¿Feminización?

La mujer, una fuerza revolucionaria

Tras las declaraciones de Pablo Iglesias sobre la mujer en la polí­tica se ha abierto un debate sobre el concepto de feminización. Un debate que quizá, y digo quizá porque no creo que tal cosa exista, serí­a interesante sino fuera porque entierra en disquisiciones y circunloquios una realidad poderosí­sima.

No, la mujer no aporta sensibilidad a la política; la mujer es una fuerza revolucionaria en este siglo. La lucha de la mujer por sus derechos ha estado unida a la lucha contra la opresión y explotación. Se escuchan palabras, palabras, y más palabras huecas que sepultan el aspecto revolucionario que mujeres de raza han jugado en la historia: Rosa Luxemburgo, Agustina de Aragón, Manuela Malasaña, Aída de la Fuente, Dolores Ibarruri, Rosario Dinamitera… Una constelación de mujeres que desde el Norte y el Sur, desde arriba y abajo, han conquistado cotas de libertad e independencia antes inimaginables. ¿Las panteras negras como un ejemplo de feminización? ¿De verdad? ¿Es posible estar tan alejado de la viva realidad?

No es posible entender este siglo sin las mujeres que encabezan los movimientos de liberación nacional, aquellas mujeres de bandera, mujeres revolucionarias que hacen saltar todas las chispas. No es posible mirar ningún movimiento revolucionario del mundo sin encontrarse cientos de mujeres que forman parte de los ejércitos populares revolucionarios. No es posible mirar a nuestras madres y a nuestras hijas sin descubrir esa chispa. ¿Cómo pueden no verlas?

Creo que no hay forma más hermosa de expresarlo que como en el comienzo de una de las películas que inventaron el cine, Intolerancia: “La mano que mece la cuna, es la mano que mece el mundo”.

Avanza un nuevo-viejo despotismo “ilustrado” que dice: “Todo para las mujeres»… pero sin ellas. ¿Para «feminizar» la política sobran las mujeres? En este largo camino hacia la conquista de la democracia es mucho lo conquistado pero todavía queda mucho por ganar. Las mujeres de todo el mundo padecen una u otra forma de discriminación pero éste no es un problema de género ni de machismo sino de opresión, de clase. Y se oprime para explotar y en esa inercia se aplasta sin misericordia a los más débiles. No es posible liberar a la mujer sin liberar a la humanidad, sin cambiar el mundo de base, sin cuestionar las estructuras profundas de una sociedad basada en la explotación y la opresión. No es posible transformar el mundo sin ellas.

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