La quiebra de GM

La quiebra del sí­mbolo industrial de EE UU

El fabricante automotor estadounidense General Motors, obligado a acogerse a la protección de la ley de quiebras, paga así­ un alto precio por sus errores estratégicos de las últimas décadas, estiman los analistas, que critican su falta de reacción ante la evolución del mercado. Las razones de la declinación de GM -que el año pasado perdió su puesto de número uno del mundo ante el japonés Toyota- son de consenso entre los especialistas del sector.

La bancarrota, que busca garantizar la suervivencia de General Motors, supondrá la creación de una nueva sociedad. Esta compañí­a aglutinará los mejores activos del fabricante de coches y estará controlada por el Gobierno -que habrá inyectado más de 50.000 millones de dólares (35.865 millones de euros) a General Motors- y los sindicatos. Los acreedores podrán llegar hasta el 25%, mientras que los accionistas actuales, que deberí­an pedir cuentas al consejo, verán evaporarse su participación. Los planes que se barajan es que la nueva empresa deje de cotizar en bolsa tras su constitución y que esté fuera de los mercados entre seis y 18 meses.»Los problemas de GM se remontan por lo menos a tres décadas atrás», afirmó el profesor de la universidad de Pensilvania Terrence Way. Este especialista enumera entre los principales errores «una estructura de costos fijos muy pesada», vinculada a prestaciones sociales generosas, y a beneficios de salud y de jubilación heredados de los años cincuenta. Estas prestaciones fueron recortadas en los últimos años, al precio de concesiones arrancadas al sindicato automovilí­stico UAW.GM «encarnaba la supremací­a de la industria y era, para los trabajadores, un empleo codiciado», observa Gary Chaison, profesor de relaciones de trabajo laborales en la Universidad Clark. «Eso se acabó», comentó. «La masa salarial de GM representa compromisos fabulosos para la cobertura de jubilación y enfermedad, siendo que hay muy pocos empleados activos para financiar estos gastos», según un especialista del sector que prefiere mantenerse en el anonimato.Las obligaciones futuras de GM para la salud de sus jubilados se estiman en 47.000 millones de dólares, una factura mucho más onerosa que la que pagan sus competidores extranjeros en Estados Unidos, que se instalaron en estados donde la UAW no tiene filiales.Otra importante razón de la declinación, según Guay, es el hecho de que «GM ha mostrado una cierta suficiencia, pensando que los estadounidenses preferirí­an sus vehí­culos antes que los de Ford o de Chrysler, sin tomar en cuenta durante muchos años la amenaza de los fabricantes japoneses». Estos se le apoderaron de buena parte del mercado en los años 90, al apostar por pequeños modelos baratos y de bajo consumo, que poco a poco se fueron convirtiendo en un éxito retumbante a medida que los precios se poní­an por las nubes en las gasolineras.Los esfuerzos para salvar a la empresa Opel y la importancia de las negociaciones con la matriz estadounidense General Motors ocupan a los editorialistas de la prensa alemana y europea.Frankfurter Rundschau comenta: «Los empleados de Opel habrán podido, de momento, respirar aliviados. Un gran impedimento para la salvación de su empresa ha sido quitado del camino. La matriz ha abierto el camino para separarse del negocio europeo. Está bien así­ y la decisión llega justo a tiempo, antes de que GM busque amparo en las condiciones especiales del Derecho estadounidense. Sin esta decisión, el camino hacia una sociedad anónima europea habrí­a sido mucho más difí­cil, por no decir imposible».Der Standard de Viena opina: «GM está de facto bajo control estatal, por eso el corte del cordón umbilical ha salido bien. Una gerencia de GM de la vieja escuela no hubiese permitido que la hija europea abandonase así­, tan fácilmente, la casa. Las causas de las dificultades de Opel han radicado, en los últimos 15 años, en el desví­o de las ganancias hacia Detroit así­ como en los espeluznantes errores de cálculo del mercado que cometió la gerencia estadounidense -como por ejemplo dejar pasar el boom del diesel en los años 90. Passé, es decir, pertenece al pasado. Los de Rüsselheim han probado que pueden construir automóviles técnicamente relevantes y apreciados por los compradores europeos – si se les deja el camino libre. Una señal clara para todo posible nuevo dueño».Information de Copenhague analiza: „El presidente Barack Obama recibió durante la campaña electoral mucho apoyo del sindicato automotor UAW. Hay que considerar también que incluso polí­ticos especialmente valientes, como la canciller alemana Angela Merkel, no pueden atreverse a mandar a la calle a cientos de miles de trabajadores y a perder otros tantos cientos de miles puestos de trabajo en las empresas proveedoras (…) Desde el punto de vista de los clientes y desde la óptica medioambientalista, que el Estado tomara las riendas de General Motors podrí­a significar el comienzo de una polí­tica industrial nacional orientada no sólo a las altas ganancias trimestrales para los accionistas. Obama ha anunciado ya, que General Motors y Chrysler podrí­an fabricar automóviles más pequeños de bajo consumo».

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