La movilización de los "indignados" pone patas arriba Israel

La rebelión llega a Israel

En Jerusalen, un padre con su hijo enarbola un cartel donde se lee «la hipoteca es un monstruo». En Afula, la protesta transcurre detrás de una pancarta con el lema «el pueblo ha elegido justicia social». En Haifa -ciudad judeo-árabe de marcado carácter obrero- se corea «Haifa vuelve a ser roja». Definitivamente, la rebelión ha llegado hasta Israel, y ha puesto patas arriba el paí­s.

Todo comenzó con un camamento de “indignados” en el centro de Jerusalen. Pero la chispa se ha transformado en un incendio. La manifestación de 300.000 personas en la capital ha sido la mayor movilización en la historia de Israel. Y la lucha se ha extendido ya se ha extendido a un buen número de ciudades.Durante décadas, el conflicto árabe-israelí ha sedado la conciencia social, instaurando un cierre de filas forzoso que no sólo justificaba las atrocidades contra los palestinos, sino también los ataques contra las condiciones de vida de la sociedad israelí.Ahora, la burbuja ha estallado, y las reivindicaciones de justicia social vuelven a estar en primer plano. El detonante de las protestas fue el incremento del precio de la vivienda -ha subido un 250% en los últimos seis años, mientras los salarios sólo lo han hecho un 1%-. Si sumamos la subida del precio de los alimentos -la ricota, producto básico de la cocina israelí, se ha encarecido un 70%- o la gasolina, la degradación de la educación y la salud, o unos salarios cada vez más bajos, la dentellada a la calidad de vida del pueblo israelí ha sido brutal.Lo que empezó como una rebelión parcial se ha extendido a todo el país. Según el principal diario israelí, el 87% de la población apoya a los manifestantes. Y la popularidad del primer ministro ha pasado del 51% al 32% en sólo dos semanas.Una rebelión que empieza a integrar a la minoría árabe, que se ha sumado a las últimas manifestaciones, en lo que puede ser el principio de una nueva unidad donde estén en primer plano las reivindicaciones sociales comunes.La fuerza de las protestas ha obligado al gobierno conservador de Benjamin Netanyahu a nombrar una comisión que estudie las reivindicaciones de los manifestantes, comprometiéndose a introducir reformas.El papel de Tel Aviv como principal gendarme local de EEUU también es una pesada losa sobre las espaldas de los trabajadores israelitas. La factura que les obligan a pagar es demasiado cara. Y, por fin, ha estallado la rebelión. Un nuevo triunfo popular, y un nuevo problema para Washington, en uno de los enclaves sensibles de su hegemonía.

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