El Molino

La rebelión de las lentejuelas

El Molino ha vuelto a abrir sus puertas después de trece años de telón caí­do. El Paral.lel reivindica el papel que jugó durante décadas como arteria del espectáculo en Europa y un referente para toda España. Como cualquier re-make de un clásico del cine, lo importante es si conserva y desarrolla su esencia.

{ margin-bottom: 0.21cm; } p { margin-bottom: 0.21cm; }El Paral.lel llegó a ser bautizado como “la avenida del espectáculo” por la gran concentración de espectáculos que llegaron a darse:los teatros Condal, Victòria, Apolo, El Molino, Arnau, Arteria… constituyeron la meca artística del espectáculo en escena.El Molino, con sus características aspas rojas, apuntillaba la transgresión rozando los límites de lo permitido y convirtiéndose en un emblema del cabaret. Después de casi cien años de existencia, en 1997, tuvo que cerrar sus puertas. Las cuentas se comieron a la creación.Se inauguró con el nombre de La Pajarera Catalana, ascendiendo en su oferta rápidamente con zarzuelas, humoristas, ventrílocuos… hasta llegó a poner un servicio de coches que recogía y devolvía a los clientes en La Rambla durante toda la noche.Poco tiempo después fue rebautizado como Gran Salón del Siglo XX, Petit Moulin Rouge y Moulin Rouge hasta el final de la Guerra Civil. En su interior se han proyectado las primeras películas del cine, han desfilado estrellas como Granito de Sal, Condesita Zoe, Lola Montiel, Bella Dorita, Gardenia Pulido, Mary Mistral, Amparo Moreno o La Maña.Bienvenidos al CabaretEl cabaret, mutado en El Molino, sirvió de puerta de entrada para todo lo transgresor, todas aquellas formas sociales, relaciones o estética que quebraba la moral dominante de la época. Convertido en la válvula de escape de la mediana o mediana-alta burguesía, única clase capaz de costear los suntuosos gastos necesarios para dar espectáculo, el cabaret, y El Molino con él, mostró a los primeros travestis, homosexuales, lesbianas… y un humor que debía incordiar con guiños riéndose de lo establecido y de sus autoridades.Una tradición que fue concebida desde una sobriedad algo más “intelectual” en los primeros café-concert parisinos, para la pequeña burguesía en torno al mundo del arte y la expresión musical y teatral. De hecho la palabra cabaret se utilizaba en España a finales del siglo XIX para referirse a lugares de intercambio y debate literario.Uno de los más importantes espectáculos era el can-can considerado como baile indecoroso y llamado “el molino rojo” (moulin rouge). Del papel contestatario de los años 30, fue transformándose a canal de escape y ocio sin más pretensiones que las que la dirección artística pretendía darle. Todo dependía de dónde se representaba, en el Lido de París de los años 50 o en El Molino de la República.La Revista Sin embargo en España, y en El Molino en particular, todo cuajó en la Revista, en la que no solo los personajes principales son femeninos, sino que son una auténtica exhibición de mujeres y sus cuerpos mientras actúan, y en los que priman los números musicales. Las revistas siempre se basaban en temas de la actualidad reciente o en temas políticos, aunque podían tratar cualquier tema o varios al mismo tiempo en “los espectáculos de variedades”.Otro de los géneros que dejaron huella en El Molino fue el Burlesque. Un espectáculo teatral en el que se parodiaba al estilo de las comedias de costumbres. Con “las normas sociales” como blanco de todas las burlas, las actrices y las corales protagonistas buscan incomodar al público con la parodia y la exuberancia, números contorsionistas, vestuario de colores chillones, fuegos artificiales, luces y música expresiva para adornar los estados de ánimo de la escena.¡Arriba El Molino!Mientras los estilos se entremezclaban y se agolpaban los géneros, El Molino luchó por sobrevivir durante cuarenta años. Con la llegada de la dictadura franquista, en 1939, el régimen obligó a castellanizar el nombre y quitarle la palabra "rojo", por razones obvias desde el punto de vista del franquismo.Durante toda aquella época Francisco Serrano, hasta 1970, fue el dueño del local, gestionándolo para las clases “pudientes” del momento. Tras su muerte su viuda, Doña Fernandita, ajustó las riendas y puso orden en las cuentas, permitiendo a la empresa respirar por un tiempo. Hasta su cierre en el 97, El Molino apostó por la Revista.En el nuevo Molino Josep Maria Portavella i Pallàs se encarga de hacer un recorrido por los diferentes espectáculos que han pasado por el escenario. Con Víctor Massan como maestro de ceremonias y Merche Mar – última vedette antes del cierre en el 97 – como anfitriona, Amador Rojas, Roberto G. Alonso y La Terremoto de Alcorcón ofrecen un repertorio completo de hora y media, radiografiando la historia d’El Paral.lel. Con 35 euros por entrada no es una opción recurrente para la mayoría en estos momentos, pero si una opción que hay que elegir, una vez por lo menos en la temporada.Un antepasado muertoEn una entrevista para Foros21, la joven promesa literaria Javier Calvo explicaba su punto de vista respecto a la línea cultural y artística que los mandatarios catalanes han aplicado a la Ciudad Condal:“Han convertido la ciudad en una caricatura de sí misma, en una especie de falsa ciudad medieval, gótica, de parque de atracciones, con todo el tema del modernismo y la ruta gótica, los souvernirs y la operación de reapertura de las playas de la ciudad que ha supuesto explotar toda la línea de costa con las discotecas y los chiringuitos.”En junio de este año el Paral.lel se vistió de fiesta para reivindicarse como centro de espectáculo y como el referente que durante décadas ha sido. Quince horas de fiesta en los locales y en las calles en las que vecinos, artistas, organizaciones y empresarios se aunaron para recuperar la vida y la riqueza que daban sus calles. Un buen camino.Sin embargo dejar que la cultura del orden y del “decoro” subvencionado, la de “las buenas costumbres de gente de bien” dirija y oriente la oferta, la forma artística… no tendremos ante nosotros la tradición subversiva y provocadora de El Molino, la rebelión de las lentejuelas, sino la cara arrugada de un antepasado muerto y resucitado.

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