SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

La prima de riesgo y la Reserva Federal

El Gobierno de España no cesa en su afán de lanzar mensaje de optimismo, qué le vamos a hacer. Efectivamente, la deuda española a diez años paga un interés del orden del 4% cuando hace más de un año, momentos aquellos de incertidumbre sobre la intervención de Bruselas, se situaba por encima del 7%. Incluso el pasado verano, cuando la Reserva Federal amenazó, aunque tímidamente, con un endurecimiento de su política monetaria, los mercados emergentes, Brasil entre otros, sufrieron importantes salidas de dólares y, por supuesto, una depreciación de la moneda nacional.

Estos movimientos fueron tanto más pronunciados cuanto mayor era la apertura exterior del mercado financiero local y mayor era el déficit de su balanza de pagos. España, por el contrario, financiaba cómodamente su deuda pública en los bancos nacionales. El mecanismo para todo es familiar: descuento de papel español en el BCE y con la liquidez obtenida compra de deuda soberana española. Todo quedaba en casa. Además la balanza de pagos de España pasaba de un déficit a un superávit. Crecían las exportaciones y caían las importaciones.

El estado español conseguía financiarse en los mercados de deuda a unos tipos relativamente bajos sin sufrir ningún sobresalto ante el temor que el BCE o la RF aplicase políticas monetarias más restrictivas. Al contrario, el BCE bajo su tipo de intervención un cuarto de punto y tanto él como la Reserva Federal, han mantenido hasta ahora su largueza cuantitativa. Había razones. El paro seguía siendo elevado y los incrementos del PIB modestos.

Solo muy recientemente han salido comentarios desde el BCE a propósito de una depreciación de la deuda soberana si las facilidades cuantitativas se corrigen. El Banco de la Reserva Federal acaba de cerrar el grifo. No del todo. Ha reducido su compromiso de compra de deuda soberana y bonos de 85 mil a 75 dólares mensuales. La política monetaria sigue siendo expansiva pero la señal ya está lanzada.

Si las políticas monetarias expansivas pierden fuerza las consecuencias son automáticas. El servicio de la deuda española acabar encareciéndose y el valor de los títulos de esa deuda que figuran en los balances de los bancos se depreciara. Las alarmas no se han activado todavía porque el gesto de la Reserva Federal ha sido más bien una finta que un puñetazo sobre la mesa. Habrá que aprovechar este paréntesis porque no lo olvidemos que en España el crédito no arranca, la inversión no remonta y las empresas bastante tienen con mantener las velas tensas en esta calma chica monetaria.

En la economía real el estancamiento le saca muchas cabezas al dinamismo. La única resistencia está en esos mecanismos sociales de apoyo -los economistas los llaman estabilizadores automáticos-, es decir, pensiones, seguro de desempleo y otras ayudas contra la adversidad. «Haría falta alguien capaz de salvar el barco», son palabras de Fareed Zakaria, columnista de la revista Time. Nuestro gobierno sigue enredado con su lucha contra los molinos del pasado y sus propios fantasmas, abortos, privatizaciones, incluso la de la sanidad y la consiguiente presión sobre los profesionales de los hospitales públicos para que deriven pacientes hacia los nuevos centros de gestión privada, mixta o sobre esos otros, flamante hospital de Collado-Villalba sin pacientes.

Ejemplos todos ellos que confirman, como los correos de Caja Madrid, la metástasis de un clientelismo depredador. La protección de los intereses creados nunca ha sido más desvergonzada, un corporativismo sin ningún pudor entre grupos de presión y gobernantes. Pero siempre suceden cosas que ayudan. El problema catalán permite esconder el auténtico mal de la patria, la falta de dinamismo y el nulo apoyo que recibe cualquier iniciativa económica, social o política. También ayudan las manifestaciones pacíficas, misericordiosas, que permiten justificar esa Ley de Protección Ciudadana con sus multas y el bloqueo de plazas y calles. El Parlamento empieza ya a gozar de la venturosa paz de los cementerios ¿Quién se atreve a aproximarse?

Me resulta imposible llegar a mi banco de El Retiro, porque si salgo de mi casa en el barrio de Las Letras, en una calle orientada hacia el Congreso de los Diputados, me arriesgo a no poder volver a casa. Como lo oyen. En la esquina surge un muro infranqueable. Vayas altísimas y treinta esforzados policías nacionales. Son las diez de la noche y yo junto a otros vecinos, algunos superan los 90 años, estamos ahí, como si fuésemos berlineses, enseñando nuestros DNI y pidiendo que llamen a la policía. Somos nosotros, los vecinos, los que llamamos al 091 quejándonos de que unos señores vestidos de policías nos impiden llegar al portal de nuestra casa que está a 15 metros de distancia. La única vía practicable es a través del convento de la esquina. Las monjas nos abren un pasillo. La Reserva Federal, como los del 091, nada puede hacer por los vecinos.

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