SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

La provocación de Mas

Artur Mas y sus aliados políticos han lanzado un desafío en toda regla: aquí están las preguntas del referéndum sobre el Estado catalán, esa es la fecha y estas son las fuerzas políticas catalanas decididas a implicarse hasta el final. Una expresión unilateral de su voluntad, destinada a dejar claro al resto de España, y al conjunto de los catalanes, que no les importa abrir una crisis constitucional, si ese fuera el precio del objetivo que se han propuesto, absolutamente irrealizable bajo las leyes que el conjunto de los españoles se han dado.

Pero ningún proceso político se puede conducir a base de golpes de fuerza en sociedades civilizadas y democráticas. No tiene sentido llevar a Cataluña y al resto de España a la parálisis de cualquier asunto por el agravamiento de las tensiones soberanistas. Lo que hay que hacer es trabajar por el entendimiento y tratar de resolver las reclamaciones justas, sin permitir a los separadores que se salten todos esos pasos y precipiten a la sociedad en una sima en la que nadie, ni de Cataluña ni del resto del España, puede tener la esperanza de encontrar soluciones milagrosas: más bien, la promesa de muchos destrozos.

La pelota no está ahora en el otro tejado, si por tal se entiende una duda razonable sobre la respuesta que los partidos estatales iban a dar al planteamiento del referéndum y de la fecha. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha reiterado su negativa a cuestionar la soberanía del pueblo español. El PP se niega a aceptar la posibilidad misma de la consulta y Alfredo Pérez Rubalcaba, líder del Partido Socialista, que tampoco está de acuerdo con el ejercicio de un pretendido derecho de autodeterminación, no ha sido menos firme al juzgar el órdago de Mas: “Llevaría a los catalanes a un callejón sin salida”. Ni que decir tiene que la propuesta de las preguntas formuladas está en las antípodas de lo que piensa UPyD, mientras que IU se muestra más discreta ante las diferencias con sus socios de ICV.

Con esta iniciativa, Mas obtiene un magrísimo rédito político a corto plazo. El presidente de la Generalitat salva la dificultad en que le había situado ERC, que amenazaba con no votar los Presupuestos para 2014. A su vez, la doble pregunta propuesta: (¿quiere que Cataluña sea un Estado? ¿Quiere que este sea independiente?) pretende aliviar las tensiones internas en CiU y en ICV, entre los convencidos de la vía independentista y los que prefieren un pacto con el resto de España. Se aleja la posibilidad de que Mas entre en razón y se libre de la dinámica suicida en la que le ha colocado ERC, a costa de un año preñado de tensiones y desafíos, y de un desbordamiento más que probable del nacionalismo convergente por parte del independentismo radical.

Descartada la rectificación de Mas, se impone la cordura. Pese al despropósito cometido por el presidente de la Generalitat, el Gobierno y las fuerzas estatales tienen que buscar vías para desactivar el conflicto. La estrategia de envolverse en la Constitución, con la esperanza de que eso lo bloquee todo, puede ser vana. Ni la Constitución es un frontón frente a toda reclamación, ni hay que considerarla un texto inamovible. Pero también hay que trabajar por un cambio en las mentalidades: nada de España contra Cataluña, ni de Cataluña contra España. Nadie vivirá mejor separándose, ni tampoco Cataluña será mejor acogida en Europa. Van Rompuy, presidente del Consejo Europeo, lo reiteró ayer: si una parte de un Estado se separa, los Tratados de la UE dejan de aplicarse ahí y pasa a ser un “país tercero”. También las sociedades plurales que integran España deben movilizarse, porque preservar la convivencia y la cohesión es un objetivo capital.

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