Entrevista a Lucía Etxebarría

“Mujeres Extraordinarias. Una historia de mentiras”

“Mujeres Extraordinarias. Una historia de mentiras” es su último libro.

Entre libros, poesía, ensayo, teatro, guiones y colaboraciones, Lucía Etxebarría cuenta con casi 40 publicaciones. No necesita, por tanto, demasiada presentación.

“Mujeres Extraordinarias. Una historia de mentiras” es su último libro.

En él establece un vínculo común, no solo uno, entre más de 100 mujeres (bastantes más) de los últimos 2.000 años. Desde María Magdalena hasta Amy Winehouse pasando por Juana la Loca, Isabel de Inglaterra o Audry Hepburn. 

El trabajo sale como autoedición. Esto es, sin filtro entre quien lo escribe y quien lo lee; o, como dice la propia autora en el prólogo “Este libro es un pacto entre quien lo grita y quien lo escucha”.

¿Contra qué esta escrito este libro?

No comparto la idea de que somos “contra algo”. Me parece una idea muy racional con la que yo no vivo.

Si recurrimos al psicoanálisis, usemos a Lacan o a Bourdieu. Para ellos existen cuestiones o campos tradicionalmente asignados a lo masculino y otros asignados a lo femenino. En ese sentido, tu pregunta se mueve en un campo masculino, en un campo racional, en entender el por qué. Yo me muevo en un campo femenino, en un campo emotivo, instintivo, de goce. No me muevo contra algo, sino por algo. Escribo porque deseo hacerlo.

¿Eso determina la selección de los personajes que aparecen en el libro?

A las protagonistas las elijo porque tengo un punto de contacto con ellas. A Juana –la Loca–, por ejemplo, porque me siento identificada en el intento desesperado de intentar buscar la libertad y la propia determinación a toda costa en un mundo que no te permite tenerla. Podría ir una por una explicando dónde estaba el punto de contacto, qué es lo que hizo que me sintiera tan atraída por una figura, pero no acabaríamos nunca.

A las protagonistas del libro las elijo porque tengo un punto de contacto con ellas

Pero hay personajes de distintas épocas y de muy diversa naturaleza.

Hay una cosa que te puedo contar: Yo nunca había sido particularmente fan de Audrey. No me gustaba. Nunca me gustó su personaje. La incluí en el libro porque en una encuesta que hice en redes sociales, Audrey fue una de las más votadas.

Cuando empecé a indagar sobre ella, entonces sí entendí el punto de contacto. Volvamos al psicoanálisis: Todas las mujeres que elegimos una profesión en la que comunicamos tenemos un trauma de infancia. De alguna manera, estamos desesperadas, de adultas, porque nos miren, porque nos entiendan y porque nos quieran. Audrey tenía varios. Y por eso transmitía tanto.

La fragilidad que transmite no es producto del trabajo de una actriz. Es real. Está desesperada porque la amen. Por eso las mujeres la adoran. Es una actriz amada por las mujeres. Lo mismo sucede con Marilyn. Si bien en principio era un producto diseñado para hombres, en un cine para hombres, con el tiempo se ha convertido en un símbolo para mujeres. Es una mujer que les gusta a las mujeres, y por la misma razón: porque conocen su historia. Porque entienden lo que le pasó.

Da la impresión de ser un trabajo acumulado durante bastante tiempo ¿Por qué publicar ahora? 

Lo cierto es que no se preparó de forma consciente durante tiempo, pero sí te puedo decir que he leído absolutamente a todas las autoras que se mencionan, he visto las películas que cito, o los cuadros que menciono. Si hablamos de una vida en la que al menos dos veces por semana voy al teatro o al cine o a una exposición, y en la que leo a diario, entonces sí es el trabajo de una vida.

Obviamente, yo soy una persona muy culta. Para bien o para mal. Cuando digo para mal quiero decir que a veces siento que esto te distancia de los demás en un país en el que ser culta y tener pasión por el arte está muy mal visto. Pero yo no diría que éste es el trabajo de una vida, sino que es el resultado de una vida en la que, salir para mí implica ir a la filmoteca, ir a un museo, ir a un concierto…

En el libro afirma que la historia de Amy Winehaouse, más que pena, le da rabia ¿Es necesario sentir rabia –y otras cosas– para escribir este libro?

La rabia, por supuesto, es el hilo conductor de mi vida y de la mayoría de las mujeres que no se quieren resignar a simplemente ser “la novia de” o “la mujer de”. O que quieren sobrevivir sin tener que ser guapas. Cualquier mujer que haya querido sobrevivir dedicándose a tener una profesión, y no simplemente a ser “esposamadre”, siente rabia.

Han pasado 130 años desde que Adela Zamudio escribiera los versos que yo cito en el libro : 

“Una mujer superior

en elecciones no vota

y vota el pillo peor.

(Permitidme que me asombre).

Con tal que aprenda a firmar

puede votar un idiota

porque es hombre”.

Zamudio luchó por los derechos de las mujeres a votar, a recibir educación y a conseguir el divorcio, se negó a enseñar religión en el liceo de señoritas que dirigía. La tacharon de resentida y radical. De rabiosa. Sentía rabia.

Ese conflicto aparece constantemente en el libro

La rabia de las mujeres puede ser una extraordinaria fuerza revolucionaria; por eso mismo la cultura la suprime y la silencia. La rabia ha sido el motor de varias revoluciones.

La huelga de las obreras textiles consiguió cambiar las condiciones de trabajo en las fábricas en el siglo XIX, la rabia de Rosa Parks inició la lucha de los derechos de los negros. Los sindicatos y los movimientos por los derechos civiles se iniciaron desde la rabia femenina.

No estamos acostumbrados a reconocer la ira de las mujeres porque la sociedad pone mucho empeño en contenerla, pero cuando se manifiesta tiene un gran potencial desestabilizador.

No estamos acostumbrados a reconocer la ira de las mujeres porque la sociedad pone mucho empeño en contenerla, pero cuando se manifiesta tiene un gran potencial desestabilizador

El problema es que si una mujer se percibe como enfadada, pierde las elecciones. Si a un hombre se le percibe agresivo, las gana. Es el caso de Hillary Clinton contra Trump. Es el doble rasero. Una mujer con mucho carácter es una bruja, un hombre de carácter es un prócer.

La rabia de las mujeres es la responsable del #MeToo. Gracias a la rabia de las mujeres Weinstein irá a prisión, Plácido Domingo está desenmascarado. La rabia de las mujeres argentinas ha creado el movimiento #NiUnaMenos, la rabia de las brasileñas ha creado el #EleNão ….

Se dice que el patriarcado es el “orden natural” de la sociedad, pero la historia nos cuenta que las sociedades humanas han vivido casi siempre en una relación de matriarcado.

Yo no creo que haya existido nunca un matriarcado.  Lo que sí han existido a lo largo de toda la historia han sido tribus o clanes. Se trataría de sociedades tejidas con un sistema igualitario. En el paleolítico es muy probable que las relaciones sexuales se mantuvieran comunalmente.

Los lazos de parentesco serían entonces exclusivamente matrilineales, ya que sólo la mujer podía reconocer a su propia progenie. Este hecho lleva a creer como más plausible la existencia de un matrilineado en vez de un matriarcado durante el Paleolítico. Esas sociedades no patriarcales, de las que sí hay evidencias, no deberían denominarse matriarcado, sino sociedades matristas o sociedades con autoridad femenina. 

¿No es eso un matriarcado?

Pero no son matriarcado en oposición al patriarcado, porque la palabra matriarcado sólo podría usarse con propiedad para definir una comunidad en la que las mujeres dominen y exploten a los hombres, pero no cuando pueden compartir con ellos el poder. No creo que nunca haya existido un matriarcado. En las sociedades del Paleolítico Superior las mujeres tuvieron un papel significativo. La mejor prueba de ello es el de una iconografía casi exclusivamente femenina.

En las sociedades del Paleolítico Superior las mujeres tuvieron un papel significativo. La mejor prueba de ello es el de una iconografía casi exclusivamente femenina

Así pues, siguiendo investigaciones recientes, no resulta descabellado afirmar que en tiempos lejanos muy bien pudieron existir culturas igualitarias en las que mujeres y hombres desempeñaban sus actividades conjuntamente, compartiendo el esfuerzo para la supervivencia del grupo.

Pero es que este tipo de organizaciones siguen existiendo y han existido durante siglos en las tribus del Amazonas, por ejemplo. O la tribu Hazda, de Tanzania, los Kpelle del África Occidental, distribuidos por los Estados de Nigeria, Costa de Marfil, Liberia, Sierra Leona, Ghana y otros. En América, los Yanomami se extiende a ambos lados de la frontera entre los Estados de Venezuela y Brasil.

El hecho es que ahora vivimos en el patriarcado.

Las sociedades con organización tribal, son sociedades igualitarias. Puede haber diferencias por razón de edad, de prestigio y de género. Pero en muchas ocasiones las mujeres mayores son muy respetadas, porque son las herbolarias, las parteras, las brujas (en el mejor sentido). Y aunque guarden parecido con las sociedades neolíticas no podemos identificar mecánicamente a unas y otras.

Parece más bien que no se trata de que antaño hubo un matriarcado y luego pasamos a un patriarcado, sino que el dominio masculino llega con la agricultura. Cuando el ser humano tiene que labrar grandes extensiones de tierra, se considera a la mujer como a una pieza de ganado más, alguien que parirá hijos, hijos que labrarán la tierra. A partir de entonces se crea una diferenciación por género que no existe en sociedades con organización tribal.

Sin embargo, esta relación patriarcal se presenta como el “orden natural” de las cosas.

En el sentido que te comentaba nunca ha existido un orden natural de nada. Por ejemplo, la poliandria no es tan frecuente como la poliginia o la monogamia, pero eso no es porque la poliginia o la monogamia sean el orden natural, sino porque son estructuras que cada sociedad adopta. Pero la poliandria existe en comunidades en los que los recursos son muy escasos.

Los inuits, antes conocidos como los esquimales, habitan el Ártico, a temperaturas extremas. Entre ellos era común la poliandria. ¿Por qué? Porque si un hombre tiene varias mujeres nacerán varios hijos, pero si una mujer tiene varios maridos, no es fácil que tenga más de dos hijos.

Así la población se mantiene estable, o incluso decrece, algo importante cuando hay hambrunas. Lo mismo ocurría entre los guanches, en algunos períodos de la historia de Esparta, en determinadas poblaciones de Nepal, Tíbet, la India, entre los Keralas…

Algunas de esas relaciones han llegado hasta nuestros días.

Existe un ejemplo de cultura matrilineal. Los Mosuo, un pequeño grupo étnico que vive en las provincias de Yunnan y Sichuan en China, cerca de la frontera con el Tíbet.

A partir de los 13 años, las mujeres mosuo, luego de iniciarse, tienen la opción de tomar todos los amantes hombres que deseen entro de la tribu, sin ninguna limitación a lo largo de su vida. Se le denomina zuo hun, o “matrimonio andante”.

En este sistema matrilineal la figura del padre está totalmente desestimada. La familia de la mujer es la encargada de criar a los hijos resultantes, mientras que el progenitor masculino y todos los hombres adultos son considerados “tíos”.

Por lo tanto, no existe un “orden natural “de las cosas. Cada cultura se organiza como buenamente puede. Los únicos tabúes universales se refieren al asesinato a sangre fría y a no comer alimentos en estado de putrefacción. Ni siquiera el incesto es un tabú universal. Cleopatra se casó con su hermano. Y aunque en casi todas las culturas los padres no pueden casarse con sus hijas, en casi todas las culturas se sabe de padres que han tenido relaciones con sus hijas

El título del libro es “Mujeres extraordinarias. Una historia de mentiras”. 

En cuanto a por qué el libro es una historia de mentiras, Derrida dice que la mentira no es un hecho o un estado, sino que es un estado intencional en el que se manifiesta un querer decir que se sabe, parcial o totalmente, tergiversador de una determinada situación.

Y de ello se entiende, según Derrida, que por razones estructurales será imposible determinar que alguien ha mentido, aun cuando sea posible determinar que no ha dicho la verdad.

El mentiroso siempre se podrá acoger al esquivo argumento de la falta de intencionalidad de la mentira y así, la mentira se transmuta en error. Es decir, “yo no quería mentir”, sino “yo no sabía”, “me faltaba información”.

En el libro afirmas que la historia la escriben los hombres

En ese sentido la mentira es un arma social. Por eso este libro habla de mentiras. No se puede contar la verdad sobre estas mujeres. La mentira es ineludible desde lo social, desde el machismo: nos encontramos con la omisión sociológica, con su silencio ante esta dimensión constitutiva de lo social.

La omisión o la tergiversación de ciertos hechos nos remiten a una nueva realidad constituida, más allá —o más acá, por ser más precisos— de la realidad y sus elementos constituyentes.  O sea: una realidad que se crea mediante un sistema de corta y pega. La mentira dota de congruencia, establece relaciones e inaugura recorridos discursivos al tiempo que limita otros. Lo que nos cuentan no responde tanto a lo que la realidad fue como al modo en que se nos cuenta una realidad que otras personas construyen.

One thought on ““Mujeres Extraordinarias. Una historia de mentiras””

  • Me sorprende que, aceptando que el patriarcado existe, luego por arte de magia idealista desvinculéis del patriarcado las actuales preferencias dominantes de identidad (antes fue quizás el llamado «machirulo», pero desde luego hoy día es LA machirula). Habría que partir de la base de que la auto-percepción y el «deseo de ser» aparece muchas veces en correlación con el imperio de identidades dominantes. Por ejemplo, sobre todo hasta hace unas décadas muchas niñas tenían verdaderas disociaciones sintiéndose «niños» y aspirando a ejercer los roles de niño varón, en la medida en que era «guay», «empoderado», etc. Ser niño y no niña permitía aspirar a ciertas cosas diferenciales en la vida, y en las relaciones afectivas permitía estrategias de obtención de pareja, de ligue, de placer…, más cómodas, o por lo menos más confortables en la medida que hallaban mayor condescendencia social, mediática, cinematográfica, etc.

    Hoy día, pueden cambiar las inclinaciones pero el fondo es el mismo: Cuando unas identidades se vuelven normativas, aparecen y proliferan casos que, por expectativa de hallarse más «a gusto» bajo tales pieles identitarias, aproximan a ellas su auto-representación. Es una manera de integrarse dentro de una estructura de poder persiguiendo un óptimo de posición dentro tal estructura de poder, entre otras maneras. Luego vienen las operaciones, los traumas, la disonancia, el hormonamiento, la psiquiatrización, etc.

    Cuando se da carta blanca a la subjetividad de cada uno para dictaminar el ser de cada uno, entonces se deberá condescender que cada uno actúe y provoque consecuencias correlativas a su «auto-sentir(se)», e imponga en las acciones aquello que él o ella «se siente» en calidad de «Ley del Deseo». A partir de dar a todo el mundo tal Patente de Corso, las consecuencias familiares, amorosas, de relación con uno mismo, en materia de conflicto, de búsqueda de privilegio a partir de hacer constar credenciales de cierta identidad favorecida por el poder actual, etc., serán consecuencias atroces. Son ya consecuencias atroces y que comportan muchísimo sufrimiento.

    Me sorprende que un ámbito periodístico marxista como ustedes, parta de la conciencia o de la auto-conciencia para determinar el ser.

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