Ante la muerte de Umberto Eco

La palabra sin Eco

Sin lugar a dudas, Eco ha sido una de las voces más poderosas de la cultura europea de las últimas décadas. Muy marcado por su perfil académico, supo sin embargo llegar mucho más allá de la cátedra, y consiguió que centenares de miles de personas se interesasen por su trabajos de semiótica e interpretación cultural e, incluso, se apasionasen por sus novelas, su vocación más tardí­a.

Umberto Eco nació en la región del Piamonte, en el norte de Italia, en 1932. Su padre, Giulio Eco, era contable antes de que Italia se viera envuelta en la Segunda Guerra Mundial, cuando fue llamado a filas a servir en el ejército. En ese momento, Umberto y su madre, Giovanna Bisio, se mudaron a un pequeño poblado piamontés. Eco recibió educación salesiana.

Se doctoró en filosofía y letras en la Universidad de Turín en 1954, con un trabajo que publicó dos años más tarde con el título El problema estético en Santo Tomás de Aquino (1956). Trabajó como profesor en las universidades de Turín y de Florencia antes de ejercer durante dos años en la de Milán. Después se convirtió en profesor de comunicación visual en Florencia en 1966. Fue en estos años de intensa actividad docente cuando publicó los importantes estudios de semiótica: Obra abierta (1962) y La estructura ausente (1968), que comenzarían a abrirle un hueco importante en el panorama cultural europeo. Entre estas dos obras, publicó el famoso ensayo Apocalípticos e integrados (1965), estudio sobre la cultura popular y los medios de comunicación, que marcaría toda una época. Desde 1971 ocupó la cátedra de semiótica en la Universidad de Bolonia. En febrero de 2001 creó en esta ciudad la Escuela Superior de Estudios Humanísticos, iniciativa académica solo para licenciados de alto nivel destinada a difundir la cultura universal. También cofundó en 1969 la Asociación Internacional de Semiótica, de la cual era secretario. «Eco ha sido una de las voces más poderosas de la cultura europea de las últimas décadas»

En 1980, el profesor, académico, filósofo y ensayista Umberto Eco sorprendía al mundo con la publicación de la novela El nombre de la rosa, que se convertiría en el primer best seller «culto» de la historia literaria. El libro era un curioso híbrido de novela histórica, novela policíaca y thriller cultural (género que creó esta novela), en el sentido de que se propone buscar un libro perdido (el segundo de la Poética de Aristóteles). La novela está ambientada en la Edad Media (época que Eco conoce al dedillo) y en ella se investigan y resuelven los crímenes cometidos en una abadía del norte de Italia provista de una impresionante biblioteca. El detective protagonista es un monje franciscano, Guillermo de Baskerville, que evoca por igual a Sherlock Holmes y a Guillermo de Occam (una forma de los que Eco llama «apocalípticos», pero que en realidad resulta ser un protector de la cultura) y su antagonista, Jorge de Burgos, quien evoca a su vez a Jorge Luis Borges (el intelectual «integrado», que a su vez resulta ser «apocalíptico» e incendia la biblioteca). Junto a esta trama principal, el libro explora históricamente la herejía de «los Fraticelli» y despliega, al mismo tiempo, la historia de la amistad entre Adso de Melk y su maestro Guillermo y el descubrimiento del amor por el primero. Novela «en varios niveles», que puede ser leída a la vez como una obra de puro entrenimiento, o como un libro capaz de retar a los más grandes eruditos (la cantidad de citas y referencias que incluye es enorme), «El nombre de la rosa» logró cautivar a millones de lectores. Y, a la par, se convirtió en uno de los vehículos más atractivo y poderoso para la defensa de la «cultura humanística» a la que Eco dedicó toda su vida. En 1986 ese impacto de amplificó aún más cuando se estrenó la versión cinematográfica de la novela, dirigida por el cineasta francés Jean-Jacques Annaud e interpretada por Sean Connery, Christian Slater y Ron Perlman.

Con posterioridad Eco escribió otras novelas, como El péndulo de Foucault (1988), fábula sobre una conspiración secreta de sabios en torno a temas esotéricos; La isla del día de antes (1994), parábola kafkiana sobre la incertidumbre y la necesidad de respuestas; Baudolino (2000), una especie de novela picaresca, también ambientada en la Edad Media, y que constituyó otro rotundo éxito de público; La misteriosa llama de la Reina Loana (2004) y El cementerio de Praga (2010). En 2014 presentó en la feria del libro de Frankfort su última novela: Número cero, una sátira sobre el uso de la prensa por parte de los poderosos, que bien pudiera considerarse su particular estocada contra el berlusconismo.

Umberco Eco publicó a lo largo de su vida más de medio centenar de libros de ensayos y reflexiones sobre el devenir de la cultura, la comunicación, el mundo editorial, amén de tratados esenciales de semiótica, sobre la que era una de las voces más autorizadas del panorama mundial. Por estos trabajos fue elegido miembro del Foro de Sabios de la Mesa del Consejo Ejecutivo de la Unesco y nombrado Doctor Honoris Causa por treinta y ocho universidades de todo el mundo: entre ellas, la Universidad de Lieja, la Universidad Complutense de Madrid, la Universidad de Tel Aviv, la Universidad de Atenas, la Universidad de Varsovia, la Universidad de Castilla-La Mancha (1997), la Universidad Libre de Berlín, la Universidad de Sevilla y la Universidad de Buenos Aires (2014). En 2000, recibió el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. Fue caballero de la Legión de Honor francesa.

Por su obra literaria obtuvo el Premio Strega, el Premio Médicis, el Premio Bancarella y el Premio del Estado Austriaco para la Literatura Europea. Fue miembro honorario de la Asociación James Joyce. Y fue propuesto en diversas ocasiones para el Premio Nobel de Literatura.

Umberto Eco fue una voz palpitante hasta el final de su vida. En una entrevista del año 2010, cuando ya tenía 78 años, respondía así al entrevistador acerca de su visión sobre el papel del intelectual en el mundo actual: ¿Y usted cree sobre sí mismo que ha tenido una percepción especialmente acertada de la sucesivas situaciones culturales? Mire, el profesor Vázquez da mañana un discurso sobre mí, y dice que he sido de los que han intentado comprender y criticar el momento en que vivimos. Formo parte de una generación para la que el presente era el ambiente natural: viajábamos en avión, en coche, veíamos televisión, mientras que toda una generación anterior veía la cultura como rechazo del presente. Se encerraban en su torre de marfil y no querían saber nada de lo que ocurría. Yo pertenezco a una generación que ha pensado que el intelectual tiene que hallarse comprometido con el presente y, por tanto, con todos sus aspectos. Tenemos respecto al presente, nosotros los jóvenes que no tenemos más que ochenta años, una actitud diferente de la de nuestros padres o de la de nuestros maestros.

Genio y figura de este académico revertido en novelista que nos ayudó a afrontar y comprender la cultura del presente y no a refugiarnos en torres de marfil ni huir de los desafíos del momento actual.

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