Literatura

La poesí­a de José Emilio Pacheco

Hace muchos años que la poesí­a de José Emilio Pacheco (México, 1939) figura en todas las antologí­as dignas de ese nombre en Hispanoamérica. En el año 2004 los lectores de «Letras Libres» le eligieron como el mejor poeta vivo de México. Poeta de verso cristalino y exacto, de vasta cultura y decir tranquilo, escéptico y afectivo a la vez, admirador de Gelman y de Gamoneda, sensible a la tragedia ajena y a todo lo que le rodea, José Emilio Pacheco (que amén de poeta es escritor en prosa, ensayista, agitador cultural y hasta guionista de cine, donde ha colaborado asiduadamente con Arturo Ripstein) es una de las voces más relevantes de la actual poesí­a en lengua castellana. Testimonio de ello son estos versos que publicamos, una mí­nima antologí­a para hacer llegar a todos su voz.

ALTA TRAICIÓN No amo mi atria. Su fulgor abstracto es inasible. Pero (aunque suene mal) daría la vida por diez lugares suyos, cierta gente, puertos, bosques de pinos, fortalezas, una ciudad deshecha, gris, monstruosa, varias figuras de su historia, montañas -y tres o cuatro ríos. CONTRAELEGÍA Mi único tema es lo que ya no está Y mi obsesión se llama lo perdido Mi punzante estribillo es nunca más Y sin embargo amo este cambio perpetuo este variar segundo tras segundo porque sin él lo que llamamos vida sería de piedra. INDESEABLE No me deja pasar el guardia. He traspasado el límite de edad. Provengo de un país que ya no existe. Mis papeles no están en orden. Me falta un sello. Necesito otra firma. No hablo el idioma. No tengo cuenta en el banco. Reprobé el examen de admisión. Cancelaron mi puesto en la gran fábrica. Me desemplearon hoy y para siempre. Carezco por completo de influencias. Llevo aquí en este mundo largo tiempo. Y nuestros amos dicen que ya es hora de callarme y hundirme en la basura. LA FLECHA No importa que la flecha no alcance el blanco Mejor así No capturar ninguna presa No hacerle daño a nadie pues lo importante es el vuelo la trayectoria el impulso el tramo de aire recorrido en su ascenso la oscuridad que desaloja al clavarse vibrante en la extensión de la nada PRESENCIA ¿Qué va a quedar de mí cuando me muera sino esta llave ilesa de agonía, estas pocas palabras con que el día, dejó cenizas de su sombra fiera? ¿Qué va a quedar de mí cuando me hiera esa daga final? Acaso mía será la noche fúnebre y vacía que vuelva a ser de pronto primavera. No quedará el trabajo, ni la pena de creer y de amar. El tiempo abierto, semejante a los mares y al desierto, ha de borrar de la confusa arena todo lo que me salva o encadena. Más si alguien vive yo estaré despierto.

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