Los fundamentos del marxismo: Trabajo asalariado y capital (2)

La producción de plusvalí­a

El capital sólo puede aumentar cambiándose por fuerza de trabajo -apropiándose del nuevo valor creado por el trabajo del obrero por encima del necesario para reproducir su salario- y la fuerza de trabajo del obrero asalariado sólo puede cambiarse por capital acrecentándolo. La revalorización del capital en base a la explotación de la fuerza de trabajo asalariada es el objetivo fundamental que preside el régimen capitalista de producción.

La roducción de plusvalía Una vez que el obrero vende su fuerza de trabajo al propietario del capital, éste adquiere el derecho a usarla durante toda la jornada laboral pactada, y se apropia de todos los nuevos valores creados por el trabajo del obrero.El valor de la fuerza de trabajo se determina por la cantidad de trabajo necesario para su conservación y reproducción. Pero la cantidad de trabajo que sirve de límite al valor de la fuerza de trabajo del obrero no limita la cantidad de trabajo que el obrero puede ejecutar. Tal y como plantea Marx: “Suponiendo que el promedio de los artículos de primera necesidad imprescindibles para el obrero requiera para su producción 5 horas de trabajo medio equivalente a 25 euros. Los 25 euros serían el precio. Si trabajase 5 horas tendría lo suficiente para reproducirse como obrero. Pero el capitalista ha obtenido como comprador el derecho a usar la mercancía de la fuerza de trabajo, si la usase sólo 5 horas y la pagara a 25 euros diarios, no obtendría ganancia ni plusvalía o plusproducto.Nuestro capitalista explotará la fuerza de trabajo por 10 horas con lo que el obrero trabajará 5 de plustrabajo. Adelantando 25 euros, el capitalista obtendrá el valor de 50 puesto que adelantando el valor que hay cristalizado en 5 horas de trabajo, recibirá a cambio un valor en el que hay cristalizadas 10. Al repetir esto cada día, adelantará 25 euros, obtendrá 50, dedicará otra vez 25 a comprar la fuerza de trabajo y los 25 restantes serán la plusvalía”. La cuota de plusvalía, y por tanto la proporción en que se revaloriza el capital, dependerá de la proporción en que la jornada de trabajo se prolongue más allá del tiempo durante el cual el obrero, con su trabajo, se limita a reproducir el valor de su fuerza de trabajo o a reponer su salario.Se obtiene ganancia vendiendo una mercancía por su valor El capital no obtiene ganancia vendiendo las mercancías por encima de su valor –es decir especulando en el mercado-. Porque en el valor objetivo de esa mercancía están cristalizadas las horas de trabajo que al capitalista le han costado un desembolso en salarios –además de las que corresponden al trabajo pretérito-, pero también las que no le han costado nada –las horas de plustrabajo usurpadas gratuitamente al obrero-. Al vender en el mercado una mercancía por su valor, el capitalista hace efectiva la plusvalía arrancada al trabajo asalariado, obteniendo una ganancia que pasa a transformarse en capital, revalorizando a éste. El “extraño” caso de la máquina de vapor Esta revalorización del capital en base al incremento de la extracción de plusvalía es el principal impulso de todos los momentos de expansión del capitalismo.La maquina de vapor, es decir el conjunto de adelantos científico-técnicos, no constituyen en modo alguno el motor que impulsa la Revolución Industrial.La máquina de vapor, tal como fue inventada a fines del siglo XVII, durante el período manufacturero, y tal como siguió existiendo hasta comienzos del decenio de 1780, no provocó revolución industrial alguna. Porque el capitalismo no tiene por objetivo “aumentar la producción de mercancías” sino revalorizar e incrementar el capital, algo que sólo es posible explotando fuerza de trabajo.Tal y como plantea Marx, “el objetivo de la maquinaria empleada por el capital, al igual que todo desarrollo de la fuerza productiva del trabajo “ –y eso vale tanto para la revolución industrial, como para la posterior introducción de la cadena de montaje o el actual desarrollo de las nuevas tecnologías- “es abaratar las mercancías y reducir la parte de la jornada laboral que el obrero necesita para sí, prolongando, de esta suerte, la otra parte de la jornada de trabajo, la que el obrero cede gratuitamente al capitalista. Es un medio para la producción de plusvalor”. Esta es la guía que explica todo el desarrollo capitalista, desde la producción artesanal a la manufactura, y desde ésta a la gran industria. Como resultado de esta “revolución industrial”, para transformar en hilado 366 libras de algodón, un taller manufacturero necesita 27.000 horas de trabajo, mientras que con la aplicación de la maquinaria esa cifra se reduce a apenas 150 horas de trabajo.La cantidad de tiempo socialmente necesario cristalizado en cada mercancía –es decir, su valor- se reduce drásticamente, abaratándolas. Pero, al incrementar sensiblemente los valores creados en cada hora de trabajo, se reduce también sensiblemente la parte de la jornada laboral que el obrero necesaria para reponer el salario adelantado por el capitalista, ampliando por tanto aquella que se ve obligado a entregar gratuitamente al capitalista, base de la plusvalía que incrementa el capital.Permitiendo revalorizar el capital a un ritmo infinitamente mayor que en la época del taller artesano o la manufactura. Lo mismo ocurre durante los años veinte. El scientific management –racionalización- permite el paso “de la industria empírica a la industria científica”. Introduce en las empresas los métodos de organización del trabajo de Taylor, perfeccionados por la super-racionalización del sistema Dedaux. Consigue a la vez el ahorro de materia prima y de trabajo humano, la mejora de la productividad y la disminución de los gastos generales, la producción masiva y la estandarización. Esta progresa extraordinariamente gracias a la comisión Hoover. Entre 1925 y 1929 la productividad en EEUU se incrementa en un 31% en la industria del automóvil, en un 28% en la algodonera, y en un 35% en la metalúrgica, y simultáneamente el coste del salario baja en una media del 25% en todas las ramas. Esto supone un salto brutal en la acumulación de plusvalía para los grandes monopolios.

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