Bloqueo político en Italia

La penúltima complicación del laberinto italiano

En una política italiana habituada a vivir en la inestabilidad, con 64 gobiernos diferentes en los últimos 70 años, los resultado de las elecciones donde se decidía el futuro gobierno han superado todas las expectativas.

Los dos partidos tradicionales (el Partido Democrático de Matteo Renzi, a la “izquierda”, y la Forza Italia de Berlusconi a la “derecha”) se han derrumbado. Las dos formaciones que se disputan la victoria (el Movimiento 5 Estrellas y la Liga) o no existían hace pocos años u ocupaban un lugar marginal.

El laberinto italiano, con enormes complicaciones para formar un nuevo gobierno, adquiere ahora nuevas formas, echando más gasolina a una crisis que se extiende por toda la UE.

¿Hacia dónde camina Italia? ¿Qué repercusiones puede tener el desenlace de estas elecciones en el tablero europeo?

Las más altas instancias de la UE suspiraban por que las elecciones italianas aportaran más estabilidad, tras el desbloqueo a la “Gran Coalición” en Alemania. Pero las recetas del norte no parecen poder aplicarse en el sur.

Las dos opciones más europeístas han sido duramente castigadas. El Partido Democrático, que llegó a concentrar el 40% de los votos, ha quedado reducido al 18,7%, y su líder, el ex primer ministro Matteo Renzi, ya ha presentado su dimisión. La Forza Italia de Berlusconi ha perdido la hegemonía en la derecha, siendo sorprendentemente superada por la ultraderechista Liga.

El sueño de un gobierno estable sustentado en algún tipo de pacto entre Renzi y Berlusconi, que Bruselas anhelaba, es ahora una quimera. Quienes se disputan la victoria son dos formaciones que parecían condenadas a ser meras comparsas.

El Movimiento 5 Estrellas ha pasado de ser un simpático invitado inesperado impulsado por un cómico como Beppe Grillo a convertirse en el primer partido italiano, con el 32,7% de los votos. Concentrando, desde posiciones progresistas, buena parte del descontento hacia el establishment oficial.

La Liga, haciendo bandera de la xenofobia contra la inmigración, ha dado el salto desde 4% de los votos al 17,4%.

Ambos partidos, por encima de sus enormes diferencias, comparten el recelo, cuando no el abierto rechazo, hacia la UE.

¿Hasta dónde llegan las aguas de la ruptura política en Italia, una potencia que pertenece al G-7?

El viento de protesta ha crecido en Italia, condenada a un estancamiento económico desde hace diez años. Pero el estado convulso de la política italiana no es nuevo, ni se explica solo por factores internos.

Durante la Guerra Fría, se mantuvo un férreo “pentapartito”, donde todas las fuerzas se unían para evitar el acceso al gobierno de un PCI demasiado vinculado a Moscú. Desaparecida la URSS, ese modelo político saltó por los aires, quedando al descubierto todas sus miserias. Los partidos tradicionales, desde la democracia cristiana al socialista o comunista, se diluyeron hasta desaparecer.

Desde entonces, Italia no ha podido dotarse de un modelo político realmente consistente. El estallido de la crisis y sus repercusiones sobre Europa agudizaron esa crisis, obligando incluso a imponer un gobierno tecnocrático en la figura de Mario Monti. Ahora, el frágil bipartidismo, con una derecha encabezada por Berlusconi y un centro izquierda comandado por el Partido Democrático, ha acabado de saltar por los aires.

Italia no sabe ahora cómo va a poder formar gobierno. Pero conviene poner las cosas en su sitio.

Para convertirse en opción de gobierno, el Movimiento 5 Estrellas ha debido modular muchas de sus posiciones iniciales. Ya no es un “movimiento antipolítico”. Hoy tiene 45 alcaldías, 15 parlamentarios europeos y 1700 concejales. Sigue enarbolando la bandera de la lucha contra la corrupción pero ha renunciado a las posiciones que abogaban por una salida del euro o de la UE.

Mientras, la Liga ha abandonado los sueños de la independencia de la Padania, quitando de sus siglas la palabra “Norte”. Ya no se dirige solo hacia el norte rico, sino que aspira a convertirse en una opción para el conjunto de Italia. No solo utiliza groseramente la xenofobia contra la inmigración, sino también ofrece un programa, imitando al Frente Nacional francés, donde se renegocie la participación italiana en una UE excesivamente hegemonizada por Alemania.

Es difícil aventurar el nuevo gobierno que surgirá de estas elecciones. Se entrecruzan diferentes vectores, muchos de ellos opuestos.

Por un lado, el rechazo a las políticas de recortes y la exigencia de regeneración democrática puede dar lugar a una especie de gobierno de progreso, basado en el entendimiento entre el Movimiento 5 Estrellas y el Partido Democrático.

Esta es la posición mayoritaria de los votantes italianos. Su rechazo a las imposiciones de la “Europa alemana” se ha expresado principalmente con un sesgo progresista. Los votos de izquierdas, incluyendo en ellos a los del Partido Democrático -cuyas bases e incluso algunos cuadros, frente a la posición de Renzi, abogan por un acuerdo como el M5E- superan el 50%.

Pero también existen otras fuerzas con otros intereses. Se van a redoblar las presiones de quienes, en Italia y en Bruselas, intentarán forzar una solución “de estabilidad”, que incluso puede contemplar una reedición de los gobiernos tecnocráticos.

Mientras, hay quienes incluso intentan pescar en las aguas revueltas del laberinto italiano. Las palabras de Steve Bannon -el exasesor de Trump-, proponiendo un gobierno conjunto del Movimiento 5 Estrellas y la xenófoba Liga, no son una ocurrencia personal. Representan a quienes desde Washington buscan hurgar en las costuras europeas para someter a la UE a un mayor grado de vasallaje.

Lo que sí es seguro es que las elecciones italianas, lejos de aportar estabilidad, son un nuevo capítulo, todavía sin resolver, de la crisis política que vive la UE, y que afecta a países tan importantes como Italia.

Deja una respuesta