SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

La prodigiosa soberbia de Mónica de Oriol

A ciertos capitostes les traiciona el subconsciente y les puede la arrogancia. No había más que ver el desparpajo con el que la presidenta del Círculo de Empresarios, Mónica de Oriol, despreció a todos esos jóvenes sin formación “que no valen nada” y para los que reclamó una rebaja del salario mínimo interprofesional, hoy fijado en 645,30 euros mensuales, esto es, por detrás de Francia, Holanda, Irlanda, Bélgica, Luxemburgo y Gran Bretaña (en Alemania se instituirá como tal en el 2015 y será de más del doble que el vigente en España).

Sin embargo, fue tan excesiva su prepotencia que, transcurridas 48 horas desde su insultante afirmación, optó (a la fuerza obligan) por pedir públicas disculpas. “Me equivoqué en la manera en que me expresé…Utilicé una expresión muy poco afortunada”, confesó en un comunicado. “Todas las personas tienen dignidad y valía con independencia de su formación profesional” añadió para rectificar su error. Y, lo que son las cosas, esta gran verdad, la de que todos somos igualmente dignos del mismo respeto más allá de lo que tengamos, solo parecía en su boca un puro formalismo con el que salir del paso.

Porque toda su reflexión fue tremenda e injusta. No ya porque le parezca un horror que la reforma laboral puesta en marcha por el PP hace dos años haya rebajado “solo” de 45 a 33 días la indemnización por despido; no ya porque llegara a tildar de “parásitos” a quienes se ven forzados a acogerse al actual sistema de protección al desempleo; no ya porque abogase por dar una nueva vuelta de tuerca a las reformas que merman derechos de los trabajadores… No. Lo peor es que todas sus manifestaciones se hicieron desde una soberbia prodigiosa.

Esa soberbia propia de a quien ni siquiera se le ocurre pensar que sea el propio sistema capitalista el que esté en la encrucijada. Esa soberbia que desprecia considerar que el reto de quienes ocupan lugares preferentes en la economía (¿gracias a su formación?) sea diseñar y configurar políticas que permitan crear empleo y ayudar a quienes padecen los terribles efectos de una crisis devastadora.

Mónica de Oriol dijo lo que pensaba. Una cosa es equivocarse en las formas y otra hacerlo en el fondo, en el contenido. La cuestión aquí es que las formas se desbordaron de tal manera que se identifican con el fondo. Y la explicación dada por ella misma, a modo de rectificación, no ha venido más que a confirmarlo. Su tesis es clara: los que no producen no valen nada, son una carga, y los no preparados todavía valen menos.

Resulta lógico, por tanto, que los dirigentes sindicales, especialmente presentes cuando se acerca el 1 de mayo, saquen chispas de las ¿desafortunadas? ¿inadecuadas? palabras de la presidenta del Círculo de Empresarios. Hasta ha conseguido, siquiera por unos días, hacer sombra a las agresivas decisiones que en materia de derechos laborales viene adoptando el gobierno de Mariano Rajoy.

Lástima que ningún empresario de los supuestamente representados por la Oriol se haya atrevido a discrepar públicamente de unos planteamientos que tienen que ver más con el belicismo que con la cooperación. Lástima que nadie de entre ese mundo se haya decidido a reconocer que todos saldríamos más beneficiados en una economía de dimensión humana, en la que importen más las mujeres y hombres que las cosas.

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