Obama y la reforma sanitaria

La reforma sanitaria en EE UU

En Estados Unidos al menos 49 millones de personas están ahora mismo fuera de cualquier tipo de cobertura médica y tal como va la crisis la estimación es que antes de que acabe le año se suba a 52 millones. Un problema al que la Administración Obama ha prometido poner fin con su reforma de la salud pública, cuyo principal objetivo es que todos los ciudadanos cuenten con un seguro médico de coste reducido. Anunciada como una medida social, detrás de esta esperada reforma sanitaria se esconde en realidad un desesperado intento por reducir un desorbitado déficit fiscal al que cada año contribuye con millones de dólares el gasto de la seguridad social.

EEUU gasta en sanidad hoy en dí­a más del 15% de su PIB, y todas las royecciones auguran que si no se reforma el sistema, el porcentaje continuará subiendo los próximos años, por lo que representará una carga insostenible para el estado que quiere contener el déficit público, generado por los inmenso gasto de los planes de rescate bancario.Además, el notable aumento del paro a causa de la crisis económica ha disparado el sentimiento de urgencia de la reforma, ya que la mayorí­a de estadounidenses está cubierto por un seguro médico financiado por su empresa, y al perder el empleo, también se quedan sin cobertura sanitaria.La Administración Obama considera inadmisibles esas cifras y pretende con esta nueva reforma reducir el número de no asegurados hasta 16 millones para 2015, año en el que se prevé que habrá hasta 51 millones de personas sin seguro si alguien no toma las riendas de este problema y decide afrontarlo con todas sus consecuencias.El proyecto de ley encima de la mesa establece subvenciones del Gobierno federal a los estados para que puedan ayudar a la gente a costearse un seguro médico, teniendo en cuenta que este gasto es la primera causa de bancarrotas individuales en el paí­s. La idea serí­a beneficiar a las familias de bajos ingresos y a pequeñas empresas que necesiten ayuda para cubrir a sus trabajadores. Obama lo ha dicho alto y claro. «No se trata de un lujo sino de una necesidad». Y ha ido más allá y en una de sus últimas declaraciones en público sobre este espinoso asunto advirtió que de no hacer frente a la reforma millones de estadounidenses sufrirán las consecuencias de un sistema que a todas luces ha demostrado que no funciona.Lo dicen tambien los gobiernos de los Estados cuyos presupuestos se encuentra desbordados por los que pierden el seguro al perder el empleo, se convierten en pobres y dependen de MEDICAID -el seguro para pobres que gestionan Estados-; lo dice el Gobierno Federal, responsable de MEDICARE -el seguro de los mayores de 65 años- cuyos costes crecen alarmantemente y desbordan el presupuesto. Obama y su equipo están teniendo muy en cuenta el fracaso de Clinton al presentar su propuesta, que incluye: mantener y reforzar MEDICARE -para los mayores de 65 años y discapacitados-, crear un Bolsa Nacional de Salud (National Health Exchange), que incluirá una nueva entidad pública de seguro médico, para ofrecer a los trabajadores en activo y a sus familias, una cobertura similar a la que tienen los miembros del Congreso, con costes bajos, y con subsidios para los que no puedan pagarlos y no sean lo suficientemente pobres como para tener derecho a MEDICAID (el seguro de los pobres). Además, todos los niños tendrán seguro y las empresas tendrán la obligación de contribuir al seguro médico, bien asegurando a sus empleados o cotizando un porcentaje de sus costes de personal en al nuevo seguro público integrado en el National Health Exchange. Las pequeñas empresas estarán excluidas de esta obligación pero tendrán incentivos fiscales para asegurar a sus trabajadores. En paralelo, Obama está desarrollando una gran actividad para buscar apoyo interno a la reforma, en la propia industria sanitaria. Resultado de ello es el sorprendente acuerdo rubricado el 11 de mayo en la Casablanca por el que la industria (aseguradoras, farmacéuticas, equipamientos, sindicatos, proveedores) se comprometen a reducir el crecimiento del gasto sanitario en 2 billones de dólares en 10 años (una reducción anual de 1.5%). Este acuerdo -impensable hace meses- muestra tanto lo inevitable que estos actores ven las reformas, como su interés por influir en ellas desde dentro, para minimizar sus costes.Las aseguradoras desean evitar o minimizar el impacto de la creación de un sistema público de seguro sanitario que compita con ellas atrayendo a trabajadores de clases medias y a sus familias (su principal nicho de negocio). Las compañí­as farmacéuticas tratarán de evitar que la financiación de los medicamentos dependa de análisis coste efectividad. Los proveedores (hospitales, médicos, etc.) buscan no perder su actual nivel de ingresos… Todos parecen pensar que es mejor intentar influir desde dentro en las reformas ahora que arriesgarse a que sean impuestas con el apoyo de una opinión pública encrespada por los costes crecientes de la sanidad en un momento de crisis.La gobernadora de Kansas, la demócrata Kathleen Sebelius, de 60 años, fue la elegida por Barack Obama para ocupar el puesto de secretaria de Salud. Sebelius será la encargada de liderar la monumental reforma del maltrecho sistema de sanidad que ha prometido comenzar el presidente de EE UU. Fue lí­der de la mayorí­a demócrata en el Senado entre 2001 y 2003 y conoce a la perfección las estrategias necesarias para poder lidiar con la oposición, en una reforma de semejante envergadura.Bill Clinton fue, en 1993, el último en intentar reformar este sistema que en su mayorí­a es privado; cuesta más de dos billones de dólares al año y deja a más de 45 millones de personas sin cobertura médica alguna. El ex presidente falló estrepitosamente en el Senado y la reforma se aparcó hasta estas pasadas elecciones, en las que se convirtió en un tema recurrente en la campaña.Como secretaria de Salud, Sebelius controlará la red de salud pública, que incluye los mastodónticos programas Medicaid y Medicare -que asiste a los ancianos con sus gastos médicos- de los que dependen 90 millones de personas y que consumen un presupuesto de 740.000 millones de dólares. Además de reducir el gasto público y controlar el tremendo dficit adquirido por la administración en sus programas anticrisis, esta claro que las previsiones de desempleo son desalentadoras en un largo periodo de tiempo, generando un problema que la administración Obama quiere atajar a toda costa, un estallido social. Que crearí­a un abismo entre el proyecto de el estado y una pueblo abandonado a su suerte, que no estarí­a dispuesto a seguir tan alegremente los proyectos patrios.

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