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La productividad se estanca y deja en evidencia el modelo de crecimiento

El ‘nuevo’ modelo de crecimiento, como le gusta decir al Gobierno, está en crisis. Incluso, antes de nacer. El propio Ejecutivo lo admite en sus últimas previsiones sobre los avances en términos de productividad para los próximos años [ver gráfico].

El Gobierno estima, en concreto, que la productividad por ocupado a tiempo completo crecerá este año y el próximo apenas un 0,6%, mientras que en 2016 y 2017 avanzará únicamente un 0,7%. Es decir, por debajo de lo que previsiblemente crecerá el empleo. La razón de este escaso avance tiene que ver con el carácter anticíclico de la productividad, que aumenta de forma intensa en periodos de crisis (por la destrucción de empleo) y apenas crece en épocas de expansión (o incluso disminuye). Al contrario de lo que sucede en Alemania o EEUU.

¿Qué quiere decir esto? Pues ni más ni menos que se reproduce el modelo de crecimiento anterior al estallido de la burbuja de crédito, cuando el aumento del PIB se basaba, fundamentalmente, en la creación de puestos de trabajo (de bajo valor añadido en industrias como el inmobiliario o la construcción) en lugar de sectores sostenibles a medio y largo plazo. Por entonces, prácticamente el 90% de los avances de la producción (el PIB crecía por encima del 4% en tasa anual) tenía que ver con la creación de puestos de trabajo, pero no con los aumentos en la eficiencia de la economía.

El propio Gobierno lo admite en su último informe sobre la industria, en el que, en buena medida, achaca el escaso aumento de la productividad al reducido tamaño de la empresa española.

El informe del Ministerio de Industria sostiene, en concreto, que el escaso tamaño medio de las empresas españolas “puede dificultar la consecución de una mayor competitividad del sector industrial, ya que no sólo supone un menor aprovechamiento de las economías de escala, sino que debilita la posición de las empresas a la hora de negociar con acreedores, clientes y proveedores”. Existe un consenso que indica que las empresas grandes son más productivas, tienen más capital humano, presentan menor temporalidad laboral, invierten más en I+D+i y exportan más.

Justo lo contrario de lo que sucedió antes de la crisis. Entre 2000 y 2010 la industria sufrió una pérdida continuada de productividaden línea con la reducción de su peso en la economía. Este deterioro fue particularmente relevante en términos de costes laborales unitarios (CLU), ya que los crecimientos salariales no vinieron acompañados por aumentos de la productividad.

Empleo y tecnología

Un reciente informe del servicio de estudios del BBVA ahonda en la misma idea. Según sus economistas, tres determinantes explican el retraso relativo en términos de renta per cápita: las diferencias en las tasas de empleo (bajo nivel de ocupación), el capital humano (problemas de formación) y el capital tecnológico (inversión en investigación, desarrollo e innovación). En los tres casos, con brechas que se sitúan en el entorno del 20% respecto de EEUU y la Unión Europea a ocho, sostienen los economistas Rafael Domenech y Javier Andrés.

Lo singular, como sostiene el Ministerio de Industria, es que los escasos avances en productividad (cuya evolución es inversamente proporcional al aumento del empleo) no se deben al comportamiento de la que tiene un carácter industrial (definida como la ratio entre valor añadido y número de ocupados), sino a lo que sucede en el resto de sectores. De hecho, la productividad industrial ha pasado de 56.600 euros en 2009 a 65.200 en 2012. Los mayores niveles corresponden a las grandes empresas.

A destacar el caso de sectores como el petrolero, donde la productividad es enormemente elevada. Como sostiene el informe del departamento de José Manuel Soria, su peso en la industria española es “muy significativo”, ya que las empresas dedicadas al refino de crudo fueron las responsables en 2012 del 9,6% de la producción y del 2% del valor añadido industrial, “a pesar de emplear únicamente al 0,5% de las ocupados de la industria”. Justo lo contrario de lo que le sucede al conjunto de la economía española.

La conclusión que sacan los economistas del BBVA es que “nuestro déficit de productividad y empleo no afecta únicamente a la renta per cápita, sino que lastra a todo un amplio conjunto de variables que determinan el bienestar de los individuos: salarios, prestaciones sociales, pensiones y un largo etcétera”. En su opinión, estas deficiencias son el resultado de un sistema de incentivos “legales e institucionales” inadecuados que no han impulsado a España a reducir la brecha existente en los determinantes de la renta per cápita.

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