Literatura

La piedra de la paciencia

Nacido en Kabul, la capital afgana, en 1962, Atiq Rahimi se ha convertido, con su tercera novela, «La piedra de la paciencia» (Sangue sabour), en uno de los más destacados escritores de lengua francesa del actual panorama literario galo. Si antes, con «Tierra y cenizas» -llevada al cine por él mismo- y con «Laberinto de sueño y angustia» ya habí­a llamado poderosamente la atención del público, con «La piedra de la paciencia» se ha ganado decididamente también a la crí­tica, que le otorgó el año pasado el prestigioso premio Goncourt, por una obra que es una denuncia sin cuartel del fanatismo, de la guerra y de la crueldad contra las mujeres, ambientado en el terrible Afganistán de los últimos tiempos.

En la mitología ersa, la "sangue sabur" es una piedra sagrada en la que se descargan todas los sufrimientos, todas las desdichas, todas las desgracias, hasta que finalmente, cuando ha terminado la "confesión", estalla, permitiendo así la "liberación" del confesor. Rahimi se inspira en esta leyenda y la adapta de una forma singular: la "piedra" que escucha en silencio es, en este caso, un herido de guerra con una bala en la cabeza, que se mantiene con vida de forma casi milagrosa, con el único objeto de hacer posible la "confesión" de su esposa que, de otra forma, no podría tener lugar. Según ha relatado el propio Atiq Rahimi, la idea de la novela le fue sugerida a raíz de una noticia que escuchó mientras asistía a un festival de cine en Corea en el año 2005: un coloquio literario que iba a tener lugar en el marco del festival tuvo que ser suspendido porque una poetisa afgana que tenía que intervenir en él acababa de ser asesinada por su marido. Rahimi viajó hasta el hospital donde el criminal aún sobrevivía, tras haberse intentado quemar con gasolina. Sentado junto a la cama del paciente, pensó. "si yo fuera mujer, me quedaría aquí a su lado, esperando verle reventar". De ese hilo, nació el ovillo de la novela. La narradora de "La piedra de la paciencia" hace más o menos eso. En sus interminables horas ante el marido "vegetalizado" en la cama, va desgranando en voz alta sus quejas, sus sufrimientos y las humillaciones sufridas durante años por un marido, casi siempre ausente de casa, y con el que fue obligada a casarse en una ceremonia que es todo un monumento a los desprósitos: no sólo no hubo noche de bodas ni luna de miel, sino que el novio, movilizado por la guerra, ni siquiera estuvo presente: en su lugar, había una foto suya. La mujer, que sólo puede salir del cuarto para ir a dormir con sus dos hijas a casa de su tía -quizá el único personaje que la comprende y que comprende su angustia-, va confesando paso a paso el desprecio que siente por su unión forzada con un hombre al que desprecia, la ambigua relación que mantuvo siempre con su padre o las miradas libidinosas que sufre por parte de sus cuñados, en un tono que se va haciendo cada vez más áspero, a medida que avanza el relato, un relato demorado y terso en el que se van desplegando unos sentimientos tan intensos como complejos. Con una prosa llena de simbolismo y una descripción ambiental tan simple como eficaz, Rahimi consigue introducirnos entre las cuatro asfixiantes paredes de ese cuarto donde transcurre casi todo el relato y allí nos obliga a ser testigos de lo que ocurre: desde la violación consentida de la protagonista a la cuorisidad silenciosa de las niñas, en un ambiente en el que se palpa la represión sexual y el sello siempre próximo de la guerra. Indagación en ese "agujero negro" del planeta que es el Afganistán contemporáneo, "La piedra de la paciencia" es además un relato ambicioso y bien construido, cuya "verdad" trasciende los límites geográticos e históricos de la acción, y busca alcanzar valor universal.

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