«Tras las cumbres de Londres y Pittsburg, se puso mucha esperanza en este club informal de países ricos ampliado a los emergentes: el G-20, decían los más optimistas, acabará siendo ese piloto que necesita la economía mundial para corregir sus mayores desequilibrios y prevenir las peores catástrofes. Y de hecho, el G-20 permitió hacer emerger un consenso sobre la necesidad de planes de estímulo y puesta en marcha de reformas financieras.»
Pero desués que el mundo se ha alejado un poco del precipicio, las divergencias de intereses han resurgido. Es a lo que acabamos de asistir en Toronto, donde el áspero enfrentamiento de intereses nacionales ha conducido a la búsqueda de compromisos. Después del “todos juntos” de la fase aguda de la crisis, el orden del día de Toronto ha sido: “cada cual a su ritmo”. (LES ECHOS) THE WALL STREET JOURNAL.- El comunicado final, que representa un compromiso entre dos distintas posturas acerca de la economía mundial, ocultó las divisiones entre las delegaciones de Europa y Estados Unidos que afloraron en los preparativos de la cumbre. EE.UU. advirtió que un retiro acelerado del estímulo fiscal podría propiciar una recaída global. Los europeos, liderados por Alemania, enfatizaron que un exceso de cautela podría producir cargas de deuda insostenible, alzas en las tasas de interés y posibles cesaciones de pagos de deuda soberana. A fin de cuentas, EE.UU. acordó respaldar el compromiso de reducir el déficit a la mitad a cambio de un lenguaje que aclarara que el crecimiento es la prioridad principal, dijo un funcionario europeo. Francia. Les Echos La ocasión frustrada del G-20 Nicolas Barré Ponerse de acuerdo sobre sus desacuerdos precisa mucha energía entre ocho y todavía más entre 20. El G-20 de Toronto ha buscado al menos este magro resultado, con un comunicado que reconoce a la vez la necesidad de reducir los déficit públicos y la de sostener el crecimiento: los diplomáticos han trabajado bien, cada uno lo encontrará a su gusto y podrá regresar satisfecho a su casa. ¿Pero y después? Si este resultado es decepcionante a la vista de la factura astronómica de la cumbre –¡casi mil millones de dólares!–, lo es sobre todo por comparación con las esperanzas puestas en la capacidad de este forum en poner un poco de orden en los desórdenes de la economía mundial. Hay que recordar que en lo más fuerte de la crisis financiera de 2008-2009 de naturaleza sistémica, se puso de manifiesto que sólo un grupo de países que reunían el 85% del poder económico del planeta, en esta ocasión el G-20, podrían, llegado el caso, aportar respuestas a la altura del desafío. Con toda evidencia, el G-8 ofrecía un marco demasiado estrecho y, sobre todo, las “viejas” potencias industriales no detentaban ellas solas las claves de la recuperación. Tras las cumbres de Londres y Pittsburg, se puso mucha esperanza en este club informal de países ricos ampliado a los emergentes: el G-20, decían los más optimistas, acabará siendo ese piloto que necesita la economía mundial para corregir sus mayores desequilibrios y prevenir las peores catástrofes. Y de hecho, el G-20 permitió hacer emerger un consenso sobre la necesidad de planes de estímulo y puesta en marcha de reformas financieras. Pero después que el mundo se ha alejado un poco del precipicio, las divergencias de intereses han resurgido. Es a lo que acabamos de asistir en Toronto, donde el áspero enfrentamiento de intereses nacionales ha conducido a la búsqueda de compromisos. Después del “todos juntos” de la fase aguda de la crisis, el orden del día de Toronto ha sido: “cada cual a su ritmo”. El mundo ha perdido también la ocasión de transformar el G-20 en otra cosa que un simple forum de consulta entre potencias. El resultado es que en vez de gobernación internacional, el G-20 no representa más que un punto de partida: nada de medios propios ni de secretariado permanente, todavía menos de un sistema de toma de decisiones o de medios de acción. La regla de la unanimidad lo condena a no producir más que comunicados de “agua tibia”, el último bien inscrito en esta tradición. Es esto lo que era necesario cambiar y la crisis de 2008-2009 hizo emerger la intuición que, en una economía más interconectada que nunca, un mínimo de pilotaje era necesario para evitar el caos y hacerlo de manera que el lenguaje habitual sobre “los desequilibrios mundiales” desembocara en auténticas iniciativas para corregirlos. Toronto ha dicho adiós a esta idea. LES ECHOS. 28-6-2010 EEUU. The Wall Street Journal El mensaje del G-20: llegó la hora de empezar a sacar el pie del acelerador Bob Davis TORONTO— Los países más ricos del Grupo de los 20 se comprometieron a reducir a la mitad sus déficits fiscales para 2013 y "estabilizar" sus niveles para 2016 en lo que constituye una señal a los mercados internacionales, así como a sus respectivos electorados, de que están tomando en serio la posibilidad de empezar a retirar las políticas de estímulo. La reunión del fin de semana sugirió que la economía mundial ha entrado en una nueva etapa desde el apogeo de la crisis financiera. En ese entonces, los países industrializados y en desarrollo se abocaron a promover el gasto fiscal. Ahora, al menos retóricamente, parecen más preocupados por controlar los déficits y la deuda. El comunicado final, que representa un compromiso entre dos distintas posturas acerca de la economía mundial, ocultó las divisiones entre las delegaciones de Europa y Estados Unidos que afloraron en los preparativos de la cumbre. EE.UU. advirtió que un retiro acelerado del estímulo fiscal podría propiciar una recaída global. Los europeos, liderados por Alemania, enfatizaron que un exceso de cautela podría producir cargas de deuda insostenible, alzas en las tasas de interés y posibles cesaciones de pagos de deuda soberana. A fin de cuentas, EE.UU. acordó respaldar el compromiso de reducir el déficit a la mitad a cambio de un lenguaje que aclarara que el crecimiento es la prioridad principal, dijo un funcionario europeo. La declaración del G-20 calificó el ritmo de reducción de deuda de "favorable para el crecimiento". Eso quiere decir que el compromiso demuestra la voluntad de recortar los déficits, pero no contempla una rápida caída del gasto fiscal. India, Brasil, China y otras economías emergentes se mostraron reacias a socavar el crecimiento en especial en EE.UU., la mayor economía del mundo. El comunicado del G-20 catalogó a la recuperación de la economía global de "dispareja y frágil" y manifestó que para que el crecimiento fuera sostenible "necesitamos seguir adelante con los actuales planes de estímulo mientras trabajamos para generar las condiciones para una demanda robusta del sector privado". Alemania, que se ha presentado últimamente como el principal defensor de la austeridad, aprovechó el encuentro para hacer algunas críticas veladas contra EE.UU. En una entrevista con el diario francés Le Monde, el ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, afirmó que el enorme paquete de estímulo del gobierno de Obama apenas ha tenido efecto en la tasa de desempleo, que se mantiene muy por encima del 9%. El domingo, no obstante, la canciller Angela Merkel declaró su solidaridad con EE.UU. y otros países. Según los documentos facilitados por los países del G-20, EE.UU. y Alemania, al igual que Francia, Gran Bretaña y Canadá, siguen caminos similares para disminuir a la mitad sus déficits fiscales. La cumbre del G-20 les concedió la forma de formalizar esos compromisos. EE.UU. estima que reducirá su déficit a 4,2% de su Producto Interno Bruto para 2013 frente al 10,1% actual, mientras que Alemania busca un déficit de 3% del PIB en 2013, frente al 5,5% de 2010. EE.UU., sin embargo, depende más del crecimiento económico para alcanzar este objetivo que Alemania, que se espera se expanda a un ritmo más pausado. "Históricamente, los compromisos alcanzados durante las cumbres han servido para que los países hagan lo que de todos modos querían hacer", dijo Ted Truman, economista del Instituto Peterson de Economía Internacional, un centro de estudios de Washington. La cumbre de Toronto se vio afectada por algunas de las mayores manifestaciones contra un foro económico internacional desde los disturbios del encuentro de la Organización Mundial del Comercio en Seattle en 1999. Cerca de 600 personas fueron arrestadas en las protestas. La sesión del G-20 se centró poco en los grandes mercados emergentes como China, India y Brasil. La parte más significativa de la cumbre podría haber sido que se encontraba en el calendario internacional, lo que les permitía usarla como fecha límite para solicitar cambios. Tanto Washington como funcionarios del banco central en Beijing usaron la sesión para lograr la aprobación del gobierno chino para permitir la apreciación del yuan. El secretario del Tesoro estadounidense, Timothy Geithner, dejó claro que EE.UU. esperaba una decisión sobre la moneda para la cumbre del G-20 cuando retrasó la divulgación de su informe semestral sobre prácticas en el mercado internacional de divisas, que podría haber usado para acusar a Beijing de manipular el yuan para obtener ventaja en el comercio internacional. THE WALL STREET JOURNAL. 28-6-2010