Gordon Brown contra las cuerdas

La rebelión Laborista

El ministro británico de Defensa, John Hutton, ha dimitido hoy de su cargo, convirtiéndose en el sexto miembro del gobierno de Gordon Brown que abandona su puesto. El liderazgo de Brown se tambalea por la dimisión de otros tres ministros en tres dí­as. Aferrándose al poder, el primer ministro hará hoy mismo un reajuste en su obierno después de que el titular de Trabajo y Pensiones, James Purnell, aprovechara ayer su marcha para pedirle que abandone Downing Street. De momento ha trascendido que Alan Johnson reemplazará a Jacqui Smith en la cartera de Interior, a medida que aumenta la presión sobre Brown. Johnson, ex titular de Sanidad y el más claro sucesor del primer ministro, ha llegado hoy a rescatarlo. Según el diario «The Guardian», Brown mantendrá a Alistair Darling como responsable de todos los asuntos económicos y financieros. También el ministro de Justicia, Jack Straw, parece que conservará su cargo, mientras Yvette Cooper se encargará del Tesoro.

El cerco alrededor de Gordon Brown se cerró más ayer al saberse que James Purnell, ministro de Trabajo y Pensiones, resentó su renuncia para forzar al premier a dimitir y ceder el paso a un nuevo lí­der al frente del Partido Laborista y del gobierno británico. Su dimisión se une a la presentada esta semana por otros cuatro funcionarios, aunque sin pedir expresamente la renuncia de Brown. Los británicos quizás ayer sellaron el futuro del premier al votar en las elecciones europeas y municipales.La renuncia de Purnell, un polí­tico joven y ambicioso que asegura que no aspira al cargo de Brown, sino sólo a forzar al primer ministro a marcharse, se suma a las de las ministras del Interior, Jacqui Smith, y de Comunidades, Hazel Blears, esta misma semana, y aumenta la presión sobre Brown, cuya autoridad se cuestiona tanto dentro como fuera de su partido. Estos tres ministros, más otros dos miembros del Ejecutivo de menos rango, han anunciado su marcha dí­a antes de que Brown dé a conocer -seguramente el lunes- su esperada remodelación ministerial.El gesto de los ministros, que se ha interpretado como un desafí­o directo a Brown para que abandone el cargo, se suma a la maniobra de un grupo de diputados laboristas que intentan recabar apoyos para promover un cambio de lí­der. Ese grupo de diputados anónimos busca el apoyo de 72 miembros del grupo parlamentario laborista para forzar la marcha del premier. En contra de los rebeldes, sin embargo, juega el factor de que no parece realista pensar que el laborismo pueda entronizar a un tercer lí­der en esta legislatura sin convocar elecciones anticipadas. Si bien los resultados de las elecciones locales se conocerán hoy y los de las europeas pasado mañana, se da por descontado que el laborismo sufrirá una devastadora derrota. Este fracaso no harí­a más que acelerar un proceso ya iniciado en las filas del laborismo para deshacerse de Brown.Porque la carta de Purnell, considerado una figura emergente del laborismo, fue una suerte de declaración de guerra. Es evidente ahora que él forma parte de la conjura de correligionarios que se dio en llamar «la conspiración del Hotmail», por haber salido a la luz a través de un e-mail anónimo que desde anteayer circula -recogiendo firmas de adhesión- entre parlamentarios laboristas. El texto es el borrador de una carta dirigida a Brown en la cual le agradecen «los servicios dados a la nación», al tiempo que le piden que haga «uno más entregando su renuncia».Si se confirman las pésimas expectativas electorales, los barones del partido podrí­an intervenir para hacer dimitir a Brown. Ayer, el máximo favorito para sucederle, Alan Johnson, reiteró lo que no ha dejado de decir en los últimos meses: que Brown es la persona más adecuada para liderar el Gobierno y el partido en la actual recesión económica. Es toda una historia que semanas atrás convulsiono Gran Bretaña, la filtra cion de los gastos de sus señorias, estallo en medio de la crisis económica, la indignación de los contribuyentes del Reino Unido, muchos de ellos con sus viviendas embargadas tras el desplome de las llamadas hipotecas basuras y los intentos de funcionarios de reducir gastos a costa del estado, arreciaron el efecto de un nuevo escándalo polí­tico. El Ejecutivo de Gordon Brown ha entrado en una espiral de escándalos, dimisiones y disculpas, que han hundido al partido Laborista. Hasta ahora nadie sabí­a muy bien quiénes estaban detrás de todo esto, porque los conspiradores escogieron como táctica el eslogan de Trotsky: «Marchemos separados, golpeemos juntos». Esto significa que nunca se los vio juntos planeando su ofensiva. Muchos de ellos ni siquiera conocen la identidad de sus coconspiradores. Lo que sí­ saben es que representan una antes inimaginable alianza de blairistas y miembros de la rama tradicional izquierdista del partido.»Cuando llegó al gobierno, Brown prometió gobernar con una alianza de todos los talentos. Pues bien, la nuestra es una rebelión de todos los talentos», explicó uno de los conjuradores al matutino The Guardian . Este diario tradicionalmente asociado con el laborismo (por más que en las elecciones generales de 2005 invitó a votar por los liberales demócratas) publicó esta semana un demoledor editorial incitando a los laboristas a desprenderse de Brown porque «carece de visión, de plan, de argumento para el futuro y de apoyo». Su llamamiento coincidió con las renuncias de dos ministras implicadas en el escándalo por los excesos de gastos en la Cámara de los Comunes: la del Interior, Jacqui Smith, y la de Comunidades, Hazel Blears. Las dos negaron haber coordinado el anuncio de sus partidas, pero muchos no pudieron evitar notar que ambas formaban parte de la llamada «Blair Babes» («Las nenas de Blair»), el grupo de mujeres que el ex premier y eterno rival de Brown trajo al poder.Hoy se sabrá cómo resultaron los comicios locales y el domingo, o quizás el lunes por la mañana, los europeos. Un sondeo de YouGov publicado ayer por The Daily Telegraph no era demasiado alentador para los laboristas, a los que otorgaba el 16 por ciento de los votos y cuestionaba la deshonrosa tercera plaza que le atribuí­an anteriores sondeos al desvelar un repunte de los liberales demócratas (15 por ciento). El sondeo daba la victoria a los conservadores (26 por ciento), por delante de los nacionalistas del UKIP (19%). De confirmarse, esos números serí­an una catástrofe para el laborismo pero constituirí­an también un fenomenal voto de castigo a los tres grandes partidos de Westminster.Los rebeldes afirmaban ayer tener 50 de las 71 firmas de parlamentarios laboristas necesarios para poner en marcha una moción interna de censura del liderazgo de Brown. El veredicto de las urnas podrí­a sumar apoyo a sus filas y los dejarí­a en condición de dar su «golpe conjunto» -mediante la entrega en Downing Street de una versión impresa de su e-mail con todas las firmas- tan pronto como el lunes próximo.El partido tendrí­a entonces 23 dí­as para definir el liderazgo. Con este escenario, a Brown se le presentarí­an tres opciones: dar un paso al costado para dejar lugar a un sucesor; defender su posición, o renunciar tanto a las riendas del partido y a las del paí­s, obligando a la reina a llamar a elecciones generales. Esta última opción es la que Brown harí­a valer para salvar su gobierno. Porque, a la luz de la debacle de este fin de semana, es probable que pocas cosas asusten tanto a sus correligionarios como la posibilidad de nuevas elecciones. Al menos, mientras las encuestas sigan prediciendo la pérdida de más de 200 de las 350 escaños con las que actualmente cuentan. Por lo tanto, habrá que ver si la heterogénea alianza de los enemigos de Brown es capaz de neutralizar el instinto de supervivencia de sus colegas. Para Brown, el gran dilema serí­a gobernar durante los próximos 12 meses con un partido que ya no respeta su autoridad, en medio de una profunda recesión y ante la peor crisis de confianza en las instituciones jamás antes registrada en el paí­s.

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