.

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