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La mochila del déficit

España ha cerrado las cuentas del 2015 con un déficit público del 5,16%, un punto por encima de lo pactado con la Comisión Europea. El comisario europeo Pierre Moscovici alertó sobre el desví­o en octubre y desde Madrid le dijeron de todo. Los dos ministros económicos le desmintieron rotundamente y el titular de Exteriores, José Manuel Garcí­a Margallo, le acusó de jugar al tarot con las cuentas de España.

España ha cerrado las cuentas del 2015 con un déficit público del 5,16%, un punto por encima de lo pactado con la Comisión Europea. El comisario europeo Pierre Moscovici alertó sobre el desvío en octubre y desde Madrid le dijeron de todo. Los dos ministros económicos le desmintieron rotundamente y el titular de Exteriores, José Manuel García Margallo, le acusó de jugar al tarot con las cuentas de España.

Desde algunos despachos oficiales se acusó veladamente a Moscovici de querer sabotear al Partido Popular en beneficio de los intereses estratégicos del Gobierno socialista francés, teóricamente favorable a un cambio de signo político en toda la península Ibérica (primero en Portugal, después en España), para quebrar el eje Madrid-Berlín y forzar a Angela Merkel a una mayor rectificación de la política de austeridad, con el apoyo adicional de Italia y Grecia. Francia y el bloque del Sur versus Alemania. Cinco meses después, los datos dan la razón a Moscovici, que se quedó corto al cifrar el déficit español en el 4,5%. Bruselas ha sido engañada y esa no es buena noticia para España, gobierne quien gobierne en los próximos meses.

Al nuevo gobierno español se le exigirá un ajuste presupuestario de más de 10.000 millones de euros (ver más información en la sección de Economía), que sólo puede acometerse con nuevos recortes del gasto público, con la subida de impuestos (preferentemente el IVA), o con una combinación de ambas medidas. Esta es la receta que espera al próximo Ejecutivo, sea cual sea su signo.Evidentemente hay un margen para la negociación. No estamos en el cenit del dogma de la austeridad. El alarmante deterioro social y político de los países del Sur de Europa ha forzado por la vía de los hechos una cierta flexibilidad. Francia ha invocado los gastos extras en seguridad derivados de los atentados de París. El nuevo gobierno socialista portugués está intentando renegociar. El primer ministro italiano, Matteo Renzi, lleva meses de pelea con las autoridades de Bruselas, preocupado por un posible ascenso de los gri llini (Movimiento 5 Estrellas) en las elecciones locales que tendrán lugar en junio. A Grecia, donde los dramas se suceden sin interrupción, se le ha ofrecido más flexibilidad presupuestaria a cambio de embalsar refugiados sirios. Queda pendiente España, la gran incógnita europea en estos momentos.

Sólo un gobierno de amplia base parlamentaria podría afrontar sin graves riesgos para su estabilidad las tensiones derivadas de ese 5,16% de déficit: la tensión interior, como consecuencia de posibles medidas antipopulares, y la tensión exterior, derivada de una negociación que en ningún caso será fácil.

Ello nos indica que un Gobierno con una base parlamentaria más reducida, o con una base nerviosa e inestable no duraría más de dos años. Governo a termine, como dicen los italianos. Un Gobierno en manos del Parlamento.

Por consiguiente, lo que realmente se discute estos días es si PSOE, Ciudadanos y Podemos están en condiciones de pactar y gestionar un periodo transitorio de unos 24 meses, o se va directamente a elecciones en junio, con la posibilidad de que el PSOE se vea empujado a la gran coalición con el PP si los actuales equilibrios se mantienen básicamente inalterados. Esa es la cuestión.

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