Hacer frente a China y aislar a Rusia eliminando la mayor parte de las trabas y barreras que dificultan el intercambio comercial entre la UE y EEUU es el objetivo geopolítico que persigue Washington, secundado más o menos entusiastamente por las grandes oligarquías europeas. Hasta tal punto este es su objetivo, que la misma prensa alemana ha bautizado el acuerdo como «la OTAN económica».
Washington y Berlín prometen grandes ventajas económicas para todos gracias a la liberalización del comercio. Pero la realidad que conocemos hasta ahora de todos los tratados de libre comercio firmados por Washington apuntan en un sentido contrario. «El TTIP es un ataque directo a la democracia y la soberanía de los países europeos» Cuando en enero de 1994 Estados Unidos, Canadá y México firmaron el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA), se dijo que su desarrollo crearía más de 20 millones de empleos sólo en México. 20 años después, se calcula que ha destruido al menos un millón de puestos de trabajo. Los mismos estudios de la Comisión Europea prevén que la firma del TTIP conlleve la pérdida de empleos en la UE en sectores económicos como la electrónica, la metalúrgica, la comunicación o la ganadería. En nombre del “libre mercado” y bajo eufemismos como el de “armonización regulatoria” se busca rebajar la más exigente legislación europea en numerosos terrenos (laboral, ecológico, seguridad alimentaria,…) al nivel de la legislación mucho más laxa, permisiva y favorable a bancos y monopolios que existe en EEUU.Un país que, por ejemplo, no es firmante de los principales acuerdos de la Organización Internacional del Trabajo, lo que le permite mantener un régimen de explotación y ausencia de derechos laborales todavía mucho mayor que el que padecemos en Europa. O con unos estándares medioambientales y de seguridad alimentaria tan mínimos que permitiría la entrada en la UE de cualquier tipo de alimento transgénico, de carne tratada con hormonas o el uso de miles de productos químicos hasta ahora vetados por la legislación medioambiental europea.Y para blindar al máximo los intereses de monopolios y multinacionales, Washington y Bruselas negocian en secreto una serie de clausulas secretas que permitiría a cualquiera de ellos presentar demandas contra los Estados europeos en tribunales privados por la legislación que aprueben sus parlamentos nacionales y que consideren lesivos, pero impide que los Estados hagan lo propio con los desmanes de las grandes transnacionales. El Acuerdo Transatlántico de Comercio e Inversiones, más allá del comercio, representa un proyecto geopolítico y social que supera el ámbito de la economía. El TTIP es un ataque directo a la democracia y la soberanía de los países europeos ya que impediría legalmente que cualquier gobierno elegido democráticamente disponga de las herramientas necesarias para defenderse del saqueo que bancos, monopolios y multinacionales están ejerciendo sobre nuestros pueblos.