Aumenta el conocimiento del euskera pero no avanza su uso social

La realidad «oficial» y lo que ocurre en la calle

La consejera de Cultura vasca, Miren Azcarate -todaví­a miembro del gobierno de Ibarretxe- ha presentado con alborozo el IV Mapa Sociolingüí­stico de Euskadi. En él, se afirma que el número de personas que conoce el euskera está cerca de duplicarse respecto a hace 25 años, lo que ha dado pie a afirmar que «el euskera se habla más que nunca entre la población del Paí­s Vasco». Sin embargo, el mismo informe evidencia que el uso social del euskera -en la calle, en la familia, con los amigos…- apenas ha avanzado en el último cuarto de siglo. Estas son las dos realidades del euskera. El formidable aparato autonómico ha permitido -las más de las veces de forma impuesta, como en la educación- que mucha más gente conozca el euskera. Pero la utilización de la lengua por el nacionalismo étnico ha impedido que la mayorí­a de los vascos la hagan propia y la utilicen fuera de los ámbitos oficiales donde se les exige de forma obligatoria.

Según establece el IV Maa Sociolingüístico, presentado este viernes en San Sebastián por la consejera de Cultura en funciones, Miren Azcarate, el 37,5% de los habitantes del País Vasco sabe euskera, un dato que significa un incremento de 15,5 puntos respecto a hace 25 años. En la Comunidad Autónoma Vasca viven hoy casi 325.000 bilingües más que en 1981, pese a que la población se ha reducido en 12.470 personas y a la llegada de unos 100.000 inmigrantes. La consejera ha subrayado también que, a diferencia de lo que ocurría a principios de los 80, ahora son los sectores de población más jóvenes los que tienen mayor proporción de vascoparlantes, por lo que el euskera "cuenta con un largo pasado y también futuro". Actualmente, el 37,5% de la población es bilingüe, mientras que el 17,3% son bilingües pasivos (entienden el euskera, pero no lo hablan) y el 45,2% sólo conoce el castellano, lo que significa una importante reducción respecto a hace 25 años, cuando dos tercios de la población sabía exclusivamente la lengua española. Por edades, actualmente el 75% de los menores de 15 es "plenamente bilingüe", frente al 20% de hace 25 años, lo que permite al Gobierno vasco proyectar la previsión de que dentro de otros 25 años entre el 75 y el 85% de la población menor de 55 años será bilingüe, aunque no lo sean todos en la misma medida. Hasta aquí una parte de la realidad. La España de las autonomías ha permitido que las lenguas de las nacionalidades conquisten terrenos antes vedados: la educación, los medios de comunicación públicos… Los gobiernos autonómicos han dispuesto de amplias competencias y un generoso presupuesto para promocionar sus lenguas propias. En clara contraposición con la idea de un “Estado centralizador” que nos ofrece el nacionalismo excluyente, España –a diferencia de otros países, como Francia- hace posible esa pluralidad, y permite el desarrollo de las lenguas de las nacionalidades. Y todo el mundo está de acuerdo con esto. A todos les parece una buena noticia que catalán, euskera o gallego estén presentes en las escuelas, universidades, televisión… Pero el mismo Mapa Sociolingüistico vasco ofrece un dato extremadamente preocupante. El uso de la lengua en el ámbito familiar y social –en los ámbitos de la calle donde nadie, ningún gobierno ni ninguna ley, puede obligar o exigir- se ha mantenido prácticamente estancado durante los últimos 15 años, con una incidencia del 21,4%. Algo similar ocurre en Cataluña, donde el avance del catalán en los ámbitos “oficiales” no se corresponde con la extensión de su uso en la calle. El mismo viceconsejero de Política Lingüística del gobierno de Ibarretxe ha tenido que admitir que “el reto fundamental que el euskera tiene por delante consiste en fortalecer y aumentar su uso, sobre todo en los ámbitos no formales, lo cual no se puede regular y mucho menos imponer, pero sí promover”. Algo que a partir de ahora puede hacerse… precisamente porque Ibarretxe no va a seguir gobernando. La usurpación del euskera por parte del nacionalismo éntico, y el empeño del gobierno de Ibarretxe por extender su uso en la educación o en las administraciones públicas a base de la imposción, ha generado rechazo. Mucha gente, obligada a hablar euskera en la clase o en el trabajo, se niega a hacerlo –aunque lo conozca- en la calle. Cuando más aumentó el uso social del euskera o el catalán fue en la transición, cuando todavía no existían gobiernos autonómicos ni ninguna ley que obligara a ello. Simplemente se generó una voluntad social favorable. Justo lo contrario de lo que han hecho los gobiernos nacionalistas, los principales enemigos del avance del uso social de las lenguas.

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